Luis Manuel Otero: «Me quedan diez meses preso. El que espera, desespera»

    Hace poco menos de un año y medio, en abril de 2024, entrevisté al artista y activista político cubano Luis Manuel Otero, a través de varias llamadas telefónicas que las autoridades de la prisión de máxima seguridad de Guanajay, Artemisa, le permiten hacer, generalmente, cada martes y jueves en la tarde. A lo largo del pasado mes de agosto, y también durante estas dos primeras semanas de septiembre, he vuelto a conversar con Otero por la misma vía, pero ahora, quizá, desde un lugar ligeramente distinto, porque faltan diez meses para que el líder del Movimiento San Isidro sea puesto en libertad, cuando en julio de 2026 cumpla los cinco años de cárcel a los que fue injustamente condenado por los delitos construidos de ultraje a los símbolos patrios, desacato y desorden público. No obstante, como él mismo dice, «con la Seguridad del Estado nunca se sabe».

    Aunque Otero tiene la conciencia de que su posible excarcelación se acerca, y ese mismo pensamiento ya cambia por completo su relación con el encierro, también intenta prepararse para cualquier otro escenario futuro. El tiempo ha hecho estragos en él, y hace apenas tres días el Observatorio de Derechos Culturales de Cuba (ODC) emitió una alerta por el deterioro de su estado de salud. Ha contraído parásitos, ahora mismo padece de dolores de cabeza, mareos y diarreas, y la ansiedad, la molestia y, en definitiva, el abuso le han provocado herpes, hongos y otras lesiones en su piel. Su cuadro clínico supone inmunodepresión y recién padeció el virus de chikunguña. Lo que sigue idéntico es el metal de su voz, y también la dirección de sus ideas, que la cárcel no logró simplificar, ni tampoco reducir al rencor. Sus obras, sobre todo instalaciones y performances, no han dejado de aparecer gracias a los esfuerzos de su círculo más cercano; algunos premios internacionales lo han celebrado, y en su celda, según me cuenta, hay más de cuatro mil dibujos acumulados, entre ellos retratos de varios amigos.

    ¿Cómo imaginas tu primer día de vuelta a la libertad?

    La última vez que hablamos te dije que lo pensaba como un día feliz, sobre todo si tenemos en cuenta el odio con el que se supone que uno debe salir después de cinco años aquí adentro. Pero yo te hablaba de la felicidad como un espacio superior a todo, incluso al resentimiento que habría en el hecho de haber perdido el tiempo, entre comillas. Ahora, en los últimos meses, a raíz de varias conversaciones y cosas que me han sucedido, pienso que también va a ser un día muy triste. Han pasado cuatro años. Mis amigos tienen nuevos amigos. Mis amantes tienen nuevos amantes. Mi cuerpo ha cambiado, los olores, los olores de mis amigos. Durante este tiempo he sido como una foto, una foto en Facebook o en Instagram, pero yo también soy un animal social, y aunque voy a exigir mi lugar, no nos engañemos, voy a ser un extraño.

    ¿En qué sentido?

    Mis amigos van a tener familia. Sus planes no son los mismos de hace cuatro años atrás, donde uno, a las tres de la mañana, le decía a cualquiera: «Vámonos de fiesta» o «vamos a hacer tal cosa». Cuba va a ser otra también. Yo soy ahora una especie de Peter Pan, que no crecí, y hay una realidad que sí creció. Por lo demás, sí, han cambiado cosas. Por ejemplo, tú te das cuenta de que la presión de la Seguridad del Estado también ha mermado un tantico. El mes pasado salí al patio a bailar, dieron unos premios, participé en unas actividades. Ya hay como otro tipo de relación con uno, a partir de que me queda poco tiempo aquí, y parece que ellos no quieren que haya conflictos como los que ha habido en estos cuatro años, cuando me he plantado y demás.

    Luis Manuel Otero, artista y preso político cubano / Imagen: Luis Manuel Otero Alcántara (Facebook)
    Luis Manuel Otero, artista y preso político cubano / Imagen: Luis Manuel Otero Alcántara (Facebook)

    ¿Y cuál es la relación con el tiempo que aún te falta en la cárcel?

    Un nuevo reto. Me pueden quedar diez meses, o menos, o incluso puede que me quede más, porque, así como ellos [Seguridad del Estado] se sacaron cinco años de la cartera, ¿por qué no pueden sacarse un año o dos más? Independientemente de mi esfuerzo y del esfuerzo de mis amigos… cinco años, ¿entiendes? Demostraron que son unos pingúos. En el primer año vinieron las huelgas, en el segundo me tocó adaptarme, después tuve el conflicto de que llevaba dos años y medio y me faltaban dos y medio más. Ahora son diez meses, viene la ansiedad. El que espera, desespera. Tengo que buscar nuevas herramientas, seguir pintando, otros espacios que se traguen este tiempo.

    Imagino que también haya ansiedad.

    Tengo que lidiar con la ansiedad, sí, con la pregunta de qué pasará. Y aquí hay una cosa que quiero decirte. Tengo que pensar en qué decisión es mejor, si me quedo o si me voy. Pero no en lo que es mejor o no para mí, sino para la gente. ¿Cómo puede Luis Manuel servirle mejor al cubano? Alguien que vino a poner el cuerpo, el corazón y su trabajo. Porque uno al final… yo me doy cuenta de que estoy medio loco, y está la opción del exilio y la opción de quedarme y fajarme contra la bestia, meterle la cabeza al muro, morirme, el martirio. Cualquiera de esas dos opciones va a ser creativa para mí. Todos los días le pido a Dios, a Orula, a los santos, a los espíritus, a lo que sea, que me enseñe el mejor camino. Eso es más o menos este año para mí.

    También has pensado en que pueden no liberarte.

    Sí, por supuesto, vivimos en una realidad que ellos moldean. Te estoy hablando de una salida ideal en la que nadie se meta con uno, pero todos sabemos quién soy yo, lo que yo represento, en lo que me he convertido y en lo que me han convertido también. Estoy especulando sobre ese futuro. Ya veremos. Mañana trancan el dominó y te dicen: «No vas a ningún lado», ¿entiendes? Ahora, por ejemplo, voy a hacer una obra con Coco [Fusco] que se llama Momento Cero. Ahí llevo, con un gran reloj, la cuenta regresiva del tiempo que me queda aquí, como mismo se hace en las Olimpiadas y los Mundiales. Creo que vamos a exponer pronto. Y de eso se trata, de esperar el momento, deseado o no, y preguntarse qué pasará. Además, estamos a merced de poderes.

    El odio, ¿cómo haces para no cultivarlo, o simplemente no te sale?

    Creo que soy un ser que realmente no tiene la capacidad de odiar, pero eso pasa también por una vigilancia que yo tengo, es como un proyecto, y yo vigilo no odiar, que no me afecte la oscuridad alrededor mío, ¿entiendes? Y esto aquí adentro es un espacio muy, pero muy particular. Por supuesto que tengo momentos. Ahora mismo estoy un poco sensible porque los presos pueden tener dos y tres visitas al mes y yo no. Te entra una paranoia y te das cuenta, o crees, que es un trabajo de la Seguridad del Estado para hacerte sentir mal. Y tú simplemente haces conciencia y te dices: «¿A qué tú viniste al mundo, bróder? Tú viniste al mundo a pinchar por el otro». También hay un ciclo ahí donde tú protestas y les quitan los beneficios a los demás. Te ponen a chocar con los presos. Entonces te enfocas y te dices: «Yo vine a esto». Yo vine a este sitio por decisión casi personal, porque yo podría haberme escapado antes de venir a parar aquí. Sabíamos que yo iba a parar en este lugar. Partiendo de ahí, mira, viene el sacrificio, la idea de poner la carne también como ejemplo para los otros, ¿entiendes?

    Los otros presos tienen visitas dos y tres veces al mes, ¿y tú ninguna, o cuántas?

    No, sí te dan, sí te dan. Lo que pasa es que sientes que le dan un beneficio a otra gente en función de lo que te dan a ti. Para que haya un blanco tiene que haber un negro, para que haya algo bueno tiene que haber algo malo. Entonces me meto en esa especie de paranoia y me digo: «¿Será a propósito?» Yo creo que sí. Pero bueno, dejas la semana pasar… y luego te decía esto de que la cosa se ha ido flexibilizando. Por ejemplo, este mes tengo visita dos veces.

    ¿Te tratan diferente al resto?

    Hay una atención distinta conmigo. Ahora mismo, en el pasillo donde yo estoy, había veinte televisores, y sacaron los veinte televisores y dejaron el mío nada más, porque yo veo documentales y otros programas. Aquí hay presos políticos en otros pisos y yo tengo atención priorizada con algunas cosas.

    Es que si te pasa algo más grave, es un problema.

    Cuando he tenido que denunciar algo, al momento están aquí. Yo chillo y ellos vienen.

    Pero últimamente pareces más, no sé, ¿reservado?

    Ahí hay un tema. Recuerda que yo estoy un tanto desconectado de la realidad y no sé, por ejemplo, qué puede pasarle a Maykel [Osorbo] o qué puede pasarle a otro preso político. En mi caso muy particular, yo comparto una realidad con guardias que son tan jóvenes como yo, y hay un momento donde yo —y esto entre comillas— no tengo siquiera la necesidad de protestarle a un guardia. Al final, ¿qué voy a decirle?: «Oye, suéltame», cuando el guardia simplemente es un almacenero que trae la comida. Por ejemplo, hay momentos en los que faltan tres granos de arroz y uno protesta y eso se resuelve aquí adentro. Tampoco tengo que decir públicamente que aquí en Guanajay no me dan pollo, cuando todo el mundo sabe que en la realidad cubana no hay pollo. Si no hay pollo y leche para los niños, ¿qué va a quedar para los presos?

    Aparte, si a mí me dan una galleta aquí, yo me fajo. Tú sabes, tú me conoces, yo no soy un tipo que va a caer en el chisme y en el brete de que me dieron una galleta, si no me dieron nada. Además, si me dan una galleta, yo me ripeo. Uno sabe cuándo es abuso del régimen y cuándo es algo de aquí normal. Yo me he fajado aquí adentro porque me han dicho alguna cosa y nos hemos enredado. ¿Y cuál sería la noticia? ¿Que Luis Manuel se fajó con otro preso, o que Luis Manuel discutió con un guardia? Aunque por supuesto que hay que denunciar.

    Digamos que administras las denuncias y que te pasan cosas que no llegamos a saber.

    Primero, no me gusta mentir. Segundo, qué voy a decir. En Cuba no hay pollo, ni para los niños ni para nadie. Y eso se sabe. Lo otro es que, cuando yo me planto, lo hago por alguna una razón que me ha venido a la mente, y luego me he desplantado también por la misma espiritualidad que me ha dicho que ya. Y no me van a soltar. ¡Imagínate, a nivel simbólico, lo que significa soltar a Alcántara por haberse plantado!, con todo lo que uno ha hecho en este recorrido cortico, para decirlo con ironía. Hay cosas que uno sabe que van a pasar y cosas que no. Pero aquí, en el día a día, la verdad es que el guardia tiene tantos problemas como uno, o incluso más, porque mañana a mí me dan un exilio y al final tú sabes que uno va a vivirla donde quiera. Uno vino al mundo a estos placeres y a las locuras y los guardias tienen un salario de mierda. ¿Qué vas a decir? ¿Que el guardia te miró atravesado, cuando es mentira? Posiblemente los guardias tengan más deseos que yo de que yo me vaya de aquí. 

    ¿Y qué otras diferencias tienen contigo en la prisión?

    Desde que llegué aquí, yo llevo cogiendo visitas solo con mi familia. Eso es un privilegio, pero también una desventaja, porque hace más de cuatro años que yo no sé lo que es ver a otras personas. Pero, te repito, a mí no me han dado golpes nunca. Y yo he tenido encontronazos con la policía, o cosas personales, problemas del ego o cualquier problema. De ahí no pasa. Por otro lado, la palabra tranquilidad. Yo estoy produciendo arte e ideas constantemente, y hay un equipo de gente, Yanelys [Núñez], Claudia [Genlui], Camila [Lobón], Anamely [Ramos], que trabaja en eso. El problema es también que el público cubano, nosotros, estamos acostumbrados al golpe, al palo, a la violencia más visible y agresiva, y tenemos que darnos cuenta de que estar preso es ya un ejercicio de violencia extremo. No podemos subvalorar —y, ojo, yo no estoy subvalorando— a la gente que le dan palo, a la gente que le meten un pase o que castigan. Me dijeron hace poco que Maykel estuvo castigado y demás. Eso, indiscutiblemente, tiene una dimensión plus, pero la prisión es ya un gran ejercicio de violencia por sí misma. 

    Siempre has sido alguien que controla su propio relato. Nunca le has permitido al régimen que cuente por ti. ¿Era inevitable la prisión? ¿Había que pasar por esto?

    Primero, hay castigos peores. Hay gente que la está pasando peor que yo. Segundo, sí, es lo que venía, y estábamos empujando todos en una dirección que nos iba a llevar a este sitio. Ya esto va a acabarse, y veremos cómo puede o debe continuar esta historia. Bróder, tú estás lidiando con una bestia. Tres veces en un calabozo, dos veces desaparecido, luego vas a prisión. La pregunta es qué pasa después, cuán creativos podemos ser para superar este momento. El objetivo final es encontrar las libertades que se merece este pueblo: nosotros, el que entra, el que sale, el de afuera, el de adentro.

    ¿Hay un acto estético en todo esto?

    Yo a eso lo llamo «gesto arte involuntario». Es el momento en que, a pesar de que ellos influyen, nos adueñamos de nuestra propia narrativa al cien por ciento, incluso a veces sin quererlo. Nosotros empujamos y empujamos y ellos al final ejercen la fuerza y nosotros la aprovechamos para nuestro relato. Ahora, ¿la idea de que yo tenía que caer preso? Bueno, si tú andas donde hay petróleo, al final va a salir petróleo. Si vivimos en un régimen autoritario dictatorial, por supuesto que vas a ir preso. De hecho, el régimen me permitió, literalmente, un montón de cosas. Fui a parar a millones de calabozos, pero no caía preso. Todo el mundo caía preso y yo no. Incluso hubo dudas sobre mí. Yo empujaba y el régimen me decía: «No te vamos a meter preso porque esa es la medalla que tú quieres. Ustedes los activistas quieren esa medalla».

    ¿Se banaliza lo que te pasa?

    Más allá de caer preso o no, nosotros simplemente estábamos trabajando en función de la libertad y desde la honestidad. Sabíamos que la prisión era una opción, como la muerte también. Siempre vemos la prisión, pero no contamos con la muerte. Igual, yo realmente preferiría vivir en un país democrático donde exija los derechos de la gente —porque en todos los países hay problemas, sean raciales o de lo que sea— y no tenga que ir preso. ¿Por qué te digo esto? Porque también opera la narrativa de gente que dice: «De todas formas Luis Manuel le va a sacar provecho». Está ese tema de la fama, de que después de la prisión voy a ser más famoso y voy a vender mis obras. Eso es un error. Ahora mismo hay cientos de presos políticos y la prisión es una locura que no le deseo ni al peor de mis enemigos. Entonces, sí, a pesar de que uno empuja y empuja, y de que al final te van a dar un chuchazo, porque uno está donde está, yo no debería estar preso. Yo incluso visualicé la muerte, visualicé todo esto millones de veces, me preparé para cualquier cosa, pero no debería folclorizarse lo que me pasa. Quiero estar en la calle, solo que, si esta es la consecuencia que hay que pagar por las libertades, voy a venir una y diez y veinte veces, incluyendo la muerte. 

    Luis Manuel Otero
    Luis Manuel Otero/Foto: MSI

    Háblame de tu casa en San Isidro. ¿Piensas en ella? ¿Adónde vas a regresar?

    Es una gran disyuntiva. Yo no sé. Me imagino que yo no regrese inmediatamente ahí porque mi casa no está en condiciones, y yo quiero salir y bañarme con agua caliente, tener un aire acondicionado, lo mejor dentro de las posibilidades de la realidad cubana. De lo que sí estoy seguro es de que voy a caminar el día a día, y lo iré construyendo todo en el momento. Ahora mismo llevo ciego cuatro años. También uno sale y en una semana te vuelves algo fashion, pero cuando pasan quince días y pierdes el brillo de la noticia, ¿qué? 

    Eras un rockstar cuando te metieron preso.

    Yo soy un negro del Cerro, autodidacta, ustedes me conocen. Un día levanté la vista y vi que cuatro personas estábamos conectados. Después seguí en mi arte, mi pintura, mis performances, y cuando volví a levantar la cabeza, éramos veinte. Después treinta, después cincuenta, y así se formó un Movimiento que todo lo que hizo, lo hizo a partir de trabajo, de lo que creo y creemos que era y es necesario. Por supuesto, el arte después se expandió y hubo gestos políticos y acciones que trastocaron todo. 

    ¿Y qué Luis Manuel eres ahora?

    Yo saldré más bonito. Estoy haciendo ejercicios, estoy enfermo, pero fuertón. No creo que «el tanke», como dicen, me haya modificado. No soy mejor o peor persona, pero sí alguien más maduro. Y con esa madurez me voy a enfrentar a una realidad de la que llevo cuatro años desaparecido. He leído mucho más, tengo mucha más habilidad a nivel sensitivo. Puedo ver el rostro de la gente y descubrir cosas. Mi pintura representa la realidad que se vive todos los días aquí adentro, pero no es una caricatura política, ni va a serlo. Siempre trato de quedar bien con una intuición visceral. No te creas que yo voy a salir con una capa, ni con la S en el medio del pecho, volando. Yo seguiré siendo el mismo tipo, sea para morirse, para volverse mártir, para estrellarse, y también para seguir follando, guarachando y tomando ron, normal. Y si vienen a exigirme, pondré a la gente en su sitio, como siempre. Ya pasé por este lugar horroroso. ¿Volveré a pasar? ¿No volveré a pasar? ¿Hay exilio? ¿No hay exilio? Son decisiones que vendrán. Aquí te encuentras personas que hoy se ríen contigo y después son traidores fulas, ¿entiendes? Y los odias y luego los sigues amando y los entiendes. Lo peor de todo es que yo los entiendo como si fuera algo matemático. Entonces, al entenderlo, no los odio, los comprendo y quiero ayudarlos también. Eso es lo que va a salir para la calle, alguien sin prepotencia. Veremos qué pasa. Puede que quede en el ostracismo y tenga que venir otro Luis Manuel Otero. 

    ¿En qué obras estás trabajando, Luis?

    Tengo alrededor de cuatro mil pinturas. No tienen ninguna connotación política directa o agresiva. No dicen «¡Abajo Fidel!» ni nada de ese corte. Son como experiencias mías y de las energías que me han rodeado aquí, llevadas a cartulinas. Hay unas veinte series, la experiencia de cuatro años. Y esa es otra historia. Cuando yo salga, ¿qué va a pasar? ¿Me dejarán sacarlas? ¿No me dejarán? Yo no estoy seguro de que mañana me suelten, pero de lo que sí estoy seguro es de que salgo con mis pinturas o no salimos. Como dice el verso de Martí: «O nos condenan juntos o nos salvamos los dos». También hay performances, muchas ideas que haré cuando salga, cosas que no quiero contarte ahora porque nos están escuchando. El arte es lo que me ha salvado y también lo que me hundió.

    Newsletter

    Recibe en tu correo nuestro boletín quincenal.

    Te puede interesar

    Sequía, apagones, roturas, «bloqueo»… Nunca faltan ingredientes para la crisis del agua...

    Las autoridades advierten que el país atraviesa su «más compleja» situación hídrica, con más de tres millones de habitantes afectados por interrupciones del servicio de agua potable.

    Un concierto al revés 

    Así había cantado antes en la Colina Universitaria (y el audio esta vez tampoco era el mejor, según contó luego gente del fondo), pero la clausura figurada y práctica de la función no deja de ser significativa en la Cuba post-11J.

    El trazo que cruzó el mar

    En Cuba vivía del arte, con solvencia y reconocimiento. En Chile, el panorama es otro: galeristas que no responden, coleccionistas que regatean, y un medio que lo ve como competidor más que como creador.

    Los millones de GAESA, ¿cuántos son?

    Al economista Miguel Alejandro Hayes no le quedan dudas...

    Apoya nuestro trabajo

    El Estornudo es una revista digital independiente realizada desde Cuba y desde fuera de Cuba. Y es, además, una asociación civil no lucrativa cuyo fin es narrar y pensar —desde los más altos estándares profesionales y una completa independencia intelectual— la realidad de la isla y el hemisferio. Nuestro staff está empeñado en entregar cada día las mejores piezas textuales, fotográficas y audiovisuales, y en establecer un diálogo amplio y complejo con el acontecer. El acceso a todos nuestros contenidos es abierto y gratuito. Agradecemos cualquier forma de apoyo desinteresado a nuestro crecimiento presente y futuro.
    Puedes contribuir a la revista aquí.
    Si tienes críticas y/o sugerencias, escríbenos al correo: [email protected]

    Carlos Manuel Álvarez
    Carlos Manuel Álvarez
    Bebedor de absenta. Grafitero del Word. Nada encuentra más exquisito que los manjares de la carestía: los caramelos de la bodega, los espaguetis recalentados, la pizza de cinco pesos. Leyó un Hamlet apócrifo más impactante que el original de Shakeaspeare, con frases como esta, que repite como un mantra: «la hora de la sangre ha de llegar, o yo no valgo nada». Cree solo en dos cosas: la audacia de los primeros bates y la soledad del center field.

    Artículos relacionados

    Sequía, apagones, roturas, «bloqueo»… Nunca faltan ingredientes para la crisis del agua en Cuba

    Las autoridades advierten que el país atraviesa su «más compleja» situación hídrica, con más de tres millones de habitantes afectados por interrupciones del servicio de agua potable.

    Obsesión: «Tengo las armas y debo enseñar a mi gente a usarlas»

    Apenas doblar la esquina vi el rompiente de las...

    Los millones de GAESA, ¿cuántos son?

    Al economista Miguel Alejandro Hayes no le quedan dudas...

    Homenaje a El Taiger en Miami: ¿y el orden del relajo qué?

    Si no fuera porque el dinero recaudado este viernes...

    1 COMENTARIO

    1. Muy buena la entrevista y muy humana. Tan profunda y sencilla como Luis Manuel. Siempre he sentido cariño por él, tan valiente y tan firme.
      ¿Podré yo, como psicóloga clínica, intentar ayudar?
      ¿Lo pudiera llamar por un WhatsApp?
      Cuenta conmigo Luis Manuel. Se dice,y es verdad, que a no ser una consulta de CONSEJERÍA, las psicólogas no debemos dar consejos, sino ayudar a pensar y decidir.
      Pero hay muchas veces que es necesario aconsejar. Yo estoy en Miami, con el mismo conflicto que él, pero me tengo que operar aquí.
      En todo caso aquí estoy. Mi consejo: un paso cada vez. Primero la salud, mírame a mi. He cambiado la palabra cuerpo por PUERCO. EL CUERPO PASA LA CUANTA TAMBIÉN.
      Un abrazo al entrevistado y al que entrevistoʻ.

    DEJA UNA RESPUESTA

    Por favor ingrese su comentario!
    Por favor ingrese su nombre aquí