Psicomagia. Notas de una noche en el teatro con Alejandro Jodorowsky

    «Psicomagia: llevar a la razón la magia.

    Sanar mediante acciones, no mediante palabras».

    Jodorowsky.

    A las siete y media de la noche del pasado 2 de septiembre, dos filas inundan la pequeña plaza a la entrada del teatro Cervantes en Málaga. Subo cuatro pisos por las escaleras y me acomodo, exhausta, en la primera tabla de madera del Paraíso. Más bien, Palomar. Mi amigo no pudo venir y yo vine sola porque sabía que no me perdonaría perderme el acto del viejo maestro Zaratustra en la ciudad. El gran mago de la semiótica Alejandro Jodorowsky.

    Voy advertida de antemano. Juanma me ha dicho que tenga paciencia, que tome en cuenta que se trata de un señor de 96 años y que tiene mucho de improvisación. De camino, en el autobús, imploro por sentirme cómoda durante la aventura de bajar un martes al centro después de trabajar. El teatro es un espacio que todos tenemos derecho a ocupar, me repetía, ocupa tus espacios. De todas maneras, vengo con la intención de tomar apuntes y asistir a una clase magistral. 

    Últimamente mis intereses investigativos se sienten atraídos por las alegorías y el inconsciente colectivo de Carl Jung. En mis ratos creativos trato de armar un lenguaje de curación universal que salve a la palabra «resiliencia» del cinismo capitalista posmoderno. Días antes había publicado en mi muro de Facebook:

    «Los artistas se empeñan en mostrarnos que todo está conectado, pero no les hacemos mucho caso. El arte es un puente. Una cuerda a la que agarrarse que alguien ha dejado, deseando que a alguien le sirviese. El arte colectivo no es lo que se da, sino lo que se deja. Cómo viste las cosas cuando llegaste y cómo están ahora que te estás yendo. Es el lenguaje universal de curación. Pensar en quien viene detrás y honrar a quien te tendió la mano cuando estabas en el suelo en la calle.

    »La metodología del trauma nos lleva a un callejón sin salida con el psicoanálisis. La obsesión con la palabra alimenta lo que Boris Cyrulnik llama la «reescritura del trauma»: la repetición compulsiva de la elaboración de relatos que tratan de expresar el dolor. La ausencia de heridas y de sangre dificulta el diagnóstico del mal que los aflige. La narración neurótica entretiene a la razón, pero no trata ningún síntoma. Ya sé lo qué me pasa, y ahora, ¿qué hago con todo este sufrimiento? Se preguntan los consultantes de Jodorowsky.»

    A la espera de entrar al teatro Cervantes en Málaga / Foto: cortesía de la autora
    A la espera de entrar al teatro Cervantes en Málaga / Foto: cortesía de la autora

    La palabra hace de espejo, pero solo habla para la mente. La emoción, que se aloja en el cuerpo, no entiende su idioma. La herida en la lengua, lo llama Chantal Maillard, quien mantuvo correspondencia con María Zambrano. Zizek recomienda encomendarse a causas mayores que uno mismo, una vez terminada la absurda autobiografía del ego.

    Son las ocho y cinco y estoy entretenida observando a las personas a mi alrededor, cuando el segundo saludo de la chica de al lado me saca de mi ensimismamiento.

    —¿De dónde vienes?

    —Yo de aquí, vivo en Málaga. ¿Y tú?

    —Nosotros de Cuenca.

    —¡Pues sí que os tiene que gustar Jodorowsky!

    Me sorprende la facilidad con la que entablamos conversación dos perfectas desconocidas. Mi interlocutora siente curiosidad. «¿De qué conoces a Jodorowsky?», pregunta. Ella lo había encontrado escuchando podcasts, yo investigando sobre el tarot y la quiromancia. Había sido maestro de un reconocido quiromántico y de un chamán de la selva que regresó a su ciudad en Chile y creó una terapia para la adicción, respaldada por su investigación antropológica con los chamanes y ancianos de la selva. Si se trataba la adicción como una herida del alma, los pacientes tenían la oportunidad de recuperarse. 

    Dibujos de la autora

    Estamos en el Paraíso los estudiantes, amigas, buscadores, frikis lectores desempleados, jóvenes, curiosos y traumatizados, juntos en el mismo sitio. La escucha del documental se ve interrumpida por pequeñas reyertas en la oscuridad de las tablas, si alguien levanta la voz o brilla una pantalla. La gente se manda callar y discuten. Hay amenazas, y algunos se ven obligados a abandonar la sala, como en el colegio. El precio de la entrada varía según la distancia. Cuanto más lejos del escenario y más incómodo el asiento, más precariedad económica tiene el espectador.

    «Dice Cortázar que vio a los cronopios por primera vez en la neblina, sentado en un teatro de París, después de un concierto de Stravinsky, desde las filas de atrás. No tenía dinero para verlo de cerca, solo para escucharlo y verlo de lejos», le diré irónicamente a mi novio Iván, cuando le cuente la crónica por teléfono, antes de dormir. «Ustedes eran los cronopios y los de abajo los terrenales. Los marcianos están más cerca del cielo», se reirá mi novio.

    El público rompe a aplaudir. Hay tres sillas dispuestas para el moderador, el maestro y la artista Pascale. En el documental vemos ejemplos de sus prescripciones psicomágicas y el seguimiento a sus consultantes, como una boda en un cementerio, un salto al abismo en paracaídas, derramamiento de leche, pintar el cuerpo de negro o dorado, destruir simbólicamente objetos para liberar la rabia, cargar con una cadena caminando por la calle, ser testigo de cómo unos buitres comen carne sobre tu cuerpo, separado de ellos por la tierra, aconsejar a las mujeres realizar autorretratos con la sangre de su menstruación para integrar su parte femenina…

    Es un lenguaje relacional. El inconsciente usa un lenguaje literario que solo se puede curar con actos. Mediante sus ritos, Jodorowsky despierta a los arquetipos ocultos en el inconsciente del paciente y los pone a rodar, para que el cuerpo pueda darle un espacio a cada emoción reprimida. En el gran teatro del mundo, todos cumplen su papel. Cada acción simbólica le da al cuerpo una dimensión para expresarse. Cuando se libera, el cuerpo baila una suerte de danza meditativa contemporánea. «El cuerpo lleva la cuenta», en palabras del Dr. van der kolk.

    Según el documental, la psicomagia le ha devuelto el habla a un tartamudo, un propósito de vida a una octogenaria enfurecida, la paz a una familia con dos hermanos enfrentados por el amor de una madre, la liberación de los prejuicios y las máscaras al salir del armario a un paciente homosexual, el amor propio a una paciente con depresión severa que nunca había sido hija de sus padres, la vida a un hijo abusado por su padre, la independencia a una pareja apegada en crisis, el sentido de la vida a los afectados por un duelo… 

    Dibujos de la autora

    «Si a Jodorowsky se le va la mano en el jueguito suyo, no le pasa nada», dirá mi novio Iván. Tiene razón. Por menos, una persona acaba en el hospital. Yo misma había puesto en práctica la psicomagia sin querer y había acabado ingresada en urgencias. 

    Son las once de la noche y solo quedamos los locos. El público ha ido menguando desde que empezó el documental. Unas señoras a mi espaldan comentan: «Esta gente está muy loca». De vuelta a casa, escucho algunas críticas en el autobús. Un espectador de más de cuarenta años recuerda el cómic ilustrado por Moebius de Jodorowsky, El Incal. Su cariño por la obra le hace perdonar los desvaríos de un abuelo demente. Unas amigas comparten sus traumas y los casos con los que se identificaron, han vivido una catarsis. Yo escribo mis apuntes de clase en el móvil: «Suelta el psicoanálisis y cállate un momento. No fuerces las palabras, el trauma se expresa con el cuerpo. Si nos conectamos, la paz será gratis».

    Ritual psicomágico: Viajar al centro de la tierra con los brazos, topar y levantar las palmas de los pies con las manos para que puedan ver el cielo. Nadie ha vuelto de un viaje al centro del universo ni al centro de la Tierra. Recordarle al alma, al regar un árbol, que no está sola. Y que disfrute el tiempo que le quede.

    ¿Hay vida después de la muerte? Su enfoque muestra que es una fantasía que no descarta que la realidad sea un continuum. Psicomagia: llevar a la razón la magia. Sanar mediante acciones, no mediante palabras.

    Le escribo a Juanma un mensaje contándole mi experiencia: «Es una tortuga! Me quedo con el Jodorowsky tierno que acompañaba a las personas en su dolor y las convencía para que hicieran cosas extrañas y se liberasen. Como un guía que te hace transfusiones de aire y te abraza cuando estás roto. Su psicomagia es una especie de artivismo. El truco final del psicomago es que nunca hubo un solo mago. No es uno, son dos. Pascale había conseguido contener todo el universo que Jodorowsky no podía sostener solo. El arte de la psicomagia de Jodorowsky es una pieza a cuatro manos con Pascale». 

    El que entendió, entendió. 

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