Dayán Melián Castro, artista visual cubano: «Mi calle se llama Libertad».

    Dayán Melián Castro nació en el Municipio de Florida en la Provincia de Camagüey y allí estuvo hasta los 16 años. Desde entonces vive en La Habana, en el barrio de Mantilla, en la calle Libertad. Las inclinaciones artísticas le llegaron por ambos lados de su familia, su bisabuelo paterno Lionel Castro López y su abuela materna Zoe Gómez. «Recuerdo que a mi abuelo le gustaba escribir libros y dibujaba y a mi abuela le gustaba mucho la música y su instrumento favorito era el piano». Cuando su padre murió algo se quebró y, a la vez, algo cambió desde el punto de vista espiritual. Empezó a dibujar sin parar. Su relación con el arte siempre ha tenido este componente esotérico, conectado a sueños y a mensajes que tienen que ser trasmitidos.

    En algún momento de su adolescencia, todavía en Camagüey, intentó entrar en la Escuela de Instructores de Arte, pero no lo aceptaron porque su promedio no era lo suficientemente alto. Llegó a La Habana con deseos de comerse el mundo. Todo lo miraba y lo curioseaba, mientras que el peso diario y las responsabilidades, siempre acechantes, lo llevaron a olvidarse del arte por un tiempo.

    Un día, cuando volvía a casa desde la carnicería en la que trabajaba, se encontró con un proyecto comunitario de arte en la calle Prado. Se apuntó para formar parte y comenzó a exponer allí sus trabajos y a vender de vez en cuando; no era mucho dinero, pero al menos le alcanzaba para financiar los materiales y poder seguir creando. Lo mejor fue verse rodeado de muchachos autodidactas igual que él, que estaban allí porque no podían renunciar a pintar y habían encontrado la forma de hacer comunidad. Entonces conoció a Yulier P. Rodríguez, a pesar de que ambos eran camagüeyanos. «La verdad que allí me sentía muy bien. El arte para mí es todo, es lo único que tengo».

    Dayan, ¿cómo es ser un artista autodidacta en Cuba? Cuéntanos tu historia en ese sentido.

    A la dificultad de formarse como artista de manera autodidacta, se suma la criminalización que trae consigo intentar producir y exponer fuera de las instituciones o espacios regulados por el Estado. Ellos te dejan estar ahí, pero siempre están acechándote, siempre pendientes de qué quieres hacer, dónde y con quién. La precarización que todos experimentamos no es tampoco un problema menor. Me encantaría vivir de mi arte, tener cubiertas al menos mis necesidades básicas, pero se ha tornado prácticamente imposible, por lo que tengo un trabajo regular desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde y luego me dedico a crear. Lo que sí sé es que no puedo vivir sin hacer arte.

    Conocía tu obra hace aproximadamente dos años, desde que trabajamos juntos para un proyecto de una galería de arte cubano en línea. En ese momento estabas desarrollando tu serie de dibujos Luminarias. Dos años después, veo que has experimentado una efervescencia creativa, a juzgar por varias series nuevas, entre ellas Inanición, Ideología Vial y Escena del Crimen, además de un sinnúmero de obras independientes. Me gustaría saber cómo es tu proceso creativo, cómo se te ocurre una idea, y cómo es el proceso de producción, teniendo en cuenta de que ahora mismo tienes un trabajo con horarios fijos y que la situación en Cuba es precaria.

    El proceso creativo que llevo adelante es cada vez más político, la política lo inunda todo y yo cada vez me siento más conectado con la realidad que vivimos los cubanos, con la miseria, con las violaciones de derechos humanos, con los presos políticos que existen… y mi obra soy yo, mi obra está conectada conmigo, por lo que la denuncia brota de manera espontánea, natural. Tampoco te voy a negar que hay algunas obras, menos, que son producto de sueños que tengo. Por ejemplo, una de las últimas obras que pinté, el retrato de Oswaldo Payá, está totalmente inspirado en un sueño que tuve, donde él aparece delante de mí como si fuera un Cristo. Yo quería hacerle un homenaje hace rato, pero no encontraba la forma concreta a través de la cual representarlo. Una de mis ideas era pintarlo en su bicicleta. Esta solución final creo que quedó mucho mejor, tiene más fuerza y me encanta lo que trasmite.

    Sobre la producción te puedo decir que pinto con lo que tengo a mano. Ahora mismo me queda un poco de acrílico para terminar un cuadro, y después no sé, como digo yo: si no aparecen materiales se acabó la carrera artística. Solo un tubo blanco de óleo cuesta cinco mil pesos, y tú no pintas solo con blanco, se necesita una línea de colores, al menos los primarios. Además, pinceles, lienzo, diluyente… muchas veces me ha pasado que me quedo a medias con alguna obra y no sé si podré culminarla. En esos momentos es que hay que aferrarse a la fe y a la voluntad, porque a los artistas contestatarios solo nos queda eso: fe en su trabajo.

    Tienes muchas obras donde Cuba aparece, La Isla, su historia, su gente, sus problemas, héroes concretos. También veo que tu propio cuerpo funciona como un lienzo donde vuelcas tus impulsos patrióticos, lo que hace creer que se trata de algo visceral para ti. ¿Por qué te interesa Cuba? ¿Qué valor, o qué rol, le otorgas a tu trabajo creativo en medio de la compleja situación que atravesamos como nación?

    La esencia de mi obra, además de denunciar a la dictadura, busca erigir una obra social. Creo que para un pueblo es muy importante su identidad y nosotros tenemos que trabajar mucho en la reconstrucción de la nuestra, ya que la dictadura se encargó de robarla, de cambiarla. Yo mismo estuve mucho tiempo en la ignorancia, no me importaban ni los símbolos patrios, ni los patriotas, nada, solo sobrevivir. Lo que me interesaba era sobrevivir como ser humano, no como cubano. Solo cuando me acerco a la comunidad masónica comienzo a tener contacto con la historia y tuve una suerte de despertar. Recuerdo el día de mi iniciación, 20 de septiembre del 2018, como un día luminoso. Es por eso que tengo en mi cuerpo mi mapa de Cuba, mi bandera, y los rostros de algunos de nuestros patricios que también fueron masones.

    Me interesa y me preocupa, mucho, el tema de la juventud y su falta de futuro en Cuba. Yo no tengo hijos, pero no sé de qué manera podría educar a mi hijo en Cuba ahora mismo, qué va a encontrar cuando salga de la puerta para afuera de la casa, porque lo que hay de ahí para allá no son personas, son zombis. Yo creo que desde la pandemia se podía prever que la violencia aumentaría, siempre de la mano de la precariedad económica. A eso hay que sumar el consumo de drogas, y que cuando alguien es adicto y no puede satisfacer su adicción con dinero propio, va a tratar de conseguir el dinero a cualquier precio, así tenga que asaltar o matar. Pero entonces piensas en la juventud, que no tiene a dónde ir, no tiene dónde refugiarse, por lo que se pasa en la esquina el día entero, inventando. Es ahí donde el arte podría también ayudar. Un muchacho que crece desde niño viendo que sus padres estudiaron y no tienen ni para comer… ese muchacho pierde la esperanza. ¿Y de quién es la culpa?

    La serie Ideología Vial es sumamente interesante, no sólo porque te adentras en el espacio público, sino porque te comunicas a través del signo, lo que ya abre un escenario de entendimiento colectivo. Tú, además, eres un artista que conoce el arte callejero, pues has hecho grafiti. Cuéntame ¿cómo te sentiste realizando esa serie y por qué creíste importante volver a la calle, a pesar de los riesgos?

    Yo he hecho arte callejero y me gusta muchísimo, por el poder de transmisión que tiene. Lo que sucede es que lo público en nuestro país está totalmente controlado, por lo que sabes que, si haces arte callejero, tienes que olvidarte de los temas políticos. Pensé mucho en qué solución buscar a esto y fue cuando se me ocurrió la serie Ideología Vial, donde me valgo del lenguaje codificado de los signos del tránsito para señalizar lo que a mi juicio es el mayor peligro que nos circunda: el adoctrinamiento comunista.

    La serie Escena del crimen es de mis preferidas. Allí también trabajas con un lenguaje específico, que adaptas a tus necesidades creativas. (Ver video)

    Y tal vez debí preguntarte esto primero, pero preferí dejarlo para el final. Tengo entendido que usas varias firmas, y que cada una tiene una historia. ¿Puedes hablarnos de por qué Napoleón, o Vicente, además de Dayán?

    Todo empezó cuando formé parte del proyecto autogestionado en Prado. Todos teníamos un pequeño espacio para exponer nuestros trabajos, pero a veces no nos alcanzaba. Por esos días había que pintar los muros del inmueble y nadie quería, así que le dije al coordinador que yo podía hacerlo, pero que a cambio tenía que darme un espacio mayor para mis obras. Los que estaban allí empezaron a bromear: «miren al guajirito que llegó ayer y ya quiere conquistar La Habana, ¿quién es este? ¿Napoleón el conquistador?» Todos empezaron a decirme así cuando vendía mis obras en la Feria del Puerto, así que empecé a firmar de esa manera.

    El caso de Vicente es menos gracioso, es más emotivo y tiene que ver con mi padre, que se llamaba Vicente. Lo uso cuando en las obras está presente otro tipo de personaje que yo tengo, más introspectivo, pensante. Estábamos durmiendo el mediodía, yo era un niño, mi papá se despertó de repente, sobresaltado, y fue corriendo a buscar el lápiz que usaba para apuntar bolita. Mi papá era bolitero, y dibujó un muñeco. Me dijo que estaba soñando con él. Desde ese día yo me quedé con la imagen tan grabada en mi mente, y esa imagen es uno de mis personajes. Para mí significa que mi padre tuvo una premonición y vio parte de la vida que yo estoy viviendo hoy.

    Está llegando la Navidad, se acaba un año y empieza otro. ¿Qué le dirías a los cubanos?

    Desde hace unos años las Navidades son más tristes, las personas se encierran, incluso, algo que era impensable años atrás. Supongo que en gran medida es porque no tienen nada para compartir, pero también por la tristeza. Yo creo que no puede haber Navidad feliz en Cuba si hay madres con sus hijos presos. Es preferible que estén con sus hijos en sus casas, comiéndose una croqueta, pero con sus hijos. Esa sí sería Navidad feliz para Cuba. Porque quitarle a una madre su hijo es quitarle todo, ya ahí no hay vida, no hay vida.

    Hice este cuadro dedicado a Yunaiky Linares para hablar del sacrificio de todos los presos políticos. En él se ve al pueblo de Cuba de frente al abismo y de espaldas a la libertad.

    *Esta entrevista fue realizada por la curadora de arte y activista cubana Anamely Ramos.

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