Ni recursos suficientes, ni responsabilidad administrativa, ni previsión epidemiológica, ni genuina voluntad política más allá del histriónico voluntarismo de siempre.
Así había cantado antes en la Colina Universitaria (y el audio esta vez tampoco era el mejor, según contó luego gente del fondo), pero la clausura figurada y práctica de la función no deja de ser significativa en la Cuba post-11J.
«Cada vez está más normalizado este fenómeno», dice el fotógrafo. «Toda esa gente allá afuera [en redes sociales] con la idea de que aquí, a raíz del apagón, podía pasar algo parecido a lo de Nepal… Pues, en fin, nada más lejos de la realidad».
Tras 12 días, el prisionero político Duannis León Taboada, de 26 años, depuso este martes 29 de julio una huelga de hambre que llegó a titulares internacionales. Según trascendió en la prensa cubana independiente, permanece hospitalizado en la cárcel del Combinado del Este, en las afueras de La Habana.
Caminar —cámara al hombro— por una calle de Jesús María, con el atardecer a la espalda, y que en un mismo encuadre captures las frutas de un carretillero, un santero con sus collares y un almendrón de color chillón… Es una riqueza visual por la que muchos fotógrafos extranjeros cruzan océanos y continentes, y que pudiera ser mejor explotada por nosotros.
El tambor le concede arrojo a la garganta de quien canta. Marca el estado de ánimo, dice por dónde fluirá la sangre de la canción, de sus coros, sus pregones. Sea un golpe potente o una simple caricia, sin él no corre na por las venas.