Los caminos de tantos sufrientes vienen a cruzarse aquí este 17 de diciembre, y esa trémula comunión en el infortunio y, sobre todo, en el anhelo de mejores días hacen de El Rincón, quizá, no un punto de excepción sino de énfasis en la Cuba actual.
Si bien en la Casa de Tomás se reciben a los viajeros de forma incondicional, es tradición en el excursionismo cubano llegar con alguna donación. Es conocida la dura situación del campesinado cubano, así como la dificultad de acceder a determinados productos y utensilios en comunidades tan intrincadas.
«No es porque te veas criatura / Pero tienes que saber / Que hay dos cosas seguras / Que es la muerte y la vejez. /Por la plata no te alegres / Que tienes que comprender / Que nunca la plata puede / Con la muerte y la vejez».
Es casi unánime la opinión de que el colapso eléctrico ocurrido en Cuba a partir del 17 de octubre —que paralizó al país en toda su extensión y sumió en las tinieblas a una población ya extenuada por innumerables penurias— sería un síntoma extremo de la crisis multidimensional, endémica que enfrenta la isla desde hace más de 30 años.
A inicios de este mes, José Daniel Ferrer había anunciado públicamente —mediante una carta enviada desde su celda para que fuese transcrita en Facebook— su decisión de partir al exilio, tras décadas de militancia frontal contra el gobierno cubano, «para poner a salvo a [su] esposa e hijos».
Ni recursos suficientes, ni responsabilidad administrativa, ni previsión epidemiológica, ni genuina voluntad política más allá del histriónico voluntarismo de siempre.