Boris Agustín Osorio Ramos tiene 64 años y reside en La Habana Vieja. Activista político desde hace dos décadas, Osorio es miembro del Partido Republicano de Cuba y del Movimiento Escudo Cubano.
Estamos a comienzos de octubre y el club Salamander Miami, ubicado en el barrio negro de Overtown, acoge el primer concierto de rumba del grupo Irawo Osa en la ciudad. El líder de la agrupación es Yuniscleybis Ramos, nieto de Diosdado Ramos, actual director de Los Muñequitos de Matanzas, e hijo de Bárbaro Ramos, primer bailarín de dicho grupo por más de 20 años.
A la dificultad de formarse como artista de manera autodidacta, se suma la criminalización que trae consigo intentar producir y exponer fuera de las instituciones o espacios regulados por el Estado. Ellos te dejan estar ahí, pero siempre están acechándote.
«Yo tomo la palabra de un presidente cuando dice las cosas, aunque sea un presidente en el que no confío. Ha repetido que no importa lo que cueste, porque la cosa es deportar. Habrán deportaciones masivas; sospecho que va a ser muy difícil, porque es casi incosteable».
A inicios de este mes, José Daniel Ferrer había anunciado públicamente —mediante una carta enviada desde su celda para que fuese transcrita en Facebook— su decisión de partir al exilio, tras décadas de militancia frontal contra el gobierno cubano, «para poner a salvo a [su] esposa e hijos».
Ni recursos suficientes, ni responsabilidad administrativa, ni previsión epidemiológica, ni genuina voluntad política más allá del histriónico voluntarismo de siempre.