De cubano a cubano: ayuda humanitaria que alienta a un país

    «No es fácil llevar ayuda humanitaria en Cuba. Todo se complica: la falta de recursos, la logística, los trámites… pero seguimos porque la necesidad es más grande que los obstáculos», dice el escritor independiente Yasser Sosa Tamayo, quien recorre las calles de Santiago de Cuba para dar apoyo a quienes menos tienen. Tras el paso del huracán Melissa, las bolsas de comida y ayudas de cualquier tipo se multiplicaron en esa y otras provincias del Oriente cubano. «Aquí la gente comparte lo poco que tiene, y desde la diáspora llegan medicinas, recursos y voces de aliento. Esa unión es lo que mantiene vivo este proyecto y nos recuerda que no estamos solos», explica a El Estornudo.

    Sosa unió fuerzas con el periodista e influencer Guillermo Rodríguez Sánchez, quien ahora reside en México. Gracias a su coordinación, ciudadanos y algunos negocios privados de su natal Ciego de Ávila enviaron hasta 730 mil pesos en efectivo a personas afectadas en Santiago de Cuba. Fueron entregados, además, con la colaboración de otros cubanos, diez ollas arroceras, diez frijoleras, cinco ventiladores recargables, 30 sacos de arroz de 100 libras, 30 cartones de huevos, mil libras de azúcar, dos mil paquetes de salchichas, y mil 500 libras de ropa, zapatos y juguetes. «Todo fue entregado de forma gratuita durante tres días en Cayo Granma, el islote en la bahía de Santiago, donde cada habitante recibió alimentos y ropa. También en el municipio Guamá», asegura Rodríguez Sánchez.

    La donación también incluía cinco televisores de pantalla plana; entre ellos, uno a Duany Calzado Despagine, «Minguito», un cubano que se hizo viral en las redes sociales por una fotografía en que aferraba a su viejo televisor mientras el agua le daba por la cintura. Sosa localizó a Minguito y conversó con él juntos a los restos de su casa. Luego le llevaron un nuevo aparato y unos 20 mil pesos. Sosa, quien también se vio afectado por Melissa, habla de un peso en el corazón al ver tanto sufrimiento. Pero, enseguida, dice: «Saber que cada pequeño gesto ayuda, que cada mano extendida marca la diferencia, me llena de esperanza, y da fuerza para seguir».

    Por su parte, Mariuska Tudela Fonseca, quien desde hace casi dos años ayuda a niños con discapacidad y familias necesitadas, cuenta: «Aquí en Guantánamo [la provincia más oriental de Cuba], las afectaciones que hubo fueron en algunas viviendas como caída de techos parciales o totales, paredes, algunas casas se cayeron completas, pero por estar en mal estado, no fueron cosas graves». Desde que comenzó su labor humanitaria, ella usa las redes sociales para conectar a cubanos dispuestos a brindar la mano a sus compatriotas. 

    Redes sociales para hacer el bien

    Tudela Fonseca, conocida en Facebook como Mary Canela, recuerda que los inicios su «fundación benéfica», bautizada «Dios es Amor», fueron bastante difíciles porque no era muy conocida en redes sociales. Comenzó desde cero, con las pocas cosas que donaban las personas que la conocían. Para ella la obra que hace es producto de revelaciones en sueños: «Me encontraba haciendo la obra de amor que realizamos; esto sucedió tres días consecutivos», cuenta. «Tuve que sentarme con personas que pudieran discernir el mensaje y la orientación que Dios me estaba dando y así comenzó esta linda obra de infinito amor. Esos sueños no cesaron hasta cuando se creó el grupo».

    Graduada en Educación Especial en la Universidad de Guantánamo, Tudela gestiona el grupo de Facebook «Dios es Amor». Fundación Benéfica para Niños Discapacitados en Guantánamo y la página Dios es Amor el Padrino. Gracias a las redes sociales, el año pasado fueron atendidas familias. Al principio se ocupaban de todo tipo de casos vulnerables, pero ahora la prioridad son los niños enfermos. «Estamos haciendo un censo en la provincia Guantánamo para darles atención y seguimiento a los casos más críticos… con énfasis en los niños con parálisis cerebral infantil», explica.

    Guillermo Rodríguez Sánchez comenta a El Estornudo que nunca imaginó el alcance que tenía con su perfil de Facebook hasta que un día pidió una pomada para un niño que estaba ingresado en el Hospital Antonio Luaces Iraola de Ciego de Ávila. «Lo que yo estaba pidiendo, un tubito de pomada, se convirtió en que las personas donaron una barbaridad: 50, 60…». Ahí se dio cuenta de que era grande el potencial para ayudar a las personas. Luego fue una batidora, una olla arrocera, un refrigerador: «Y a los cuatro meses», dice, «ya era una casa para una persona con todo adentro».

    Ahora que ya no está en Cuba, Rodríguez Sánchez cuenta en Ciego de Avila con el doctor Reinaldo Verona Bonce para hacer averiguaciones en los barrios de las personas que escriben con necesidades. «Hasta ahora todos los beneficiados son totalmente merecedores de la ayuda», afirma; «son personas honestas que han llegado a situaciones de desamparo crítico por la situación que hay en el país, o que no los han atendido en ninguna instancia del gobierno. Han luchado por salir adelante y han hecho todo lo posible, pero desgraciadamente la situación socioeconómica del país se los ha tragado. Sencillamente no pueden».

    Yasser Sosa Tamayo usa las redes sociales para visibilizar a personas en situaciones críticas y provocar cambios en la sociedad. Dice que eso genera conciencia y, a su vez, inspira a otros. Ha visto, dice, cómo algunas organizaciones religiosas se han motivado a actuar gracias a sus posts en Facebook. «Lo que hacemos no solo ayuda en el momento, sino que más manos se suman, más corazones se sensibilizan y la red de solidaridad crece». Y hay más historias de cubanos que se le han quedado clavadas en el pecho y quiere que salgan tal y como las vivió; es decir: «Sin adornos, humanas, rotas y a la vez llenas de dignidad».

    A Orlando Barthelemy, un titiritero del teatro de títeres Guiñol, lo encontró sobreviviendo en un cuartucho sin luz ni agua. Vicente, un hombre discapacitado y sin familia, vivía en total abandono hasta que la red de solidaridad lo localizó y empezó a apoyarlo. «Mi profesor de Química, Manuel, de 79 años: lo encontré dormido en la calle, con su bolsa de pertenencias y esperando poder cobrar una pensión que no alcanza», recuerda Sosa Tamayo. «Ver a quien me enseñó a pensar convertido en sombra, fue una bofetada moral: la negligencia social existe y duele en carne propia. Esa noche le di comida, cobijo y la promesa de buscar ayuda».

    Él deja claro que no se trata de estadísticas: son nombres, olores, manos temblorosas y sonrisas que se apagan. «Me enseñaron que la ayuda humanitaria no es un gesto aislado, sino una cadena de favores que tiene que mantenerse viva todos los días. Esa red de gente anónima que responde es lo que confirma que, aunque el sistema falle, la humanidad persiste», dice.

    Ayuda humanitaria en la Cuba «solidaria»

    Rodríguez Sánchez no solo ha logrado que cubanos necesitados se beneficien con recursos materiales y medicamentos. Tres niñas con insuficiencia renal crónica, sin posibilidades de mejoría en Cuba, pudieron viajar para recibir tratamiento en Brasil gracias a campañas impulsadas en GoFundMe. Se reunieron más de diez mil dólares en cada caso, y la buena noticia se conocía una vez que las menores y sus madres estaban ya en el avión. 

    Cuando vivía en Cuba, el influencer fue citado dos veces por la Seguridad del Estado. Asegura que se limitaba a decir: «¿Dónde hay un delito en lo que estoy haciendo? No tengo nada que hablar con ustedes. Cuando haya un delito en lo que estoy haciendo, sencillamente van y me buscan a mi casa, y métanme preso». 

    Lamenta que, mientras en cualquier otro país hay ONGs, iglesias y asociaciones de diverso tipo que ayudan a la gente, más allá de las estructuras del propio Estado, las autoridades en Cuba ven esto con malos ojos. «Ya sabemos la causa: todo lo que huele a personas organizadas, a personas espontáneamente ejerciendo la solidaridad, y que no sea controlado, orientado por el CDR [Comité de Defensa de la Revolución], ni por ningún dirigente, ni por ninguna organización de masa… eso siempre ha molestado y va a seguir molestando», dice, y repara de inmediato en «la solidaridad» oficial ejercida a lo largo de los años por el gobierno cubano con otros países: «Y hoy mira la situación grave, crítica, desastrosa que tenemos en Cuba».

    Desde Santiago, Sosa Tamayo señala que a veces ha habido tensiones con las autoridades: «Porque nuestro trabajo visibiliza realidades que muchos prefieren ignorar. Cuando ayudas a los más vulnerables y haces que sus historias se escuchen, algunas puertas se cierran, algunas miradas se endurecen», dice. Sin embargo, ese nunca ha sido un obstáculo insalvable. «La solidaridad, el acompañamiento a quienes sufren, no se detiene por barreras: seguimos porque la humanidad y la justicia pesan más que el miedo o la indiferencia». 

    A su vez, Mariuska Tudela Fonseca asegura que jamás ha tenido ningún problema con las autoridades en Guantánamo. Trata siempre de conducirse correctamente y, cuando sube a las redes algún caso que tienen que resolver ellos, lo ha hecho con respeto y con la verdad. 

    Por eso también le duele que algunas personas hayan cometido estafas. «Hay algunos que usan este tipo de obras con otros fines, entonces las personas desconfían y dudan de todos los que realizamos esta labor y están en todo su derecho».

    «Lo más gratificante en nuestro quehacer es el agradecimiento con lágrimas de felicidad de muchas familias», confiesa la guantanamera. «Créeme que es lo más hermoso que podemos recibir a cambio. Esa alegría que dejamos en cada familia que encontramos sumida en la tristeza y la desesperanza. Escuchar esas sonrisas de los niños, disfrutar las emociones cuando ven la donación, es algo que no tiene precio».

    En cuanto a las estafas, Rodríguez Sánchez reconoce que se han dado, y por eso es transparente con lo recaudado. «Yo soy el puente comunicador. Todas las personas que vivimos en sistemas capitalistas sabemos lo que cuesta generar dólares, euros», dice. Cuenta con donantes que trabajan en la carretera en Estados Unidos; otros se dedican a poner techos… Ninguno es millonarios. «Esto es una gota de alivio en un mar de necesidades. Es doloroso, es frustrante en ocasiones, pero hay que pensar que es mejor hacer algo y cambiar el mundo a alguien, sobre todo a niños enfermos que están totalmente desamparados. Siempre va a ser mejor eso que no hacer nada».

    Dice Sosa Tamayo que quiere hacer un libro sobre la ayuda humanitaria en Santiago. Un libro sobre la gente que está detrás: «los que luchan, los que sonríen a pesar del dolor, los que extienden la mano sin esperar nada a cambio». Cree que Cuba sigue siendo un país lleno de gente solidaria y que la solidaridad no puede ser solo un eslogan. «La verdadera solidaridad se demuestra en hechos concretos», sostiene: «está en quien comparte lo poco que tiene, en quien se detiene a tender la mano, en quien se involucra aunque las circunstancias sean difíciles».

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