Desde inicios de 2024 la mayoría de los pronósticos sobre divisas extranjeras en el mercado informal cubano apuntaban claramente por encima de los 400 pesos por unidad. Pero en mayo siguiente, el ascenso del dólar y el euro comenzó a ralentizarse y, durante más de 12 meses, los precios se mantuvieron bastante lejos de lo vaticinado. Finalmente, el pasado 11 de agosto ambas sobrepasaron esa cifra.
En contraste, la virtual Moneda Libremente Convertible (MLC) ha experimentado durante el último año una persistente caída, mientras que, por supuesto, el desahuciado peso cubano —la moneda de los insuficientes salarios estatales, las pensiones y las jubilaciones en la isla— continúa en una paulatina depreciación desde marzo último, según un reciente análisis del Observatorio de Monedas y Finanzas de Cuba (OMFi), que ofrece información y valoraciones sobre el comportamiento del mercado cambiario cubano y la evolución de indicadores financieros del mercado informal y del contexto económico interno.
Los valores actuales del dólar y el euro (410 CUP x 1 USD y 460 CUP x 1 EUR, al cierre del 1 de septiembre, según la tasa representativa del mercado informal que publica el medio independiente elToque) se han alcanzado de forma gradual y ordenada, explicó en el citado estudio el economista cubano Pavel Vidal Alejandro, investigador principal del OMFi, quien aseguró que el ascenso reciente se debe «a los desequilibrios fundamentales en la economía y no a un fenómeno especulativo».
El balance macroeconómico nacional «abiertamente negativo» es, de acuerdo con Vidal, una de las razones fundamentales de la actual escalada del dólar y el euro. Por lo demás, insiste en que el Producto Interno Bruto (PIB) cubano mantiene un patrón recesivo desde hace cinco años y que el aparato productivo del país es cada vez más débil debido a factores como la emigración, la falta de insumos y créditos o los interminables apagones, así como la ausencia de inversiones, la contracción del turismo y la creciente dependencia de las importaciones.
Otro factor relevante, apunta el diagnóstico, sería la propia «dolarización institucionalizada» de la economía cubana, puesto que en estos meses ha crecido la demanda de divisas estadounidenses para comprar en los mercados estatales con operaciones en dólares en efectivo que se han ido expandiendo por el territorio nacional desde que, a inicios de este año, se abrió el primero de su tipo en La Habana.
Igualmente, señaló Vidal, la pérdida de confianza, de convertibilidad, y en definitiva la caída en el precio informal de la MLC (al cierre del 1 de septiembre se comercializaba a 190 CUP x 1), han acelerado su sustitución por divisas más estables y con mayor valor.
En ese sentido, el también economista cubano Miguel Alejandro Hayes, consultado por El Estornudo, afirmó que hoy la MLC tampoco «tiene razón de ser económica». A su entender, esta irá desaparecerá de una forma u otra del panorama financiero nacional ante el empuje de otros mecanismos extractivos de divisas que se han ido imponiendo en el país, como la tarjeta Clásica —un producto financiero de la Corporación CIMEX, perteneciente al conglomerado militar GAESA—, cuyo uso se ha extendido junto a las tiendas en dólares en que no se admiten pagos con tarjetas de MLC. La misma constituye, además, una de las pocas opciones para recibir las remesas desde el exterior y hacerlas efectivas en dichos comercios estatales dolarizados.
Según Hayes, la existencia de la tarjeta Clásica confirma que la MLC no tiene respaldo en divisas en efectivo; es decir, se trata solo de fondos virtuales que no se pueden transferir.
Por otra parte, Vidal ha observado que la caída en la velocidad de depreciación del peso con respecto a años anteriores se debe en parte a ajustes en las cuentas del Estado, puesto que esto implica un descenso en la emisión de esa moneda para financiar el déficit fiscal. De hecho, la brecha fiscal de 2024 cerró en 79 mil 528 millones de pesos, una cifra inferior en 67 mil 863 millones a lo planificado, y ello representó el 6.5 por ciento del PIB, la proporción más baja de los últimos nueve años.
Aunque de manera parcial, subraya Vidal, ese acomodo en las finanzas del gobierno también habría contribuido a ralentizar la inflación. El Índice de Precios al Consumidor (IPC) correspondiente a julio de 2025 volvió a reportar una moderación inflacionaria, puesto que los precio solo crecieron un 0.49 por ciento en relación con el mes anterior. No obstante, se aclara en el estudio citado, el cálculo oficial no reflejó el incremento monopolista en el costo de los servicios de internet por datos móviles.
«Si bien el IPC oficial puede aportar señales sobre la tendencia general de los niveles promedio de precios en la economía, este no refleja la verdadera magnitud de la inflación ni del deterioro del poder adquisitivo de los salarios y las pensiones. Además de que el IPC tiene un sesgo debido al uso de una canasta de consumo que data de 2010, hay otros factores, como la dolarización, las colas y las dificultades para conseguir los bienes; los controles de precios; la ilegalidad; la escasez o la ausencia de muchos productos, y las restricciones de acceso a mercados, que configuran una inflación invisible y reprimida para los hogares que no están contabilizados en las estadísticas oficiales», explicó en el informe de OMFi el también profesor de la Universidad Javeriana de Cali.
Hayes y Vidal coinciden en que el anuncio hecho por las autoridades cubanas respecto a la actualización de sus tasas cambiarias de divisas y la puesta en práctica un nuevo mecanismo de gestión, control y asignación de divisas para este segundo semestre de 2025 ha sido otro factor en la más reciente subida de los valores del dólar y el euro en el mercado informal.
Aunque aún se desconocen las especificidades de los nuevos tipos de cambios oficiales, y cómo estos impactarán en la vida de la gente y las empresas privadas, Vidal cree que la persistente depreciación informal del peso «obligaría a comenzar el nuevo mecanismo cambiario para la población con una tasa oficial flotante en las CADECAs cercanas o por encima de 400».
En su opinión, esto «traería mayores implicaciones inflacionarias y la institucionalización de una mayor brecha con las otras tasas oficiales (de 24 y 120 pesos) para las empresas estatales, que no parece que se vayan a corregir». Es decir, la medida pudiera general mayor segmentación económica y reimpulsar la desigualdad social.
«La marca de 400 CUP por USD también aumenta el costo moral y político de las medidas de política cambiaria, dado que el gobierno estuvo renegando de la tasa informal por años y ahora tendrá que reconocerla para que los bancos estatales puedan competir en el mercado de las remesas y atraer divisas del mercado informal», considera Vidal, quien no confía en las posibilidades de éxito y la sostenibilidad de los nuevos mecanismos cambiarios que estudia el Ejecutivo cubano mientras las reservas internacionales en divisas no estén en manos del Banco Central y no se usen, justamente, para aportar estabilidad al sistema financiero.
Y hay un elemento decisivo que no escapa al análisis del economista radicado en Colombia: «Las recientes publicaciones de El Nuevo Herald apuntan a que el grupo de empresas de GAESA, administrado por instituciones militares, maneja y controla los principales activos financieros líquidos en divisas del país, lo cual no contribuye al correcto ejercicio de la política monetaria y cambiaria», concluye.
Hayes es todavía más categórico y asegura que la actualización cambiaria «no va a funcionar». Primero, dice, porque el Estado no tiene disponibilidad de divisas para abarrotar el mercado y competir con la compra-venta informal. Y tampoco se puede crear, señala, «un mercado de divisas abastecido y hegemónico solo con lo que se compra en el propio mercado de esta a los privados; menos aún cuando la banca del país tiene que recaudar divisas para solucionar problemas vitales».
El experto sostiene que la banca estatal y CADECA «ya no pueden competir» con los vendedores privados y el comprador ocasional. Es más, la banca estatal ni siquiera dispone de un mecanismo para recabar en tiempo real los precios de las divisas en la calle; la burocracia y centralismo excesivo dilatan y restan funcionalidad al proceso de toma de decisiones.
Hayes incide en la importancia, para comprender cualquier movimiento económico en Cuba, de saber quién se va a quedar con los dólares. Porque, resume, «la búsqueda de dólares sin producir valor a cambio es el núcleo de las políticas estatales y de los movimientos de los empresarios militares».
Según un análisis de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FHRC), el mercado informal en Cuba mueve al año unos dos mil 500 millones de dólares. De esa cifra, unos dos mil millones se dedican a importaciones privadas, mientras que los otros 500 millones resultaría, probablemente, de la conversión en divisas de las ganancias de negocios privados y capital migratorio.
Fuentes oficiales indican que las Mipymes y los trabajadores por cuenta propia realizaron el año pasado, respectivamente, el 29.4 por ciento y el 24.9 por ciento de las ventas de bienes y servicios en el país. En conjunto, el sector no estatal alcanzó al 55 por ciento del total.
En la última sesión del Parlamento cubano se conoció que las importaciones del sector privado, en el primer semestre de 2025, ascendieron a mil 195 millones de dólares, lo que representa una cifra récord y un crecimiento del 34 por ciento con respecto al primer semestre del año anterior. Y ello pese al incremento de las fiscalizaciones y restricciones estatales.
De acuerdo con Hayes, el principal problema no está en que el dinero va a las arcas del Estado cubano y a las cuentas de los militares, sino en «el daño colateral» para de la ciudadanía. «Mientras más divisas vaya para GAESA y el Estado, vía tipos de cambios oficiales, habrá menos para las importaciones privadas», dice, y hace notar que el sector privado cubano emplea la mayor parte de las divisas que adquiere —hasta ahora en el mercado informal— en la creación de bienes y servicios que satisfacen directamente necesidades de los consumidores.
En cambio, el destino del superávit comercial y de las remesas en manos del Estado y de GAESA ha sido con demasiada frecuencia la inversión hotelera, en sociedad con empresas extranjeras, al tiempo que se desatienden las urgencias de la economía interna.
«Si llegara a funcionar el mercado oficial de divisas mediante una tasa flotante», vaticina Hayes, «los militares van a continuar con sus prioridades de negocios, mientras que a los privados se les restringiría el capital para importar bienes de consumo y [medios] de producción para ofertar artículos de primera necesidad, perjudicando aún más el bienestar de millones de cubano».