Harryson: «La identidad del reparto es la calle de Cuba»

    Harryson nació el 18 de junio de 1996 con la voz exacta para los toques de tambor de la santería cubana. Lo sabían sus amigos, su familia y, finalmente, lo supo él mismo. Cuando decidió probar suerte como cantante en ceremonias religiosas, el resultado fue inmediato: pese a su juventud, su voz tenía el poder de bajar los orishas a la tierra. Y a Harryson aquello le fascinaba. Pero quería algo más.

    Lo que buscaba era mezclar sus dones: escribir, rapear y tomar palabras de la tradición yoruba para contar lo que pasaba en los barrios cubanos de aquel momento. Así, con apenas 15 años, metro sesenta de estatura y 130 libras, se juntó con tres amigos para crear su primer grupo de reparto, Iré Omá, que en lengua yoruba puede traducirse como «suerte de inteligencia». Un proyecto donde, por primera vez, todos sus poderes convivían. De esa alianza juvenil nació uno de las canciones más populares del reparto cubano: «El P6 y el P9». Y con él nació también una manera de bailar, de peinarse, y una identidad para el género. 

    En los años siguientes vinieron éxitos como «Ona Ona», «Sígueme» o «Blue», hasta que en 2017 alcanzó el punto más alto con el tema «El lunarcito». Era lo más pegado en Cuba, y entonces surgió la posibilidad de realizar una gira por Estados Unidos. Pero antes hizo una parada en República Dominicana que cambiaría su vida. En su primera noche en Santo Domingo, salió del hotel buscando cigarros y terminó en el famoso barrio de La 42, donde lo único que sonaba era dembow

    A los pocos días tomó la decisión de quedarse en República Dominicana para entender aquella sonoridad. Durante meses creó un diccionario propio en las notas de su teléfono; cada vez que escuchaba una palabra del argot dominicano, la anotaba. Y en un año ya estaba listo para hacer dembow con artistas reconocidos del género… Y, desde ahí, también seguía pegando temas de reparto en Cuba.

    Su rutina en República Dominicana es la misma que en Cuba: ir al estudio todos los días con la disciplina de un pelotero que va al terreno a repetir swings. Porque desde los 15 años Harryson hace lo mismo: mezclar sus poderes, convertir sus raíces religiosas, la jerga callejera y el barrio en música.

    ¿En qué ambiente comenzó a gestarse el reparto en Cuba?

    El reparto es música de barrio. Comenzó a crearse en los barrios: Mantilla, San Miguel…, con artistas como Los tres Gatos, Adonis Mc, El Micha y Elvis Manuel. No existía el concepto de reparto; ellos en ese entonces grababan arriba de pistas de reggaetón de Puerto Rico. Pero era reparto porque, si te pones a pensar, canciones de Elvis, como «La tuba», y el estribillo «se me parte la tuba en dos», eran temas de frescuras de la calle.

    ¿Como llegas ahí?

    Yo era deportista, jugaba voleibol. A mí me encantaba el deporte. También me gustaba mucho la escuela, pero me empieza a gustar mucho la música. Yo soy religioso; desde muy chiquitico mi papá me inculcó la religión yoruba. Ahora soy babalawo y antes era el que cantaba en todas las cosas religiosas que hacíamos. A mí me gustaba mucho aprenderme las canciones. Cuando cantaba en esas ceremonias a la gente le gustaba. Y por ahí empecé a crecer con eso. Y también empezaban a salir en Cuba artistas como Elvis Manuel, Clan 537 con Baby Lores y el Insurrecto, Gente de Zona, etcétera. Y uno empezó a grabar arriba de esas pistas de Elvis, de reggaetón, y empezamos a hacer esa música. 

    ¿Cuál fue la primera canción que pegaste?

    Se puede decir que el «P9 y el P6» con Iré Omá fue la primera canción que pegué, y la escuchó Cuba entera. Pero mucho antes hay una canción que se llama «El pasillito pal lao»; cuando aquello me llamaba Harrison el Indomable. Esa canción se me pegó, pero local. Un poquitico de gente del Cerro, de La Habana, no fue algo tan general, pero fue una pegada que se sintió.

    ¿Tenían entonces espacios donde presentarse y cantar reparto?

    Muy pocos; había una peña en el [Club Social José Antonio] Echeverría, con el proyecto Bandri —la gente de mi tiempo sabe lo que significa el proyecto Bandri para nosotros.

    ¿Era una peña de reparto?

    No era como una peña de reparto en sí; era más como una fiesta donde nos llamaban a los que estábamos haciendo reparto. Bandri es un hombre que hacía negocios, y él tenía la posibilidad de coger esa discoteca y ponía su proyecto PMH, música, bailarines, luces…. Se cobraba la entrada de los muchachos y él nos organizaba a todos nosotros. Nunca nos pagaba un peso, pero, bueno, tenemos mucho que agradecerle por esa oportunidad. Éramos como seis grupos de muchachos que cantábamos reparto en aquel entonces. Eso fue como en el año 2010; era los fines de semana. Me acuerdo de que iba El Chulo también. 

    Yo me divertía muchísimo en esas peñas. A veces salía de cantar en una tarima donde todo el mundo se sabía mis canciones y después me iba en la guagua para mi casa porque no tenía dinero para coger un carro. Pero, aun así, uno se divertía mucho y sentía el calor de la gente. Uno hacía música por amor, porque le gustaba la música; no por dinero. No es como ahora que uno canta y le dan 20 mil dólares por un show. Eso es ahora. Antes uno cantaba por una botella de ron y si acaso dos dólares para coger el carro, pero eso era si acaso… 

    ¿Por qué canales debía pasar una canción de reparto para tener éxito en Cuba? ¿Con quién debías grabar o filmar un video clip?

    Era muy complicado porque en ese tiempo no había tantos estudios. 

    ¿Y cuál era el estudio más profesional? 

    El estudio más profesional en ese entonces era DJ Unic o DJConds, que son los productores estrellas; uno, que venía de la calle, veía muy difícil llegar a ellos. Y realmente lo era. Porque yo empecé en 2011 y no llegué hasta 2017 o 2018. El proceso fue difícil, pero nunca me detuve. Yo iba a tres estudios diferentes todos los días: iba a uno por la mañana, a otro por la tarde, y en la noche también. Y trataba de hacer canciones en cada uno. Y así fui metiéndome en el movimiento y, principalmente, aprendiendo.

    Cuando Iré Oma, una de las cosas que me ayudó mucho a ganar un poco de conocimiento musical fue que me desplacé de La Habana a otras provincias. Por eso hoy tengo otra visión de la música, y soy un poco diferente. El proceso para llegar a El Dj Unic fue muy difícil. Cuando «Ona Ona» y «Sígueme», salgo de Río Cristal —una de las peñas que teníamos los muchachos que estábamos iniciándonos en esto del reparto— y vi que todas las personas se sabían mis canciones; entonces un amigo me recomendó que ya estaba al nivel de grabar en la Celula Music con Dj Unic.

    Estábamos contentísimos; lo que menos pensábamos era que no teníamos dinero. Cuando llegamos yo estaba supernervioso porque allí solo grababa la gente de la farándula, que para nosotros estaban en el cielo, demasiado lejos. Ahí grababa Gente de Zona, El Chacal, gente posicionada. Me sale el hermano de Dj Unic, y le digo: «Yo soy un chamaquito que está metiendo mano a ahora en la calle, tú sabes; tengo par de temitas por ahí que me están caminando. Me gustaría hablar con tu hermano, bro». El hermano de Dj Unic entró y dos horas después salió y me dijo que Unic no podía atenderme, que le dejara el número. 

    Al principio me molesté un poco pero mi amigo me dijo que ya la diligencia estaba, que le diéramos tiempo. A las tres semanas, me voy a una gira para Santiago de Cuba, y me llama el Dj Unic. Cuando regresé fui a la Celula Music y grabé el «Ona Ona», que fue éxito. 

    Y a los dos meses, me llama el que le manejaba el carro al Taiger, que había escuchado mi música. A los pocos días, estoy conectado en un parque con WIFI que había en el [estadio de béisbol] Latino[americano] y de momento veo que se parquea un Mercedes Benz. Yo miro el carro medio asustado porque uno es bandido y siempre estaba haciendo cosas malas. Y cuando bajan las ventanillas era el Taiger; eso para mí fue una locura porque José [Manuel Carvajal Zaldívar] ya era un artista superestablecido. Y de ahí mismo nos fuimos para el estudio a grabar el «Ona Ona» remix. Nosotros no hablamos mucho ni nada: fumamos… y para el estudio directo. Como si nos conociéramos de toda la vida. 

    Hace un año, en una entrevista con Ruslan Flores, dijiste que el reparto que se escucha hoy lo cambiaste tú. ¿Por qué?

    Después de grabar en el estudio de Dj Unic y de hacer el remix del «Ona Ona, yo pienso que el género del reparto cambió. Porque cuando Chocolate entró a la casa del Dj Unic, esas puertas se cerraron. Luego, esas puertas se abrieron de nuevo conmigo y quedaron abiertas. 

    Las letras del reparto que se estaba haciendo en la calle eran demasiado bajo mundo. Yo fui el que vine y sustituí estribillos como, por ejemplo, el de una canción de Chocolate que decía «fina pero cochina» por cosas más light en mis canciones como «mami, qué rico, bonita, vamos a trancarnos». Ya después a la Celula Music entraron otros reparteros de ese momento como el Negrito y el Coquito, el Kamel…

    ¿Cómo monetizaban? 

    En mi caso, eso de monetizar es desde hace cinco años para acá, a partir de que firmé con la disquera El Niño Records. Fue cuando entendí que la música se monetizaba, se cobraba y todo eso. Porque uno hacia música por amor.  Nosotros íbamos a los conciertos gratis; una vez más que otras nos daban algo, como 100 dólares y una botella de ron. Muchos muchachos, también con talento, abandonaron ese sueño; algunos fueron presos o se tuvieron que dedicar a otra cosa

    ¿Al inicio los conciertos en Cuba no los cobrabas? 

    Al principio, no. Comencé a cobrar ya cuando hice el remix del «Ona Ona» con el Taiger. Después de eso creo que fui el primer repartero al que le dieron dinero para hacer un disco. Me dieron 20 o 30 mil dólares, no me acuerdo bien, por hacer un disco de 12 canciones en el estudio de DJ Unic, con Urban Latin. Después de eso, por aquel entonces, sí busqué muchísimo dinero. No con la magnitud que se está buscando dinero ahora, porque ahora mismo me están diciendo que un show en Cuba con Charlie y Jhojayron vale un millón de pesos, o con JaRulay. Igual pasa con los shows que se dan en Miami. 

    El reparto tiene una estética muy particular —en la manera de hablar, de vestirse, de bailar—. ¿Cómo describirías esa identidad?

    Son bailes que se inventan en la calle, en los campismos, los bonches. A os negritos de la esquina, borrachos, que les ponen una canción y, de momento, les salió la mano para arriba, y la mano para allá, y ya se quedó ese pasillo. La identidad es la calle de Cuba, los barrios más pobres. 

    ¿Cómo se te ocurren estas sonoridades? ¿Cómo es tu proceso creativo?

    Mi principal influencia es la música yoruba desde que soy un niño. Por crecer cantando esas canciones, utilizo muchas palabras yorubas. No sé, es raro, pero algo me lleva para allá. Por ejemplo, la canción del «Ona Ona» nació de un concepto de la santería en Cuba: cuando tú estás como cargado, o las cosas te salen mal, la gente dice que tienes un eggun que está dándote un ona…, porque tienes algo arriba que te está haciendo mal. También he buscado palabras y cosas que no dijera nadie, pero tomé, y aún lo hago, palabras en lengua yoruba. 

    En Cuba hay una nueva generación de muchachos reparteros, con los cuales has hecho varias colaboraciones. ¿Es importante para ti mantenerte relevante para el público cubano?

     Sí, cien por ciento, porque es mi país.  Me encanta esta generación; están saliendo una pila muchachitos de estos «bonitillos», con una voz bonita y con tremendos colores de música. Me encanta lo que está pasando porque la música tiene que evolucionar; tiene que salir gente nueva, hay que nutrir el género. Tienen que salir cosas nuevas, y me gusta mucho lo que están haciendo todos esos muchachos.

    ¿Cómo ha sido tu adaptación al entorno musical en Dominicana, que está dominado por el dembow?

    Yo llegue a RD porque iba para Estados Unidos; tenía la canción «El lunarcito» en el número uno. Yo dejé ir una gira allá, donde iba a buscar un par de pesos, por quedarme aquí a hacer dembow y por conocimiento… Entendí que el conocimiento iba a ser más importante que el dinero que me iba a ganar en esa gira. Entendí que el conocimiento me iba a hacer más falta porque venía de Cuba con un montón de malos hábitos, con un desconocimiento del negocio brutal.

    Cuando llego aquí y veo esto, me parecía un video de rap americano. Y desde que entré por el primer callejón de La 42 me puse a rapear con esa gente. Me puse a improvisar, a rapear, pero ellos no me entendían. Si no me entendían, fallé. Y empiezo entonces a prepararme, a estudiar, a meterme para los callejones con los dominicanos; empiezo a hacer coro con ellos, a escucharlos. Les preguntaba: ¿qué significa esto?; ¿qué significa lo otro?; ¿por qué tú dices esto?  Y todo lo que me respondían lo apuntaban en el teléfono: «vaina se le dice a cualquier cosa». Luego se me fue pegando el acento y ya hasta que empecé a rapear y meterme al dembow. Y me salió bien porque me pegué en un año y tres meses. 

    Pero el primer año fue muy duro para mí porque estaba solo, y el cambio de ser famoso en mi país a venir aquí y no ser nadie. Eso me chocó muchísimo, empecé a sufrir de ansiedad, y fue terrible. Hasta que traje a mi pareja para acá y las cosas mejoraron. 

    ¿Qué fue lo que más trabajo te costó cuando estabas insertándote en el dembow?

    La jerga. Porque el truco es hablar mal. Por ejemplo, el cubano te dice mirar con la r, que está bien dicho, y aquí en RD solo dicen «mira», sin r. Tienes que hablar mal para que a ellos les guste y para que lo entiendan.

    ¿Qué te ha aportado el contacto con artistas dominicanos y con el dembow a tu propio estilo?

    El arte de manera general, ya sea la música, la pintura o la arquitectura, es un don.  Yo digo que eso es un núcleo que nosotros los artistas tenemos dentro como una bolita o un superpoder. Entonces, en mi caso, es algo que puedo moldearlo a la forma que yo quiera. Si quiero que esto sea un triángulo, va a ser un triángulo. Si quiero hacer dembow o bachata, entonces haré eso porque es un talento. Tú solamente tienes que moldearlo.  

    ¿Consideras que el reparto puede tener el mismo impacto internacional que el reguetón o el dembow?

    El reparto puede ser más grande que el dembow porque el reparto es música. El dembow, discúlpeme los dominicanos —ustedes saben que amo a RD y yo, de hecho, vivo en este país—, pero el dembow como concepto musical no es música.  Es más una sonoridad feliz, digámoslo así. Porque los bajos del dembowson desafinados; no tienen una escala métrica musical.

    Los sonidos de dembow son snares (tambor), son latas con key (clave) y con lo que inventa el productor; o sea, no es un concepto musical que tú puedas hacerle una partitura.  El reparto puede ser más internacional porque sí tiene música de verdad. Sin embargo, hasta ahora mismo el dembow nos va ganando.

    ¿Qué estrategias crees que necesita el reparto para cruzar fronteras?

    Yo pienso que lo único que le hace falta es tiempo. Más nada que eso. Tiempo. Hace diez años atrás se cantaba reparto y ahora Bebeshito está haciendo estadios y Daddy Yankee está haciendo reparto. Por este proceso pasaron todos los géneros; también el reggaetón o el dembow

    ¿Crees que la emigración cubana ha influido en el reparto?

    El cubano está en todas partes del mundo. Ya muchos cubanos no son ese usuario de YouTube que entra desde Cuba, ve tus videos… y eso no monetiza. No, ahora el cubano está afuera y está consumiendo tu música en Spotify o YouTube, y eso es un dinero que tú generas. Entonces la emigración ha ayudado muchísimo al género. También sucede que, si tú eres cubano y estás en una discoteca en Italia, vas a donde está el DJ y le dices: «Te voy a dar 20 euros, ponme esta canción». Esa canción que pediste es de reparto, y todos los europeos quieren saber qué es eso que suena.

    ¿Las tensiones entre Chocolate y tú marcaron una etapa importante del reparto? 

    La música de reparto es una música de calle y siempre van a haber esos encontronazos entre artistas, y de los fanáticos que también nos ponen mucho a chocar. Pero a mí realmente eso no me suma mucho. Me suma respeto hacia los fanáticos de él, que se dieron cuenta de que él no puede conmigo en ninguna fase que tú lo pongas. Pero eso no le suma género; al contrario, le quita. Porque estamos enseñando a los que vienen atrás que hay que crear una rivalidad, que yo tengo que ser mejor que tú, que tiene que haber un rey y un príncipe, y nada de eso está bien. Pero, a veces, a la gente tú tienes que darle lo que quieren y, hasta que no vi que los fanáticos de Chocolate se rindieron, no estuve tranquilo. 

    Muchachos que comienzan ahora, no se dejen guiar por tiraderas. Si la polémica no es cuadrada para buscar dinero, no le respondan a nadie, que eso no es progreso. 

    Si tuvieras que explicarle a alguien que nunca ha escuchado reparto por qué debe prestarle atención, ¿qué le dirías?

    Que es la mejor música del mundo. 

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    Tailyn de la Caridad Jiménez Sevilla
    Tailyn de la Caridad Jiménez Sevilla
    Periodista y feminista. Entre pedazos de Cuba y México.

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