«Sentiríamos mucha rabia si viéramos a cualquiera de los represores de nuestros muchachos caminando en libertad por las calles de Estados Unidos», dice Betty...
Y ahí estamos todos —feligreses, prensa y curiosos—, a metros de Rivera Indarte. El mismo barrio que vio nacer y crecer a Francisco. Donde se formó en la fe católica. Dentro y fuera del recinto se llora mucho, como se llora la pérdida de un ser querido. La pérdida de un familiar cercano. Ese que iba a comer raviolis a casa los domingos, y te contaba historias.
«Geográficamente, Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como “llave” entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí, “por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares”».
Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.
Dijo en el debate televisivo, luego de una encerrona propia de una sitcom, que el Estado de Israel tiene derecho a existir en igualdad de derechos, pero lo han llamado antisemita solo por no hablar como un vulgar sionista y no comportarse en el debate como si estuviese corriendo para alcalde de Tel Aviv.