Mientras que son ciertos todos esos momentos —y son muchos— en que Kirk traficó con un lenguaje detestable e ideas que atacaban directamente a grupos marginalizados, también es cierto que dijo, en un instante de lucidez: «Cuando la gente deja de hablar, es cuando surge la violencia. Es entonces cuando ocurre la guerra civil, porque empiezas a pensar que el otro bando es tan malvado que pierde su humanidad».
El gerrymandering es una práctica fundamentalmente antidemocrática. Su principal objetivo es poner los intereses de los partidos políticos por encima de los votantes, dinamitando el principio de igualdad de representación supuestamente garantizado en la Constitución.
No me acusen de nostálgico, el punto no es «antes fue mejor», sino repartir tareas. Las plataformas son excelentes para explorar y cartografiar; un dispositivo dedicado, en cambio, sirve para sostener la concentración. La alternancia es una estrategia y, en contextos de escasez documental, también una manera de entender el mundo.
Ahora mismo crece el número de voces demócratas —figuras tan disímiles como Buttigieg, Sherill, Slotkin, Gallego, Gluesenkamp Perez, junto al decano Bernie Sanders, la pionera de este movimiento, Alexandria Ocasio-Cortez, y la nueva sensación mediática, Zohran Mamdani— que abogan por una agenda pragmática-populista con la cual pueda sentirse identificada la mayor cantidad de votantes de cualquier afiliación política.