Trece años después de que Sandy dejara una estela de ruina y desolación, cuyos ecos en la memoria colectiva del Oriente cubano alimentan, oscuramente, la misma espiral pavorosa de aquel mortífero «ciclón Flora» del año 63, el huracán Melissa abandonó por fin con rumbo nordeste —luego de seis lentas horas— el litoral de Banes, en Holguín.
Había entrado en la mayor isla del Caribe hacia las tres de la madrugada, por El Francés, municipio Guamá, en Santiago de Cuba, y salió del territorio cubano al promediar la mañana de este miércoles 29 de octubre por un punto bastante cercano —por supuesto, la trayectoria era rigurosamente inversa— al que la tradición señala como el sitio del «descubrimiento», donde se pronunciara aquella frase: «Esta es la tierra más fermosa…».
Lo que hemos visto en las últimas horas, y seguiremos viendo a medida que el paisaje de la destrucción siga traduciéndose a bits y tiempo televisivo, son escenas terribles y, al mismo tiempo, demasiado conocidas: diluvio e inundaciones, vientos que arrasan cultivos, devastan pueblos y ciudades; todo lo humano sometido a la implacabilidad de la naturaleza.
Lo peor, sin embargo, es la certidumbre, que sobreviene con esas imágenes, de que el ciclón es una máquina de miseria que llueve en Cuba sobre mojado, es decir, sobre la miseria crónica y vasta que no ha dejado de prosperar a buen ritmo, sobre todo, en los últimos años. Y cuando el aullido de los vientos sostenidos de 200 kilómetros por hora (categoría tres en la escala Saffir-Simpson) se haya extinguido en los oídos del vecindario, cuando por fin se hayan retirado las aguas, quedará entonces para asolar la vida de tanta gente el huracán inmóvil, cotidiano de la pobreza y el desamparo.
Muy pronto una fotografía se hizo casi viral.[1] Un hombre rescata inútilmente su (¿?) televisor —uno de aquellos aparatos chinos introducidos en el país con la «Revolución Energética», una de las últimas campañas lideradas por patriarca Fidel Castro— entre las aguas turbias de la riada.
A lo largo del miércoles emergió una rápida geografía del desastre: Chivirico, Cueto, San Germán, Contramaestre, Palma Soriano, Santiago, Holguín, Sagua de Tánamo, Jiguaní, Mayarí, Banes… Pero los efectos de Melissa también se hicieron notar en Las Tunas e, incluso, Camagüey.
En El Cobre, sede del culto católico más importante de la isla, consagrado a la Virgen de la Caridad, 17 personas quedaron incomunicadas el martes en la noche —horas antes de que Melissa llegara a la costa suroriental de la isla— debido a la crecida del río y a un deslizamiento de tierra en las inmediaciones Monumento al Cimarrón, en el Cerro del Cardenillo.
Para entonces, según el gobernante cubano, Miguel Díaz-Canel, eran «más de 735 mil los evacuados» en toda la región oriental del país. Más tarde, las autoridades informaron que varias personas fueron rescatadas en esa localidad santiaguera durante la propia madrugada del miércoles por el Cuerpo de Bomberos y la Brigada Especial del Ministerio del Interior.
El huracán infligió importante daño al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. «La casa que todos visitamos, la casa que siempre está abierta, la casa de todos los cubanos, la casa de la Madre… está en ruinas», avisó en redes sociales Oscar Parada Pérez, coordinador de proyectos del Arzobispado de Santiago de Cuba. «Desde allí se ocupan de contabilizar los daños y también de ayudar a muchas familias que han quedado muy afectadas».
El padre Rogelio Dean Puerta, párroco y rector del Santuario de El Cobre, compartió su testimonio en un audio citado este miércoles en una nota pública de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba: «Nuestros mayores acá en el Cobre dicen que nunca habían visto algo así. Ha devastado literalmente el poblado», contó. «Estamos tratando de apalear los daños del santuario para luego salir a recorrer el poblado. Desde aquí, en lo alto del cerro, se divisa el Cobre y está prácticamente devastado. Solo quedaron en pie algunas casas con techos de placa; la mayoría de la gente lo ha perdido todo».
La propia fuente indicó que —según confirmaba Puerta—, «aunque los daños materiales son cuantiosos, la vida humana se ha preservado, y hasta el momento solo se conoce una víctima fatal en la zona, una persona de avanzada edad».
Por su parte, el gobierno cubano insistió —durante una emisión especial del programa televisivo Mesa Redonda— en que hasta el momento no se contaban fallecidos como consecuencia del fenómeno atmosférico.
«Nuestro triunfo es la vida», proclamó Díaz-Canel antes de arremeter —con la animalia usual en estos casos— contra «las ratas que se mueven en la alcantarilla de los medios tóxicos», esos «carroñeros» que habrían criticado últimamente al gobierno a raíz de la votación anual en la Asamblea General de Naciones Unidas contra el embargo estadounidense a Cuba (165 a favor de La Habana; siete en contra; 12 abstenciones), o bien en «las horas previas a Melissa […] para sostener su etiqueta de Estado fallido para Cuba».
«Hoy todavía lo que están buscando [esos medios] es saber si hay algún fallecido, y desacreditar todo su trabajo. Y yo no dudo…», concedió la principal cabeza visible del régimen cubano desde 2019, «puede haber algún fallecido y lo vamos a informar con toda honestidad, porque esto fue un evento de una enorme envergadura. Pero que estén pensando o buscando en el dolor del pueblo el argumento para tratar de desmoralizar, para tratar de desunir, para tratar de desacreditar lo que ha hecho este país con su heroico pueblo, muestra la verdadera calaña».
Ciertamente, medios de prensa internacionales han reportado decenas de víctimas tras el paso de Melissa por el Caribe, donde llegó a golpear con fuerza de categoría cinco (vientos de hasta 295 km/h). Según El País de España, ya son 49 muertos contabilizados en un saldo todavía parcial: al menos 40 de ellos en Haití, donde hay también 10 desaparecidos; ocho, en Jamaica, y uno, en República Dominicana.
En su alocución triunfal, Díaz-Canel trajo incluso buenas nuevas para el Occidente y el Centro del país; dijo: «van a estar privilegiados en relación con la situación que hemos vivido en los últimos tiempos desde el punto de vista energético». Es decir, habrá en esas regiones menos apagones gracias a las afectaciones de Melissa sobre la infraestructura eléctrica en el Oriente. Pudo haberle dicho al resto de Cuba: «lo que resulta conviene», y brindar también porque ahora sí va a poder cumplirse el plan nacional de ahorro de electricidad.
Durante todo el miércoles, Guantánamo siguió mayormente incomunicada, sin servicios de internet ni telefonía, lo mismo que en muchas zonas de Santiago de Cuba, Granma y Holguín. Linieros eléctricos y trabajadores de telecomunicaciones comenzaron a ser trasladados desde otras regiones de la isla hacia las provincias afectadas, según reportes oficiales. En tanto, los vehículos de la Empresa de ómnibus Nacionales solo llegaban hasta el territorio de Sancti Spíritus.
«Habrá fuertes marejadas en el litoral norte desde Camagüey hasta Guantánamo, así como desde cabo Cruz hasta punta de Maisí, con inundaciones costeras de moderadas a fuertes en zonas bajas de esos litorales. En el resto de los litorales habrá oleaje», recordaba el Instituto de Meteorología justo tras la salida de Melissa —para entonces con categoría dos— rumbo a las Bahamas.
La imagen hosca y el rugido del mar frente a Gibara, en el nororiente de la isla, señalaban este 29 de octubre apenas el final del primer acto… Previsiblemente, Melissa seguirá pasando durante buen tiempo en aquel costado de Cuba.

