El Taiger: único en su especie

    Siguiendo un axioma de la física, la música no se crea ni se destruye, solo se transforma. José Manuel Carvajal Zaldívar, el ícono del reguetón cubano que acaba de morir, lo sabía bien.

    El pasado 3 de octubre, Cuba y el mundo del reguetón se estremecieron al conocer la noticia de que El Taiger había sido encontrado con una herida de bala en la cabeza dentro de un vehículo en la intersección de la 17 NW y la 8.ª Avenida en Miami. Tras varios días en estado crítico, su fallecimiento ha sido confirmado, desatando una ola de conmoción entre la comunidad artística y sus seguidores. Aunque las circunstancias de su muerte están bajo investigación, las autoridades manejan como principal posibilidad la de un crimen premeditado.

    Con su muerte, El Taiger, una fuerza motora del reguetón cubano, se une a una corta pero significativa lista de mártires del género, que incluye nombres como Elvis Manuel, el pionero del reparto, y El Dany, una de las dos mitades del tremendamente popular dúo Yomil y El Dany.

    Pocos han sabido expandir los límites del juego de la música popular cubana contemporánea de la manera en que lo hizo este hombre. Junto a su inseparable productor DJ Conds, en poco más de ocho años marcó a fuego el reguetón cubano con una personalidad y un estilo de componer e interpretar tan inimitable como certero, lo que lo convirtió en una de las voces más carismáticas de la escena cubana contemporánea. Sus cartas de triunfo eran unas letras pendencieras y sagaces y el olfato para combinar melodías de moda y beats contagiosos con la tradición, elementos que unidos con su voz aguardentosa nos regalaron algunos de los hits más perdurables del género urbano.

    De Los Cuatro a Los Desiguales

    Chamaco del barrio nacido al final de los años ochenta cubanos, José Manuel creció bajo la sombra de la escasez perenne en la Cuba del llamado Período Especial, que en la práctica fue la Cuba del infinito descalabro económico y las progresivas desigualdades sociales.

    Como tantos otros jóvenes, buscó y encontró en la música un escape y una manera de lidiar con su entorno. Con el sobrenombre de El Príncipe, su puerta de entrada al espectáculo fue con Los Cuatro, la banda fundada por su primo Jorge Junior tras la separación de Eddy K. Este fue su conservatorio: las grabaciones en estudio de calidad variopinta, las noches de conciertos interminables por toda Cuba, los palos tras palos que pegaron Los Cuatro en esos primeros años en los que tenían el toque de Midas.

    Ahí bebió de las mieles de una de las agrupaciones que mejor ha crackeado el código del reguetón y lo ha sabido traducir en clave cubana. Si bien la fórmula del timbatón se ha repetido hasta el hartazgo, no por eso es menos genial el descubrimiento de Jorge Junior y compañía: si a un hit, del género que sea, le incorporas los ritmos y estructuras de la timba y el beat del reguetón, aderezado con unos coros pegajosos del argot popular, tendrás una canción que se regará como pólvora de oriente a occidente.

    De Los Cuatro partió junto a su colega Damián para crear Los Desiguales, un proyecto de resultados irregulares pero que terminaría asentando las bases de lo que eventualmente sería El Taiger. Junto a Damián probó fuerzas con el fashatón, un género de curiosa vocación estética que le daba tanta importancia a las canciones como a la imagen que desplegaban los artistas. Como resultado dejaron clásicos como «Maleante pero elegante», «De maravilla» y «Eso es bola». Esa conciencia del espectáculo y del personaje, es uno de los grandes aportes de este dúo. Del mismo modo, comenzaron a mirar y a incorporar de manera consciente sonoridades más mainstream del pop y la música electrónica, en una lectura muy perspicaz de la evolución que estaba sufriendo el género urbano a escala regional hacia la segunda década del siglo XXI.

    Nacimiento de El Taiger

    A la altura de 2015, José Manuel estaba listo para mutar de manera definitiva. Tras la salida de Los Desiguales volvió a cambiar de piel y se lanzó al mundo como El Taiger. Nadie entendía bien a dónde iba con este nuevo nombre; hay toda una mitología al respecto, pero probablemente fuera un simple asunto de branding, para evitar confusiones con el puertorriqueño José Fernando Cosculluela Suárez (también conocido como El Príncipe), uno de los jefes de Rottweilers Inc., el sello con el que debutó como solista.

    «Emigrante», una canción de Engagement, su segundo disco, narra a la perfección lo que fue ese renacimiento:

    Un día como otro / me senté a analizar / que tarde o temprano traqueteando en Cuba / me iba a enredar.

    […]

    Llegué a la frontera / como todos los demás / por primera vez en la vida / ya no era El Taiger/ era uno más.

    Sentí miedo, lo juro / me sentía perdido / y una voz que me decía fuerte / «camina, cojone, que yo estoy contigo».

    […]

    Me dijeron la clásica talla que le dicen al nuevo que busca vida / «Aquí ningún cantante cubano triunfa / todos trabajan en factoría».

    Me puse pa’ la mía y rápido me puse al día / y como dice ese viejo refrán / Dios es el que los hace y el diablo los cría.

    Lo más difícil de toda esta historia / no fue lo que pasé / no fue lo que hice / fue alejarme de mi vieja.

    A partir de ese momento, despegó una nueva etapa profesional para El Taiger, marcada por la curiosa medida del éxito para el músico urbano. Con cada sencillo, con cada álbum, fue consolidando su nombre como una de las figuras clave de la música cubana actual, un hit maker que lo mismo podía codearse con estrellas puertorriqueñas como Bad Bunny y Bryant Myers, que trabajar con los nuevos talentos locales como Wampi, Bebeshito y L Kimii, que colaborar con contemporáneos como El Yonki, El Micha y Jacob Forever. Su trabajo y perseverancia fueron esenciales para mostrarle al mundo que había un reguetón con sonido cubano, capaz de tutearse con los nombres que convirtieron a Miami en la capital del género.

    2020, el principio del fin

    El año 2020 fue un año crucial para El Taiger: Salió Blichy, su primer álbum independiente; perdió a su madre, Magda Zaldívar, una figura fundamental en su vida, y lanzó «La Historia», su canción más famosa bajo cualquier métrica. En el reverso de la carta, se encontraba librando profundas batallas personales con la adicción a las drogas y la depresión, cuestiones que lo marcaron profundamente en sus últimos años.

    Estos acontecimientos moldearon la última etapa creativa de El Taiger. Se volvió más sombrío, al tiempo que más arriesgado; lo vimos impulsar de manera estratégica colaboraciones con los talentos del reparto (aunque hay quien lo acusa de montarse en su ola), y sacó a la luz algunas de las canciones más emocionantes e inclasificables del género, siendo «Habla, matador» el caso más especial, en la que insertan un loop de tres en un tema de reguetón, algo poco innovador, si se piensa en las cosas que están haciendo gente como Tainy y Sky Rompiendo, pero que a la luz del conservadurismo de las producciones cubanas fue una emocionante bocanada de aire fresco.

    Como buen reguetonero cubano en Miami, El Taiger fue tan conocido por su música como por sus controversias. Desde sus enfrentamientos públicos con otros artistas como Chocolate MC, hasta sus problemas con la ley (que incluyeron arrestos por robo, agresión y posesión de drogas), su vida estuvo rodeada de escándalos. Pero su relación con la diáspora cubana fue quizá uno de los aspectos más complejos y polarizantes de su carrera: mientras muchos se declaraban fanáticos confesos, otros lo criticaban por sus continuos viajes y presentaciones en Cuba.

    A pesar de todo, su legado es innegable. Su capacidad para detectar el gen ganador de una canción y mezclar ritmos y estilos con un sello único lo convirtieron en una figura insustituible en la música urbana cubana. Su trabajo, al igual que el de contemporáneos como Chocolate MC y Yomil y El Dany, fue esencial para la evolución de un género que durante años ha luchado por definir su identidad.

    En ese mismo sentido, no solo dejó una marca como artista, sino que sus canciones han sido parte de la banda sonora de la reconfiguración de nuestra nacionalidad. Su música sin dobleces, sin artificios, refleja las realidades y aspiraciones de la juventud cubana (la migración, el éxito, el ser local en un mundo global), tanto en la isla como en la diáspora. Su capacidad para trascender fronteras geográficas e ideológicas lo convirtió en un símbolo de la identidad cubana transnacional que se nutre de múltiples influencias y se expresa en diferentes contextos. A la manera de sus canciones.

    Más que músico (y vaya si lo era), la suya fue la obra de un artesano naif, capaz de reflejar con alegría y sin esfuerzo las transformaciones sociales y culturales que han marcado a los cubanos en el ya no tan nuevo siglo. Eso lo explican mejor que nada las extraordinarias muestras de cariño que se han sucedido en la última semana tras el anuncio fatídico de su condición. Tal vez desde Benny Moré no habíamos visto semejante movilización del pueblo en su sentido más auténtico y menos populista. En Guantánamo, en La Habana, en Miami, en Louisville, en Barcelona, la expresión de dolor y de apoyo con un fervor religioso ha sido la mejor evidencia de su impronta. Su muerte, prematura, irracional, nos deja sin uno de los mejores intérpretes del drama cubano actual. «Donde único aprendí a decir la verdad fue en mi música», dijo en Emigrante. Nunca estuviste más claro, Jose. La música cubana te va a extrañar, todavía no sabe cuánto. El público no, porque ahí quedan tus temas para reventar la fiesta.

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    2 COMENTARIOS

    1. Generoso texto, exaltado en adjetivos francamente inverosímiles para la poderosa historia de la música cubana. Pero pobre hombre, hundido en las drogas y en el tenebroso mundo delincuencial.

    2. Consiguió conectar con la juventud cubana, hay todo un segmento poblacional de personas que ahora mismo tienen entre 15-40 años que la banda sonora de sus vidas tendrán temas del Taiger…, y gozaron y bailaron y oyeron en sus móviles esos coros pegajosos, esas frases ingeniosas que consiguieron llegar al habla popular y consuetudinaria del cubano de a pie, lo mismo en Los Sitios, que en Miramar, lo mismo en La Jata que en Pogolotti, y en Cárdenas y en El Condado de Santa Clara y en Vertientes, Camagüey…
      cuando logras eso, has conseguido mimetizarte con tu pueblo, con tu gente, has dejado de ser marginal y te has convertido en mainstream, y ojo!!!!!, sin un apoyo institucional de la maquinaria cultural estatal de Cuba, estamos hablando de gente que no pudo grabar en los estudios Abdala, ni en los estudios de la EGREM, ni que tuvieron un concierto en la Tribuna Antimperialista con equipos de audio, luminotecnia, efectos, no, no no, nada de eso, lo urbano en la música cubana, sea reguetón, trap, hip hop, reparto, etc, se ha hecho a contrapelo de la institucionalidad cultural del estado.
      No hay nada más antitético para el socialismo del Hombre Nuevo cubano que ese Hombre post nuevo que está encarnado en los exponentes del reparto, El Taiger (QEPD), Chocolate MC, Ja Rulay, Bebeshito, Charly & Johayron entre muchos otros, y es que esencialmente la subcultura del género es una muy individualista (contraria al altruísmo socialista), que hace del dinero el norte de su brújula existencial y no sólo para hacer dinero sino para mostrarlo como trofeo a los demás, algo que es completamente antagónico al ethos socialista caribeño, donde incluso en el Código de Ética de los cuadros del partido y el gobierno, está explícitamente prohibido, lo de ostentar me refiero.
      Pues he aquí, que el finado José Manuel entre los muchos exponentes del género era uno de los más fulgurantes y seguidos por los jóvenes…..descanse en Paz…..y si puede, pase por Youtube y visualice su tema dedicado a los niños del St Jude Hospital, pequeños que luchan contra el cáncer, todas las regalías del tema son para combatir este terrible flagelo.

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