«Psicomagia: llevar a la razón la magia.
Sanar mediante acciones, no mediante palabras».
Jodorowsky.
A las siete y media de la noche del pasado 2 de septiembre,...
El pasado 18 de octubre se estrenó en España el documental Patria y vida: The Power of the music. Supongo que lo que me sacó del tedio de mi tarde de jueves y me propulsó al cine Vialia como un resorte, aquí en Málaga, fue buscar de nuevo la electricidad que nos agitó a todos los testigos de los movimientos de lucha y resistencia social de los últimos años en Cuba.
Volví a sentir la mirada inquisidora de mi padre clavada en el cogote cuando tuve que hacer un esfuerzo para recordar el número de relaciones sexuales que había tenido a lo largo de mi vida. Si bien de pequeña eran lícitos los disfraces de bailarina de Tropicana para los bailes del cole, en la adolescencia, por el contrario, mi herencia cubana me venía reprochada como un estigma.
Desde entonces ha habitado tres geografías chilenas: Ñiquén, Tirúa y Concepción. Tres climas, tres culturas, tres formas de aprender a «respirar». En Ñiquén, el frío seco le partía la boca. En Tirúa, el viento helado lo abrazaba junto al mar. En Concepción, encontró algo parecido a Santa Clara: bohemia, música, vida.