Después de despegar en La Habana, sobrevolar el océano Atlántico, hacer una escala por más de 12 horas en Moscú, para luego aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Dubái, en el mismísimo Medio Oriente, Ramón[1] no podía procesar que había llegado a otro multiverso, un día de marzo de 2024, tras recorrer más de 13 mil 300 kilómetros durante casi dos días de viaje.
Incluso, cuatro meses después de su llegada a la capital de uno de los siete emiratos que conforman los Emiratos Árabes Unidos (EAU), aún no supera el impacto de arribar de golpe a una de las urbes más ultramodernas y cosmopolitas del mundo, según dijo a El Estornudo.
Ramón recuerda que al adentrarse en la ciudad emiratí la cabeza empezó a darle vueltas. Allí todo brilla. Allí todo es lujo. Allí todo es supermoderno. Allí se construye todos los días. Allí las calles y las carreteras están impecables. Allí no hay miseria. Ni hay baches ni basura. Tampoco hay asaltos ni robos y las fiestas pueden ser eternas en medio de un urbanismo futurista, cercano a las arenas del desierto de Arabia, a la orilla del golfo Pérsico, donde el Islam no es solo religión, sino también política, Ley y Gobierno.
A primera vista, lo maravilló la arquitectura desafiante de los numerosos rascacielos que conforman la capital homónima del emirato de Dubai, sobre todo la del Burj Khalifa, considerado el edificio más alto del mundo, con 828 metros de altura. «Esta es mi primera salida del país. Soy de Santiago de Cuba y llegué aquí con 35 años», dice Ramón desde la desafiante ciudad emiratí, erigida gracias a la riqueza generada por el petróleo, aunque actualmente su economía depende también de los muchos ingresos que allí deja el comercio, las finanzas, los servicios y el turismo.
Para Ramón, adaptarse al nuevo horario en Dubái resultó otro reto. Una semana después de su arribo seguía con los mismos tiempos de Cuba: «dormía hasta las seis y las siete de la noche», refiere. «A esa hora ya no había mucho que hacer para salir a buscar trabajo en la ciudad, a la que llegué por embullo de un amigo que vino en diciembre de 2023. Después contacté con Olomac23, una empresa de cubanos en Dubái, que me hizo todo el proceso legal para viajar y comenzar mi vida en esta ciudad».
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En Dubái residen más de 3.6 millones de personas, según datos oficiales de 2023, pero solo 284 mil 600 habitantes son ciudadanos emiratíes, el ocho por ciento de la población total. El resto proviene de otras latitudes, principalmente de Asia, y han llegado allí gracias a las condiciones que ofrece el gobierno monárquico constitucional, encabezado por el jeque Mohamed bin Rashid Al Maktum, para crear nuevos negocios con pocas presiones fiscales y mucha seguridad y estabilidad política, además del confort general del emirato y la alta demanda de fuerza de trabajo para sectores en constante crecimiento como el turismo, los servicios y la construcción.
A muchos ciudadanos de todas partes les resulta muy fácil llegar a Dubái, porque no se les exige visado alguno, y ni siquiera resulta complejo para un cubano, de ahí que el lugar se encuentre entre los 140 puntos de destino primario de los emigrantes de la isla. Sin embargo, por ahora no hay cifras oficiales y se desconoce cuántos cubanos podría haber en EAU y específicamente en Dubái, refirieron a El Estornudo directivos de dos de las empresas en gestión de viajes, migración y negocios, que se han estado encargando de los trámites legales para mover connacionales hacia el país árabe.
Ailema Rodríguez Moya, manager de la empresa en gestión de negocios y trámites migratorios Olomac23, afirma que en general la demanda es alta. «A diario recibimos más de 200 solicitudes de cubanos interesados en venir», apunta.
«Nuestro fuerte son las visas con residencia, no las de turismo. Comenzamos a operar en mayo de 2023 y hasta diciembre ya habíamos tramitado 142 residencias por motivos laborales. Todos eran cubanos residentes en la isla. En lo que va de año [hasta junio], alrededor de 85. Además, recibimos muchos de Rusia, porque allá están ilegales», precisa Rodríguez Moya.
También Miguel Hernández, manager general de la agencia de viaje LatinHouse, una de las más veteranas en el movimiento de cubanos hacia Dubái, asegura que no hay datos oficiales de cuántos nacidos en la isla pueden haber allí, pero confirma que es una comunidad en crecimiento. Los procesos de visado son expeditos tanto para turismo como para residencia y los costos de viaje son mucho más bajos si los comparamos con los gastos de otras rutas migratorias hacia Estados Unidos o Sudamérica.
Para llegar hasta Dubái, un cubano solo necesita tener un pasaporte con una vigencia de más de seis meses, una visa que se tramita de manera digital, sin tener que hacer cita o ir a una entrevista en un consulado, y dinero en el orden de los dos mil a tres mil dólares, subraya Hernández.
Igual destaca que un cubano en Dubái puede lograr una residencia con muchos beneficios, entre los que se incluyen la ausencia de impuestos sobre la renta personal y la propiedad; acceso a servicios de calidad de salud, educación y de transporte; abrir cuentas bancarias y la oportunidad de crear empresas y hacer inversiones, además de poder patrocinar a los familiares cercanos.
No obstante, la manager de Olomac23 puntualiza que en Dubái no hay residencia permanente para ningún extranjero. «Eso no existe. Eso nunca lo vas a lograr, a no ser que te cases con un árabe, pasen ocho años y te hayas convertido al Islam, entre otros requisitos».
Tampoco, dice Rodríguez Moya, se puede entrar irregularmente a este emirato. No hay redes de tráfico de personas, ni coyotes, como en otras rutas migratorias de cubanos, y solo puede llegarse con visa de turismo, residencia o inversión. Todas son renovables, pero «la visa por residencia pende de un hilo, porque es algo que se puede perder en cualquier momento», en caso de no seguir en el empleo, por la razón que sea.
«Hay visas de residencia por dos, por cinco y hasta por diez años. Todas son renovables indefinidamente, mientras no cometas ningún delito o no contraigas una enfermedad como hepatitis, VIH-Sida o tuberculosis. Si contraes alguno de esos padecimientos, te invalidan automáticamente tu residencia y no la vas a poder renovar», detalla la directiva. Esas enfermedades en el mundo del Islam «las consideran pecado. Ese requisito es público. Está en todas partes, pero la mala información del latino [cubanos, incluidos], porque somos muy lanzados, hace que digan ‘allá voy’, y no se fijan en esos detalles», aunque, aclara, con esas patologías sí se puede ir como turista, ya que para esa visa no exigen examen médico.
Otro tema importante es el idioma. Según Miguel Hernández, con un «nivel conversacional» es más que suficiente para llegar y emprender una estancia en el país árabe. Sin embargo, en Olomac23 tienen otro punto de vista.
«Sin hablar inglés no se puede venir para acá. La persona que piense que puede venir sin conocerlo, no lo va a poder lograr. Aquí hay que hablarlo a la fuerza, aunque hables árabe, y estamos hablando de un nivel B2, como mínimo. Eso es primordial, porque ¿cómo vas a poder pasar las entrevistas laborales, si son en inglés? Dubái es el lugar del mundo donde más diversificado están los expatriados. Hay personas de todas partes y el inglés es el idioma que se emplea para comunicarse. Hasta si vas a una entrevista con un español, hablas en ese idioma», abunda Rodríguez Soto.
Incluso, dice, no dominar el idioma te puede llevar a situaciones extremas. «Nosotros ayudamos a dos cubanos a salir de la calle, aunque casi nos metimos en un problema legal, porque eso aquí está penado, y no lo sabíamos. Se supone que el que esté en cualquiera de los siete emiratos es porque se puede sustentar, por lo que no está autorizada ningún tipo de beneficencia para ayudar a personas en situación de calle».
Según la directiva, quien quede en esa condición debe irse del país, aún más porque la Embajada de Cuba tampoco va a brindar ningún tipo de apoyo. «Personalmente llamé al embajador cubano para tratar de regresar a dos personas y no lo logramos. Tuvimos que buscarles una renta por un mes y hasta recoger dinero entre todos. La pareja estuvo más de 30 días en la calle, incluso los días de las grandes inundaciones por lluvias de este año. Ahora mismo están viviendo en una renta compartida y están vendiendo comida a domicilio para sobrevivir. No son tan jóvenes. Tampoco saben inglés y son afrodescendientes. Ellos llegaron engañados. También hay gente que no entiende lo que uno explica. No es que yo no quiera que vengan, ese es mi negocio, pero Dubái no es para todo cubano».
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Ramón llegó a Dubái con la mentalidad de trabajar de ocho a 12 horas diarias, pero en casi cuatro meses aún no ha encontrado un trabajo fijo. Solo por medio tiempo o durante cuatro o cinco días seguidos. Tiene una licenciatura en Cultura Física y Deportes, 36 años, y un dominio del inglés que ha ido mejorando en los últimos meses, aunque llegó con un nivel medio-bajo. También es afrodescendiente.
«En los primeros días no entendía nada. Me subía al metro o entraba a una tienda y no sabía lo que decían. Aquí hay muchos hindúes y no los entendía bien, aunque el oído se va adaptando con el tiempo», rememora. Además, dice que solo ha encontrado trabajo en tiendas como ayudante de carga y descarga, aunque ha aplicado a empleos de mesero, oficial de seguridad y de cajero. Ya ha pasado por tres rentas compartidas, que es para lo que le alcanza su economía. «En la primera fue todo bien, pero el dueño se fue del país y me tuve que mudar a otro apartamento donde conviví con 56 personas», recuerda.
«Yo pasé el Servicio Militar, tomé agua de un arroyo y me tuve que levantar a las cuatro de la mañana, pero esa experiencia de estar con 56 personas en tan solo dos habitaciones no fue fácil. En cada cuarto había 14 literas. También el apartamento tenía dos baños y una cocina. Por eso llegué a pagar más de 200 dólares por un mes. Ahí había gente de Sri Lanka, Nepal, la India, Pakistán y de Egipto. El único cubano era yo», detalla Ramón.
«Lo que tocaba en ese momento era adaptarse», dice sobre las costumbres de sus compañeros de habitación. Ellos tienen cosas diferentes por su cultura, pero me chocó verlos comer con las manos. También la higiene fue otro tema, porque los cubanos nos bañamos aunque sea de madrugada, pero yo veía que pasaban hasta tres días sin ‘jugar agua’ y sentía un olor muy fuerte».
Ramón decidió irse del apartamento. Con tantas personas no podía haber control de nada. «Uno busca economía, pero también comodidad», reflexiona. Luego llegaría a su tercera renta compartida, en la que aún permanece. Otro apartamento de dos cuartos, un baño y una cocina para unas diez personas. «Todavía soy el único cubano ahí. Mi habitación la comparto con tres hindúes que son bastante limpios, organizados y muy trabajadores».
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«Una de las misiones que yo tengo como creador de contenido en redes sociales es que las personas que vengan a Dubái no sigan siendo engañadas, como me pasó a mí y a mi novia hace casi dos años», dice a El Estornudo Noel David Pérez Soto, de 26 años, conocido por su canal de YouTube «Soy Noel».
«La mayoría de las agencias de viajes te engañan, no hacen las cosas bien. Te dicen medias verdades y prometen cosas que no dan, que no cumplen», cuenta Pérez Soto, quien añade que por dar información verídica en sus redes sociales ha sido atacado y expulsado de grupos. «Hasta han pagado servicios para enviarme miles de spam y mensajes de odio para que disminuya el alcance de mi canal», subraya el joven youtuber.
Según Noel, muchas agencias prometían trabajos que no había, o el trabajo era en un call center para tratar de estafar a otras personas. «Eso han hecho algunas agencias con cubanos», dice.
«A muchos les han dicho que al mes de estar aquí se pueden ir para España o que en 15 días van a conseguir trabajo, que con un inglés básico pueden acceder a un empleo, que todo es color de rosas y luego ven que no es así. Por eso me he encargado de hablar sobre lo que está pasando, tanto de las agencias como de la realidad en Dubái. Acá hay muchas cosas buenas, pero si no vienes preparado te va a ir mal», argumenta Noel, quien también creo la página Dubai en el bolsillo para dar información gratuita y conectar a las personas con lo que allí puedan necesitar.
Noel y su novia son de Matanzas y llegaron a este emirato después de estudiar otras vías para salir del país, y de haber sido estafados varias veces, intentando como la mayoría de los cubanos de llegar a Estados Unidos. «Aquí nos ha ido regularmente bien, con sus altas y bajas, como migrantes al fin», asegura.
También recuerda que no fue nada complicado solicitar la visa para Dubái. «Digamos que todo fue muy fácil, porque nos la dieron de un día para otro. Se saca vía digital con tu foto, nombre completo y un pasaporte con vigencia de más de seis meses. Pero al llegar, nadie les advirtió que cuando se vence quedan ilegales, con repercusión en lo económico, ya que hay que pagar una multa inicial y después otra diariamente, apunta Noel David.
«Hay que prepararse bien antes de venir, porque las agencias no te hablan de estas cosas. Tampoco sabíamos que teníamos un tiempo limitado para conseguir trabajo. Todo el proceso para llegar aquí nos costó dos mil 600 dólares, porque lo hicimos a través de un influencer que nos cobró de más, pero se puede hacer hasta con mil 500 dólares. Para llegar aquí viajamos de La Habana a Alemania [en ese momento no exigían visa de tránsito], después a Estambul y de ahí a Dubái», detalla.
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La mánager general de Olomac23, Ailema Rodríguez Moya, admite que «es verdad que lucramos con lo que estamos haciendo, pero yo no puedo llevar en mi conciencia haberle dicho a un cubano, que me está confiando el cambio que va a hacer en su vida, que puede venir para acá como sea».
La directiva considera que tiene la obligación moral y humana de decirle a la gente «lo que hay». «Vamos a decir que a mí me contactan unas 50 personas por día, pero de esas solo diez cierran el trámite, porque es una realidad que el cubano no domina el inglés, aunque tenga partidas laborales increíbles», argumenta.
Según su experiencia, dominar el inglés es el punto cero para establecerse en Dubái. «Otro requisito esencial es la edad. Yo diría que menos de 35 años, si vienes a buscar trabajo y con poco dinero. Con un poco más de dólares, para aguantar unos seis meses, puedes tener algo más, pero en este país miran mucho tu fecha de nacimiento», explica.
También dice que en Dubái «todo es de apariencia». Dice que se fijan mucho en cómo eres, en lo físico, y en eso la edad influye. «Las mujeres consiguen trabajo más rápido que los hombres», afirma, y detalla que si es «bonita, joven y habla buen inglés se le facilita mejor encontrar un empleo». No hay que ser top model, pero con sobrepeso hay menos chance, puntualiza.
Rodríguez Moya igualmente reconoce que en Dubái «hay un tema relacionado con el racismo». «Aquí realmente las personas afrodescendientes tienen desventajas. Hay chicas mulatas, con buen físico, con buena fisonomía, porque en Cuba estamos muy mezclados, que sí consiguen rápido trabajo, pero en el caso de un hombre afrodescendiente es complicado. Yo tengo clientes así, que llevan seis meses aquí y no han podido conseguir empleo, y es por eso», precisa.

Además, destaca que el tema de la discriminación racial es complicado para las personas afrodescendientes desde que entran por el aeropuerto. «Eso parte porque Dubái tiene un problema con algunos países de África, principalmente con Nigeria, que aquí está bloqueada, además de que hay desinformación sobre el mundo occidental, ya que hay personas afrodescendientes de otros países. A mí me da vergüenza cuando la gente viene y se queja porque la apartaron del grupo y le tengo que decir que lo llevaron a otro lugar por su color y eso no lo entienden», abunda la directiva de Olomac23.
Asimismo, explica que los cubanos son muy bien aceptados en el sector de los servicios y el turismo. Sobre todo en hoteles, restaurantes, bares, discotecas. Igual encuentran empleo como profesores de español, de arte y de música. «Hay una escuela, La Melódica, que acoge a muchos cubanos», dice.
A su vez, hay posibilidades como ingenieros petroquímicos, mecanizadores y agrícolas, además en las aerolíneas. «Tengo clientes que trabajan en yates de lujo, otros cocinan y venden comida a domicilio y hasta pasteles, porque aquí hay muchos latinos y no se vende carne de cerdo en los restaurantes», dice.
«Los informáticos cubanos tienen mucha competencia con los hindúes, que son los que dominan ese mercado laboral. También es complicado el sector de la salud, por los documentos que exigen y el gobierno de Cuba frena eso. De hecho, los médicos cubanos que están trabajando aquí es porque desertaron de misiones, de países como Qatar, y ya contaban con una licencia que aquí pudieron renovar», detalla Rodríguez Moya.
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«No sé cuántos cubanos podrían haber en Dubái. Aquí viene mucha gente y luego se va porque viene engañada, sin hablar nada de inglés o estar poco preparada», dice Noel David Pérez Soto, quien considera que en ese emirato «se puede ser la misma persona, mientras no robes, ni hagas mal a la sociedad».
«Si tú hablas un inglés decoroso, vas a tener un buen estilo de vida, quizás no inicialmente, pero poco a poco vas a ir creciendo. Conozco cubanos que en un año han pasado de mesero a supervisor o en tres años de lavar platos a gerente de un restaurante. Estamos hablando de ganar mil dólares a recibir 10 mil dólares en dos o tres años», detalla el joven youtuber.
Noel David considera que Dubái es un buen lugar para hacer negocios y dinero, porque no se pagan taxes si no se supera una facturación anual de cien mil dólares. Tampoco se pagan impuestos sobre el salario y en caso de tener una empresa solo se paga un nueve por ciento si se supera la cifra de los cien mil dólares por año.
«Aquí vienen muchas personas para vivir mejor que en España o Italia, donde hay impuestos muy altos. Aquí el coste de vida es bastante económico. Una pareja con dos mil dólares mensuales vive superbién, y ese es un salario promedio alto en el sector de la gastronomía, pero si hablamos de sectores profesionales, como desarrollador de software, ingenieros, profesores, médicos, cosas así, como mínimo recibes unos siete mil u ocho mil dólares mensuales, además de que en la mayoría de los trabajos te dan una acomodación [una casa para vivir], que incluye agua, electricidad, internet y gas, además del seguro médico», explica.
«Con 200 USD al mes, mi novia y yo comemos bien. Una persona sola lo puede hacer también por 100 USD mensuales», abunda Noel David, quien considera que el cubano que quiera vivir en Dubái debe ser «joven, emprendedor y hablar bien el inglés».
«Ser profesional aquí depende mucho del área, porque hay muchas que están cubiertas por personas de otras nacionalidades», dice. También apunta que en este emirato «se ven mucho las clases sociales y el racismo».
«A los médicos cubanos, por ejemplo, no les veo esperanza porque aquí necesitan legalizar sus títulos y hay un proceso en el que se traba la pita porque necesitan confirmación del Gobierno de Cuba. Lo sé por un suscriptor que me contó el procedimiento que ha hecho para su esposa médico. Según él, aquí solo están ejerciendo tres o cuatro doctores cubanos, nada más. Yo conozco uno que trabaja de mesero y gana tres mil dólares mensuales y está feliz de la vida. Insertarse en la Construcción sé que es muy complicado, a menos que bajes mucho tus expectativas de vida», subraya Pérez Soto.
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Ramón dice que estos meses que lleva en Dubái le han servido para mejorar su inglés y conocer la cultura e idiosincrasia musulmanas. Allí no se puede escupir en la calle ni fumar en cualquier lugar, menos beber en público. En el mes del Ramadán se ayuna hasta las siete de la noche, no se pueden hacer gestos groseros con las manos, entre otras costumbres muy distintas a las cubanas.
También ha tenido que aprender a lidiar con el clima, porque hace más calor que en Cuba. En julio y agosto las temperaturas sobrepasan los 45°C, aunque en todos los lugares tienen aire acondicionado. Hay meses menos cálidos, sobre todo de octubre a marzo, pero generalmente no hace frío. La arena del desierto se cuela por todas partes y hay que estar tomando agua constantemente.
Igual ha aprendido a conectar con otros coterráneos para buscar trabajo y apoyarse entre todos. «Aquí hay unos cuantos cubanos y hemos hecho un buen grupo para tratar de ayudarnos. Me han contado que hay quien ha tenido que dormir en la playa hasta cinco días, pero cerca de mi entorno no he visto a nadie», dice.
Igual refiere que conoce toda la ciudad y que puede moverse en metro, ómnibus o taxi. Todas sus amistades están relativamente cerca y si aparece algún trabajo, comparten la información. «He visto más hombres cubanos que mujeres», asegura. Además, considera que la comida no es tan cara. Ha podido comprar carne de cerdo para cocinar en su renta, donde se ha ido armando de los utensilios necesarios para elaborar sus alimentos.
«Aquí hay muchos lugares donde comer, pero si te llevas por eso te arruinas. Hay comida de todo tipo y a cualquier hora, pero yo compré una olla multipropósito, una arrocera, sartenes; todo lo de una cocina, porque ahorro más», comenta Ramón, quien en los pocos meses que lleva en ese emirato ya fue también víctima de una estafa, un proceder bastante frecuente en Dubái, que contrasta con la imagen del lugar más seguro del mundo con que se publicita el país.
«No entiendo que aquí el Estado no sepa eso. Este país se caracteriza por eso. Aquí no te asaltan, no te roban. Puedes dejar el teléfono en una mesa que no se pierde. Todo es superseguro, pero sí te estafan suavecito, con la ‘muela’. Es una cosita suave, y eso me dolió», explica.
«Aquí hay muchos reclutadores que son estafadores. Hace poco me llegó un correo para una entrevista física como cajero. Llevé una copia de mi visa y del pasaporte. Entré a una oficina. Todo era en inglés. Me dijeron que la compañía me iba a dar una visa de residencia por dos años, un salario de casi mil 100 dólares, un mes de vacaciones con el pago de un boleto de avión, seguro médico, acomodación [un lugar donde vivir] y hasta comida. Después de decirme todo eso, y yo felizmente creérmelo, me pidieron unos 100 dólares para comenzar el proceso. Como yo no sabía nada, se los di. Firmé hasta un contrato, y me dijeron que avisarían pronto dónde iban a ubicarme. Como a los cuatro días fui al mismo lugar y no había nadie. Hicieron zafra conmigo y con todos los que estuvimos ese día, que éramos bastante», recordó Ramón.
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Ailema Rodríguez Moya asegura que el cubano, cuando llega a Dubái, se reeduca. «Se tiene que reinventar desde cero. Uno se da cuenta cuando están recién llegaditos, por cómo se visten y hablan en la calle», comenta.
También asegura que durante los 30 días del Ramadán es incapaz de comer algo en la calle. «Eso yo lo hago, pero no todo el mundo. Entiendo que soy la que estoy prestada aquí, que tengo que tener respeto por su cultura y creencias. En ese mes trato de no vestirme con escotes, aunque no soy de usarlos. Me pongo mangas largas. Uso la hiyab cuando voy a una institución oficial, cuando me toca acompañar a un cliente», dice Rodríguez Moya, quien es esposa y madre de un niño de cuatro años.
Ella insiste en que Dubái está muy abiertos a los extranjeros, pero ahí no se puede incurrir en lo que el Islam considera pecado, porque no entienden. «A ellos no les importa si andas en cuero en la calle, mientras no te metas con nadie», aclara. Otro tema altamente penado es la prostitución. «Lamentablemente sí hay muchas cubanas prostituyéndose. También las hay marroquíes», apunta.
Asimismo, cuenta que en Dubái hay diferentes sitios y que en la parte más antigua de la ciudad son un poco más conservadores, «pero igual te vas a encontrar a una turista con el short en la punta de la nalga y te vas a la playa y ves otra con un hilo dental. Aquí la gente es muy respetuosa, nadie está mirando cómo vas vestida. Aquí cada cual en lo suyo y, bajo la base del respeto, nadie te ofende, todos te tratan con amabilidad, puedes dejar todo regado que nada se pierde, pero al que robe le cortan la mano. Si eres turista, te deportan y no puedes entrar nunca más, pero si eres residente ya sabes a lo que te estás exponiendo», dice.
«Esto es algo importante, porque muchas veces la gente no lee lo que está firmando. Todos los documentos están en árabe y en inglés. Ahí te están diciendo lo que te espera si robas, violas u ofendes. La policía es muy amable, pero si te pones pesado te meten dos trastazos y se paga hasta la cárcel. Tienes que pagar para estar ahí, porque no te dan ni agua ni comida», precisa la directiva de Olomac23.
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Ramón no se ve como un cubano viviendo toda la vida en Dubái. «Aquí se puede venir, conseguir un empleo y vivir por un tiempo, pero aquí uno nunca va a tener una residencia permanente, ni mucho menos otra ciudadanía. Cada dos años hay que pagar por la residencia. Uno vive prestado, alquilado. No pienso quedarme aquí mucho tiempo, dos o tres años para hacer un dinerito, pero para hacer una vida, no me veo. Vine a experimentar un poco. Esto para mí es un trampolín», concluye.
En tanto, Ailema Rodríguez Moya considera que para ella Dubái sí es un destino definitivo. «Respondo como mujer y madre, porque yo viví siete años en Guinea Ecuatorial, en África, en un ambiente muy hostil, y aquí estoy en el paraíso. Dormimos con la puerta de la casa abierta, ni la cerramos cuando salimos porque solo hay una llave. Desde el punto de vista económico, si vienes con la idea de emprender, avanzas. Aquí lo que hagas lo vendes, porque hay mucho consumismo, pero si vienes a trabajar para alguien sí estás jodido», argumenta.
Por su parte, Noel David Pérez Soto cree que «Dubái es el mejor lugar del mundo si te gustan los negocios e inviertes, pero para la mentalidad promedio cubana no lo veo como un destino definitivo. Este no es el lugar para imponer nuestra cultura, jugar dominó en la esquina y andar en un coche de caballo, como lo hacen en Miami. Este no es ese lugar. Aquí hay que respetar las leyes, la cultura, la religión. Aquí hay que integrarse».
[1] El entrevistado pidió ser identificado con este seudónimo y no con sus datos personales.