El retorno triunfante de Donald Trump, y el modo en que cambie el rumbo del país, especialmente si sus aspiraciones autoritarias no pueden ser refrenadas por las instituciones políticas, será ahora el principal legado de un presidente que se creyó excepcional.
Hasta ahora, los demócratas habían evitado el error de Hillary Clinton de clasificar a los partidarios del otro bando como «deplorables», pero el presidente Biden los llamó «basura» y otros los han calificado de nazis o racistas. El miedo a Trump y a sus seguidores se ha vuelto el arma predilecta del último tramo de la campaña demócrata.
Cualquiera que sea el resultado electoral el próximo 5 de noviembre, algo está claro: Donald Trump no aceptará una derrota. Lo que pase después podría poner a prueba la democracia norteamericana aún más que la fallida rebelión del 6 de enero del 2021 mediante la cual intentó perpetuarse en el poder.
Quizá la conclusión más importante del debate fue el contraste entre dos vertientes populistas, la económica progresista y la nativista cristiana, que ya se han encontrado varias veces en la historia norteamericana.
El analista Harry Enten, de CNN, acaba de demostrar, basado en encuestas, que los votantes indecisos en este ciclo solo representan un cuatro por ciento del electorado, menos que en cualquier otro momento de la historia. El porqué es claro: Donald Trump.
Como un pugilista que ha estudiado bien las tácticas y las debilidades de su rival, Harris ejecutó su plan a la perfección: sacar de quicio al expresidente provocándolo con temas que afectan su frágil ego a fin de empujarlo a la irritación y la rabia.
El concierto terminó con una imagen poderosa: Bebeshito ondeando la bandera cubana, rodeado de bailarines, luces, fuego y cantando «Tacto que llegó el reparto» con El Chulo, Un Titico, Lenier y L Kimii. Junto a ellos invitó a la unidad del género y a seguir soñando en grande. Lo que estábamos viendo no era el final de un show más: era quizá el inicio de la internacionalización del reparto.
«En última instancia, ‘Untitled...’ es el resultado de dos memorias superpuestas: la del que mira desde afuera y la del que sobrevive por dentro. [...] Eso es lo que intenté: completar la mirada de Rick Ray con lo que él no sintió —y yo no puedo dejar de sentir».