Descansa en soledad, indio oriental, honrado por el panóptico patrio de quienes fuimos colonizando a todos tus personajes hasta declarar, sin demagogia ni despedida ni duelo: «Mario Limonta soy yo».
El cubano-asturiano, por demás, tenía suerte para el gol, sobre todo para saltar y colar el balón en la portería de un cabezazo. Un mal partido del Real Madrid valía la pena solo por ver qué se sacaba de la manga ese día. Como Cruyff muchos años después, Chus no solo entendió que no es necesario correr tanto cuando se juega con inteligencia, sino que el fútbol es, antes que todo, un espectáculo.
Polo Montañez pertenecía a esa clase de genios que no pocas veces aparecen en Cuba, cuya historia musical está llena de autodidactas o talentos innatos que nunca aprendieron a leer ni escribir partituras.
«Yo amo mi género, esto es de nosotros y para nosotros, yo vivo esto. Yo primero fui fanático de esto, después me volví alguien que trabajaba en esto y luego me volví la “tranka” de esto».
«La lista nunca estará completa, porque las canciones de Marta Valdés van y vuelven con vida propia, sobrevuelan fronteras de todo tipo —geográficas, genéricas, estilísticas, polisémicas— y conquistan nuevas voces, otros modos de entenderlas y asimilarlas. Es el modo único en que Marta nos dice que no ha partido, que no hay otro obituario que sus canciones. Ella está aquí, en sus palabras».
Su música sin dobleces, sin artificios, refleja las realidades y aspiraciones de la juventud cubana (la migración, el éxito, el ser local en un mundo global), tanto en la Isla como en la diáspora.
«Creo en una Cuba en que nos aceptemos tal cual somos, sin doble moral, tertulias de pasillo y odios acumulados en una urna que nadie sabe qué contiene hasta que se abra. Un país donde decir lo que se piensa no se reprima y sea la razón de cada día. En que podamos elegir al gobierno. En que la falta de alimentos sea comidilla del pasado. En que se trabaje honradamente y el salario sea salario».
Aunque ella sea de una época y yo sea de otra, ambas somos conscientes de una cosa: en nosotras se entretejen Bomba y Barranquilla, dos raíces que reconocemos, dos lugares del Caribe colombiano en los que transcurrieron nuestras infancias y en los que sembramos añoranzas.