El ex-preso político cubano Luis Robles afirmó este miércoles que va a «seguir en la lucha para lograr una Cuba en democracia» durante conferencia de prensa en Madrid, donde ahora se encuentra exiliado junto a su madre, Yindra Elizastigui, e hijo de siete años.
En el encuentro organizado por Prisoners Defenders, Robles, que también tuvo un intercambio virtual con el líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), José Daniel Ferrer, aseguró que «aún quedan muchos jóvenes presos políticos y quiero darles voz a los que siguen allá [Cuba] y exigir derechos para el pueblo de Cuba y que hoy injustamente sigue sufriendo condenas por alzar su voz solamente».
También expresó su deseo de «vivir en una tierra próspera que no le pertenezca a ningún Gobierno ni a un Partido [político]», y que su mayor deseo hoy como cubano es que «desaparezca» el régimen fascista que gobierna la isla.
Asimismo, comentó que sueña con volver a su país y «vivir en una tierra próspera donde todos los cubanos podamos construir una vida diferente», y que la situación en la Isla se iba a mantener mientras se haga silencio. «El silencio te hace cómplice de lo mal hecho», apuntó. Por esa razón decidió realizar su protesta pacífica hace cinco años.

En el encuentro, Robles describió su experiencia durante su encarcelamiento. «A mí me hicieron vivir una pesadilla, como si fuera uno de los terroristas más grandes del país», subrayó el ex-preso político, quien apuntó, además, que «las prisiones son centros de exterminio. A los presos les matan de hambre, se les tortura. Sin asistencia, se violan derechos humanos. La tortura es normal y el silencio es impuesto. Te destruye física y psicológicamente. Son un infierno».
Además, explicó las razones por las que decidió manifestarse públicamente el 4 de diciembre del 2020 con un trozo de cartón que rezaba «Libertad. No más represión. #Free Denis». Contó que, siendo un joven que no estaba «vinculado con la política”, ese día decidió expresar de manera pacífica «lo que sentía como cubano» y exigir «la libertad del pueblo, para que no haya más represión contra los disidentes. Y pedir también por la liberación del rapero contestatario Denis Solís».
«Tomé esa decisión porque quería hacer algo para expresar el descontento popular. Sé que las personas no expresan su opinión por miedo, pero son mayoritarias contra el gobierno. No eres libre para tener voz propia, ellos no quieren que salgas de su libreto», apuntó Robles, quien fue considerado preso de conciencia por Amnistía Internacional y se encuentra en la capital de España desde este lunes, a pocos meses de haber cumplido la condena impuesta por el régimen cubano.
Robles, de 32 años, insistió en la rueda de prensa en que su protesta buscó evidenciar que en Cuba «solamente el hecho de expresar una opinión diferente y generar cierta polémica en el pueblo, ya es suficiente para que la dictadura te considere un enemigo», además de relatar las vejaciones sufridas durante los cuatro años y medio que estuvo en prisión cerrada.
«Gracias a mi madre, mi caso se dio a conocer en los medios», explicó. «En prisión me ponían en celda de castigo sin haber hecho nada, solamente por castigarme. Me tuvieron separado para que no tuviera contacto con nadie. Me tuvieron días sin comida, sin nada de aseo», aseguró.
Robles quiso agradecer personalmente al líder de la UNPACU todo su «sacrificio por el pueblo». «Te considero uno de los grandes que ha dado mi Cuba hermosa. Ojalá muchos cubanos se llenen de valor para poder sacar a esa tiranía y tener el privilegio de una Cuba libre», dijo sobre Ferrer, quien aseveró durante su intervención en la rueda de prensa que «lo único que funciona en Cuba es la maquinaria represiva», y que con muchos jóvenes como Robles «la dictadura no dura una semana”.
«Sé que es un joven muy valiente y que va a continuar con ese civismo, esa voluntad firme de dar su aporte (…) a favor de la causa de la libertad y la democracia de Cuba», añadió el reconocido opositor, quien también fue desterrado esta última semana hacia Estados Unidos.
Ferrer, en su intercambio con Robles, comentó que «hay que hacer un levantamiento para no darles descanso a las fuerzas represivas. Podemos acelerar el cambio en la nación. Desde acá y desde allá se puede hacer mucho».
Igualmente aprovechó la ocasión para profundizar en las causas que lo llevaron a aceptar el destierro. Entre estas, mencionó la persecución cruel contra su familia, un peso mayor que las palizas recibidas durante los últimos cinco meses en la prisión de Mar Verde, en Santiago de Cuba, donde sus carceleros lo golpearon y humillaron para forzarlo a «pedir cosas» a la Iglesia Católica y al Gobierno de Estados Unidos, y transmitir que «la tiranía quería diálogo» con Washington.
Ferrer apuntó que el régimen estaba dispuesto a liberar a los presos políticos que Estados Unidos solicitara, pero a cambio del alivio de sanciones y de la salida de Cuba de la lista de Estados que promueven el terrorismo. «Me negué rotundamente», subrayó, además de relatar cómo las autoridades lo sometían a las reglas penitenciarias.
«No querían que José Daniel saliese siendo el preso político que nunca se puso uniforme, que no se paraba para el conteo de los presos, que no aceptaba imposiciones», apuntó, tras agregar que «tras diez días de golpes y torturas» en los que le hicieron tragar comida «violentamente», se produjo «la humillación más grande» que ha recibido: «Llegaron a golpearme dentro de la celda, arrastrarme, ponerme delante de una cámara, inmovilizarme, apretarme por diferentes partes sensibles del cuerpo, taparme la nariz, obligarme a abrir la boca, introducirme un palo sucio y, con un embudo, echarme casi un tres cuartos de litro de una sopa putrefacta (…). Como sabían que yo iba a vomitar aquello, la orden fue: “Si lo vomita, se recoge el vómito y se le vuelve a introducir”».
En ese momento, dijo, aceptó ciertas imposiciones «por una cuestión de sobrevivir» y poder continuar su lucha, así como por proteger a sus hijos.
No obstante, aseveró que salió del país «con la intención de reorganizar y convertir en más efectiva nuestra lucha». Y añadió: «Prometí que volveré a Cuba, pero no pediré permiso ni sacaré pasaje por avión. Me montaré en una lancha y me llevaré conmigo una rosa blanca y los versos de José Martí. Y un teléfono satelital. Antes de que caiga la tiranía estaré de vuelta porque quiero participar de los momentos finales de la dictadura».
Según el último informe de la organización Prisoners Defenders, en la isla hay 1092 presos políticos y de conciencia, bajo condenas judiciales o disposiciones de limitación de libertad por parte de las fiscalías, sin supervisión judicial alguna, debido proceso o defensa efectiva.
