El primer grupo de migrantes llegó aquí hace cinco años, y había gente de cada rincón del mundo. No se conocían de nada, pero los unía casi todo: haber huido de la guerra, la miseria, el crimen organizado o la persecución política; haber viajado miles de kilómetros hasta la Ciudad de México. Y, sobre todo, los unía un deseo: llegar a Estados Unidos.
Un pequeño grupo de seis migrantes cubanos avanza por una carretera desconocida, bajo el cielo ardiente de una mañana de enero de 2023. No ubican a nadie más y no saben cuánto tiempo falta para llegar a su destino...
Le parece que ha perdido lo único que era realmente suyo y que no pudo meter en la mochila con que subió al avión. Algo intangible. Inexplicable. Algo que no puede compartir con los de acá, que esperan agradecimiento, ni con los de allá, que la envidian tanto.
Quedan muy pocos acuáticos en Viñales y, en rigor, presentan modos de vida que distan bastante de las prédicas de Antoñica Izquierdo. Sin embargo, ellos reivindican su identidad; no pueden evitar cierta nostalgia por los tiempos en que vivían en comunidad y veneran con devoción religiosa a la curandera de Los Cayos de San Felipe. Puedes notar la emoción en sus palabras cuando narran los milagros de los que sus padres y sus abuelos fueron testigos.