Había gente yendo todos los días al bar Toñita desde que el pasado 5 de enero Bad Bunny lanzara su último, extraordinario álbum DeBÍ TiRAR Más FOToS, porque sabían o intuían que el artista pasaría por allí en algún momento. Ocurrió justo una semana después, apenas un día antes de que se presentara en The Tonight Show, el popular programa de NBC conducido por Jimmy Fallon.
El Caribbean Social Club, que todo el mundo conoce por el apodo de su matriarca, está ubicado en Los Sures, a los pies del East River, una zona de Brooklyn hoy codiciada y gentrificada, pero que hace cincuenta años, la fecha en la que María Antonia Cay, Toñita, abrió el negocio, pertenecía a los puertorriqueños de clase baja.

Todo ha cambiado en el barrio, pero el bar permanece, a pesar de los constantes intentos de desalojo a los que ha estado sujeto. La comunidad que allí se reúne ha salido a defenderlo en las afueras de los juzgados, y es probable que, dado el carácter de culto que ha adquirido en los últimos años, por lo pronto no lo vayan a tocar. O al menos no puedan hacerlo.

El techo es bajo, el patio estrecho, una victrola cargada de sonoridad caribeña, las cajas de bebidas amontonadas en las esquinas, y de las paredes cuelgan banderas, afiches, retratos, pinturas, rosarios, un revoltijo de íconos populares. Muchas veces la gente no cabe, pero el sitio jamás cierra, lo que te enseña que siempre en cualquier parte caben más. En medio del salón principal, si así podemos llamarle, hay una mesa de billar y otra de dominó. Aunque la decoración remite esencialmente a Puerto Rico, no hay en sus noches mayor presencia de puertorriqueños que de otros latinoamericanos.

Si la gentrificación no ha podido con Toñita, tampoco lo ha hecho lo que podemos calificar como la otra cara de la moneda, es decir, la atención pop que suelen recibir los escasos lugares auténticos que resisten la ofensiva del capital inmobiliario en las viejas zonas industriales de tantas ciudades estadounidenses. Si no te gana el monopolio, te gana el espectáculo. O arrasan contigo o te fetichizan.
En 2022, Bad Bunny celebró en Toñita el lanzamiento de su álbum Un verano sin ti. Madonna y Maluma filmaron un video clip en el bar, J Balvin pasó alguna vez a conocerlo, y The New York Times publica reportajes sobre el acto de perseverancia y voluntad que significa el sostenimiento de un lugar así contra viento y marea. Sin embargo, hay aún cada día, servidos en una mesa que nadie atiende, arroz con gandules y alguna carne para quien tenga hambre. La cerveza cuesta tres dólares, lo que en Nueva York es casi un regalo. Solo Jimmy´s Corner, un tugurio magnífico de Time Square que en realidad queda a mitad de cuadra, tiene precios similares.

Este domingo en la noche, justo para tomarse una cerveza antes de seguir camino a su casa, caía en Toñita el fotógrafo cubano Arien Chang. Ahí estaban ya las congresistas Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio- Cortez, y poco después llegaba Bad Bunny. Hubo una rumba inmediata, y en el gentío un chico con un conejo blanco de mascota.

¿Por qué la gente sospechaba que en algún punto Bad Bunny visitaría Toñita? Tenemos pistas. Ya lo había hecho antes, y en «NUEVAYol», el tema con que arranca el álbum, menciona al bar. Pero quizá haya una razón aún más poderosa, y es la relación vital entre este antro latinoamericano y DeBÍ TiRAR Más FOToS, algo que las fotos de Chang captan con rigor y también con desparpajo.

Toñita es abigarrado y febril, un hueco barroco y pendenciero, desbordado de caras mestizas; todavía el bar del pueblo. Por su parte, DeBÍ TiRAR Más FOToS, una joya política y estética, ha conectado el dolor con el deseo, el despecho con la insurgencia, y ha devuelto al ruedo a un artista que no se dejó deslibidinizar. Como nos ha dicho alguien, hay aquí un triunfo de la Razón Tropical.



