No hubo, quizá desde Benny Moré, una voz y un carisma tan grandes en la música cubana, y nadie antes o después fue más célebre o más impactante, más reverenciado en todo el mundo que Celia de la Caridad Cruz Alfonso (1925-2003), «la Guarachera de Cuba».
A inicios de este mes, José Daniel Ferrer había anunciado públicamente —mediante una carta enviada desde su celda para que fuese transcrita en Facebook— su decisión de partir al exilio, tras décadas de militancia frontal contra el gobierno cubano, «para poner a salvo a [su] esposa e hijos».
Ni recursos suficientes, ni responsabilidad administrativa, ni previsión epidemiológica, ni genuina voluntad política más allá del histriónico voluntarismo de siempre.
Así había cantado antes en la Colina Universitaria (y el audio esta vez tampoco era el mejor, según contó luego gente del fondo), pero la clausura figurada y práctica de la función no deja de ser significativa en la Cuba post-11J.
«Cada vez está más normalizado este fenómeno», dice el fotógrafo. «Toda esa gente allá afuera [en redes sociales] con la idea de que aquí, a raíz del apagón, podía pasar algo parecido a lo de Nepal… Pues, en fin, nada más lejos de la realidad».
Tras 12 días, el prisionero político Duannis León Taboada, de 26 años, depuso este martes 29 de julio una huelga de hambre que llegó a titulares internacionales. Según trascendió en la prensa cubana independiente, permanece hospitalizado en la cárcel del Combinado del Este, en las afueras de La Habana.
No hubo, quizá desde Benny Moré, una voz y un carisma tan grandes en la música cubana, y nadie antes o después fue más célebre o más impactante, más reverenciado en todo el mundo que Celia de la Caridad Cruz Alfonso (1925-2003), «la Guarachera de Cuba».