A Bill Clinton le gustaba de decir que «los demócratas se enamoran, los republicanos cierran filas» (Democrats fall in love, Republicans fall in line). Este adagio ha sido una víctima más del paso del ex-presidente y candidato republicano Donald Trump por la política de Estados Unidos.
Está por ver si Vance ayuda a Trump a matizar su lenguaje, dejando los insultos y apelando a un público más amplio con el tema económico, el cual maneja muy bien, o si Walz resuena entre las audiencias rurales y suburbanas que fueron clave para que Biden ganara en 2020, además de consolidar el voto anti-Trump.
Si Kamala Harris opta por ofrecer soluciones tecnocráticas como Hillary Clinton, dará la impresión de ser otra elitista recetándole al pueblo lo que debería hacer. Si, por el contrario, toma una página del populismo optimista de Obama y demuestra que puede escuchar y responder a los problemas con una visión unificadora, podrá replicar una coalición de minorías y moderados y será, en enero de 2025, la primera mujer presidenta de los Estados Unidos.
Harris, de ascendencia hindú y jamaiquina, tiene ahora la posibilidad de hacer historia, no solo rompiendo el tabú sexista de la política estadounidense, sino además convirtiéndose en la segunda persona afroamericana que llega a la Presidencia.
Es cómodo e igualmente equivocado decir que se trata de hechos aislados o excepciones dentro del sistema, ignorando el deterioro de las normas políticas y el auge de la retórica incendiarias en el país. Al contrario, la historia norteamericana muestra que la violencia política —cuatro presidentes y un candidato presidencial han sido asesinados, mientras que un presidente y dos candidatos han sobrevivido otros intentos— ocurre en momentos en que la hostilidad alcanza niveles extremos.
La hipocresía inherente en las protestas sobre la comparación hiperbólica entre Trump y Castro suena hueca cuando viene de los mismos sujetos que constantemente asemejan a sus oponentes políticos con los regímenes de Cuba o Venezuela.
El pasado 24 de junio, el activista y científico cubano Oscar Casanella acudió a su audiencia final de asilo político en la Corte de Inmigración de Miami, y luego de varias horas de sesión, desde la mañana hasta la tarde, el juzgado no emitió ningún veredicto. Según trascendió a través de sus abogadas, Kenia García y Eliany Aquiles, la jueza emitirá por escrito la decisión final el próximo 11 de julio, luego de recibir un sumario o resumen del caso por parte de la defensa.
El gobierno de Estados Unidos actualizó esta semana el Memorando Presidencial de Seguridad Nacional NSPM-5, lo que reafirma la política de la Administración Trump en el endurecimiento del sistema de sanciones para «fomentar una Cuba libre y democrática».