Dicen que vieron a Doraiky, pero resulta que ninguna de esas veces fue a ella a quien vieron. Alguien se encontró con una mujer, de tez morena y pelo cano, sentada en un parque de Bella Vista. «Me le paré enfrente y no era ella». En una guagua de Santa Clara a Holguín, otro divisó a una señora casi idéntica, un poco desmejorada, pero con gran parecido. La señora era de La Habana y estaba perdida. «Se la llevamos a la jefa de turno de la terminal de Holguín, pero nos dijo que esa no era ella». Un tercero supo de una mujer que dormía en un banco en San José de Las Lajas, que aseguraba ser de Lawton, padecía demencia y cuya semejanza era innegable. «Hubo quien averiguó, pero nada, tampoco era ella».
Doraiky no aparece. Maura Vázquez, su madre anciana, quien trabajó como enfermera por más de cuarenta años, sale cada semana a recorrer los hospitales, las terminales de ómnibus, las piqueras de taxis, cada parque, cada plaza, cada calle o esquina habanera donde Doraiky pueda encontrarse. La acompaña una ficha plastificada que se cuelga con un cordel del cuello, y en la que imprimió datos que dan pistas de quién es su hija: una mujer de 48 años, de 1.68 cm de estatura, 65 kilogramos y pelo canoso. Maura la busca con la cara desencajada, como cualquier madre que tiene la misión de encontrar a su hija y llevarla de vuelta al hogar. ¿Dónde está Doraiky? ¿En la casa de un vecino, como especulan algunos? ¿Secuestrada por un desconocido, como piensan otros? ¿Se fue con las olas del mar? ¿Recordará el camino de regreso? ¿Sigue viva?
Doraiky se marchó el 15 de marzo de 2025. La gente quiere que aparezca, porque el día en que la encuentren, o que entre caminando por la puerta de la casa de Diez de Octubre, de donde salió, habrá estado a salvo una mujer más entre todas las desaparecidas de Cuba.

***
Está «desorientada mentalmente», pero «no es agresiva», ha aclarado su madre. Salió de casa con un vestido desgastado, amarillo y de flores rosadas, y unas sandalias negras con una franja roja. La última vez que alguien la vio, desandaba como un espectro la Calzada de Diez de Octubre. Ni sus dos hijos, ni su esposo, ni nadie en la familia sabe exactamente qué le pudo haber sucedido.
Hace unos meses, su madre Maura le escribió una carta para que se la hagan llegar, o para que la lea ella misma si un día aparece:
Querida hija,
Cada vez que miro tus fotos me llegan a la mente recuerdos tuyos, desde el primer momento en que supimos que venías en camino y eras una niña. Nuestro corazón saltaba de alegría. Inmediatamente elegimos tu nombre, no tuvimos que pensar mucho para elegirlo. Me aferro a esos recuerdos, que me llenan de amor y fuerzas para continuar en tu búsqueda (…) Fuiste perdida sin poder encontrarte. Quiero que sepas que mamá siempre estará aquí, sacando fuerzas y coraje hasta poder encontrarte. Que habrá mucho tiempo para platicar, pues no será fácil para ti nuestro encuentro. Con ayuda siempre del que nunca nos ha fallado, Dios a nuestro lado, saldremos adelante. No tengas temor, te prometo que todo estará bien. Nos veremos muy pronto hijita de mi corazón. Atte. Tu mamá.
***
Al inicio costaba creer que Doraiky —sonriente y tremendamente bella, como luce en cada una de las fotos que acompañan su búsqueda— no fuera a ser localizada de un momento a otro, y contara dónde pasó los días y las noches. Pero han transcurrido siete meses y ya integra la lista de mujeres desaparecidas en Cuba. En 2024, los registros del Observatorio de Género de Alas Tensas (GOAT) anunciaban la cifra de 28 desapariciones de mujeres y niñas en un país donde el gobierno ha evitado aceptar que hayan desaparecidos, término que, en la retórica oficial cubana, encaja mejor en otros contextos, no en una isla diseñada hace más de medio siglo para habitar al margen de la violencia del continente. El número, sin embargo, es un subregistro. El gobierno no exhibe la cifra oficial de mujeres que no han transitado el camino de retorno.
Yanelys Núñez Leyva, coordinadora de OGAT, asegura que las autoridades cubanas, en su afán de maquillar los hechos, «no usa el término desaparecida, sino ausente del hogar, ese eufemismo». «Ellos han alegado varias veces que en Cuba no hay desaparecidos», sostiene. Su organización, sin embargo, ha contabilizado 19 desapariciones de mujeres y niñas hasta septiembre de este año, de las cuales 15 aparecieron con vida, a pesar de que se ha comprobado que muchas de las desapariciones derivan en feminicidios, una palabra (y una realidad) que el gobierno cubano tampoco asume, a pesar de que, en lo que va de año, la organización registra 31 mujeres muertas, en su mayoría a mano de parejas o exparejas.
Las investigaciones independientes han ido caracterizando el fenómeno de las desapariciones de mujeres y niñas en el país: en 2024, las edades oscilaron entre 3 y 75 años, y las edades más comunes entre los 11 y los 16 años. La desaparecida más pequeña se nombra Lali Paola Moliner, de tres años, vista por última vez junto a su madre en febrero del año anterior, saliendo de la casa en el reparto Bahía. La desaparecida más longeva es Esperanza Cabrera Melvin, de 75 años, una maestra jubilada a quien vieron el 19 de diciembre de 2024 en el municipio de Colón, en Matanzas, y nunca nadie más la ha vuelto a ver.
Más allá de las denuncias que han hecho los familiares, las organizaciones independientes, los activistas y la ciudadanía, los rostros de estas mujeres no circularon ni en los medios de alcance nacional, ni sus fotografías fueron distribuidas en cada barrio, ni los familiares fueron informados debidamente de protocolos concretos enfocados en su búsqueda.
***
El pasado mes de junio, Maura Vázquez volvió a sacar su cartel y, hastiada de no dar con el paradero de Doraiky, dijo públicamente: «Responsabilizo al gobierno cubano si a mi hija le pasa algo». Cansada de pedir ayuda «en todos los niveles», la señora abogó por intensificar la búsqueda, consciente de que en los últimos tiempos en Cuba hay mujeres que demoran una semana en regresar a casa, y otras que no han regresado nunca más. «La familia la busca desesperadamente, la madre, sus niños, su padre y esposo tienen mil preguntas sin respuesta y un dolor desgarrador, quisiéramos saber algo al respecto», pidió Maura en su cuenta de Facebook. «No es admisible que se ponga en segundo plano la vida del ser humano».

No fue hasta después de cuatro meses de la desaparición que el Canal Educativo se hizo eco del caso de Doraiky en sus redes sociales, pero el gobierno aún no ha emprendido una investigación que pueda acercar a los familiares a su paradero. Según Núñez Leyva, coordinadora de OGAT, existe una gran «inmovilidad institucional para implementar protocolos de búsqueda efectivos, para acompañar a las familias, para informarles, para ofrecerles ayuda psicológica, económica y jurídica para enfrentar estas pérdidas».
A causa de la desprotección institucional, las organizaciones independientes han categorizado las desapariciones como situaciones violencia que sufren las mujeres y niñas en el país. Dicha violencia empieza desde el momento en que los familiares llegan a las estaciones policiales a realizar las denuncias. «Si van antes de las 14 horas a la policía, a veces no las reciben porque es poco tiempo, cuando se trata de mayores de edad», dice la activista. «En general, a los familiares se les da muy poca información sobre los casos. Tampoco hay alertas en los medios nacionales ni servicios de telefonía que lleguen a todo el país en las primeras horas, que son cruciales para las desapariciones, como está establecido en los protocolos internacionales».
Las redes sociales son, cada día más, el escenario de estas denuncias, además de las iniciativas independientes que han impulsado alertas de búsqueda. La activista y periodista Marta María Ramírez fomentó la activación de alertas para mujeres desaparecidas, como la #AlertaYeniset, que heredó el nombre de Yeniset Rojas Pérez, una joven de 33 años que desapareció en 2021 en Ranchuelo, Villa Clara, y apareció sin vida dos años después. Para casos de desapariciones de niñas, niños y adolescentes, la activista propuso la #AlertaMayde, en memoria de Maydeleisis Rosales, una adolescente de 16 años que desapareció en 2021 en Centro Habana y de la que aún no se tienen noticias.
***
Maura ha distribuido varios números telefónicos, en caso de que alguien vea a su hija. El 76039226. Si nadie responde, el 50255751. Si aun así no comunican, el 56949667. O pidió intentarlo con el 59696001. El fin es encontrar a Doraiky. Hace poco, Maura salió de noche a ver si por casualidad su hija estaba recorriendo alguna calle de La Habana a esas horas. Pero buscando una desaparecida se encontró otra. La señora, mayor, «deambulaba» en una parada frente al Hospital de Emergencia de la calle Carlos III, el lugar donde duerme con frecuencia.
La señora padecía trastornos mentales, uno de los rasgos que tienen en común muchas de las desaparecidas en Cuba, a quienes afecta la ausencia de medicamentos para estabilizar su salud mental, en medio de una crisis donde escasean el 70% de los fármacos. Maura, quien sabe bien lo demoledor que es buscar a alguien y regresar a la casa sin haberla encontrado, hizo una denuncia en Facebook con el fin de que llegara a algún conocido de la señora. Luego dijo una verdad, como solo puede hacerlo quien lo ha vivido: «Realmente es doloroso tener seres queridos en la calle». De Doraiky no se sabe nada, pero su madre se mantiene buscándola por La Habana entera.