Borrón y elección nueva

    No por predecible ha dejado de ser resonante la noticia. En un gesto inédito, el presidente Joe Biden ha anunciado que se retira de la campaña presidencial. Esta decisión de última hora va a llenar muchas cuartillas y futuros libros, ya sea que termine en una victoria demócrata o en la restauración de Donald Trump. Pero fue tomada a la vista de lo inevitable. Biden no tenía avenida posible para ganar la elección con dos tercios de la base demócrata a favor de su retirada, y perder contra Trump habría socavado sus éxitos, que no son pocos, y habría sido un desastroso colofón para su herencia política. 

    En cambio, ha respaldado a la vicepresidenta Kamala Harris: el escenario más fácil para que el Partido Demócrata nombre a su relevo. A juzgar por la rapidez con que varios de los otros posibles candidatos —Newson, Beshear o Shapiro, quizá pensando en que sería más ventajoso esperar a 2028— y figuras importantes dentro del partido como Nancy Pelosi y John Fetterman han anunciado su apoyo a Harris, la nominación de esta parece garantizada. De ser así, el Partido Demócrata llegaría unificado a la convención el 19 de agosto —en circunstancias en que cada día en campaña cuenta— y se ahorraría el dolor de cabeza de un cónclave abierto donde los candidatos se ataquen unos a otros. La meta para los demócratas continúa siendo evitar a toda costa la victoria de Trump. Otro factor decisivo es el hecho de que, al haber sido Harris parte de la campaña de Biden, el dinero recaudado hasta ahora se le puede transferir directamente, lo que le otorga una ventaja de aproximadamente 95 millones de dólares ya en el banco, además de las cantidades que han acumulado otros grupos políticos. Harris parece tener superado el mayor obstáculo para una campaña relámpago de cuatro meses: tiene suficiente dinero para difundir su mensaje. En una señal del entusiasmo entre los demócratas, la naciente candidatura de Harris rompió el récord de recaudación en 24 horas, con 81 millones de dólares (el anterior lo impuso Trump luego de ser hallado culpable en la corte criminal, con 53 millones).

    Mucho se ha dicho y se dirá en los próximos días sobre la fuerza de Kamala Harris como candidata y su capacidad para atraer votos más allá de la base demócrata. A sus 59 años, ella ha tenido una carrera política relativamente corta pero sólida. Fue elegida como fiscal general de California en 2010; senadora, en 2017, y luego hizo historia al convertirse en la primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos. Sus posiciones —a veces catalogadas como extremas por parte de la derecha— son moderadas, e incluso le han traído críticas fuertes desde la izquierda; sobre todo, debido a su pasado como fiscal y su postura contra el crimen, que algunos grupos calificaron de desigual en perjuicio de minorías. Pero, al mismo tiempo, Harris continuó la tradición de hacer de California un estado crisol para impulsar tesis legislativas progresistas, especialmente en lo que respecta al medio ambiente, la acción afirmativa, la protección de la privacidad y los derechos de la comunidad LGBTIQ+. Como senadora, Harris tuvo un récord de votación marcadamente liberal, y se mostró muy activa en asuntos como el control de armas, la emigración, el aborto y los derechos de la mujer. Su presentación al gran público norteamericano ocurrió durante la confirmación del magistrado Kavanaugh para la Corte Suprema, donde hizo uso de sus habilidades como fiscal para ponerlo en posiciones incómodas, particularmente cuando le preguntó sobre el derecho de aborto: «¿Conoce alguna ley en que el gobierno tenga el poder de decidir sobre los cuerpos masculinos?».

    Harris, de ascendencia hindú y jamaiquina, tiene ahora la posibilidad de hacer historia, no solo rompiendo el tabú sexista de la política estadounidense, sino además convirtiéndose en la segunda persona afroamericana que llega a la Presidencia. Harris eleva la intención de voto entre grupos muy importantes para la coalición demócrata como las mujeres y las personas de color. De hecho, la campaña de Biden la puso como punta de lanza en la crítica a la decisión de la Corte Suprema de eliminar el precedente pro-aborto de Roe v Wadeuna postura muy favorable para obtener el voto femenino —y que ha ganado varias elecciones locales importantes incluso en estados republicanos. Harris tiene además mucho más apoyo que Biden entre las generaciones jóvenes, algo que preocupaba a la campaña demócrata. La cantante Charli XCX acaba de declarar que «Kamala is brat», asociándola con su exitoso disco, y la propia aspirante ha demostrado que tiene soltura convirtiendo sus peculiaridades en memes populares como «coconut pilled».

    En su contra tiene el que ha sido una vicepresidenta más bien apagada, con cifras de popularidad igual de bajas que las de Biden. Esto en parte se debe al propio cargo, famosamente descrito por John Cactus Jack Nance Garner como «equivalente a un cubo de saliva tibia», o sea, siempre a la sombra del presidente. Es demasiado temprano —a solo un par de días de su nominación— para mirar las encuestas, que seguramente van a cambiar mucho una vez que la nueva campaña tome fuerza, pero algunos resultados preliminares indicaban que Harris es mucho más competitiva frente a Trump que Biden, especialmente luego del desastroso debate del mes pasado. Otra variable será quien escoja como vicepresidente. Entre los nombres barajados se encuentran Josh Shapiro, popular gobernador de Pensilvania y estrella naciente del partido, y Mark Kelly, senador por Arizona. Ambos traerían los votos electorales de estados claves para ganar en noviembre, además de encarnar el necesario contraste con el anunciado acompañante de Trump, JD Vance —especialmente, Kelly, quien fue un distinguido piloto de guerra y uno de los astronautas con más misiones en la NASA. 

    Pero el principal factor es la presencia del propio Trump como pretendiente republicano. La relativa euforia de su campaña tras el debate con Biden, el fallido intento de asesinato y la convención republicana han enmascarado sus debilidades como candidato, otorgándole un falso aire de inevitabilidad que ahora se reajusta ante otro candidato. Más allá de su base más vehemente, que representa entre un tercio y la mitad de los republicanos, el expresidente continúa siendo impopular entre el resto del electorado, cuando no detestado. Dicho de otra manera: el bloque más grande de votantes es anti-Trump, y este incluye a la mayoría de los demócratas, buena parte de los independientes e incluso republicanos moderados. Como gobernante, nunca logró sobrepasar el 50 por ciento de aprobación: el único desde 1938, cuando se empezó a medir este índice. Y ha sido aún peor desde su salida del cargo. Como candidato, perdió dos veces el voto popular. El reciente atentado contra su vida no le trajo un rebote significativo en simpatías, aunque sí en intención de voto entre su base. También desperdició la oportunidad en la convención republicana de cambiar el tono hacia uno más incluyente y unitario, presentándose como un estadista. En vez de esto, prefirió un largo discurso donde se dedicó a demonizar a los emigrantes y a sus oponentes políticos, con aristas revanchistas y apocalípticas. Por último, con sus 78 años, es ahora el candidato más viejo de la historia.

    La razón principal de la elección de Biden fue el deseo entre los votantes de un regreso a la normalidad política —un paralelismo histórico con el camino de Harding exactamente 100 años antes, luego de la pandemia de la influenza española. En 2020, Biden representaba al candidato de la estabilidad, el antídoto contra cuatro años más de Trump, la mano segura y experimentada que necesitaba el país en medio de la COVID-19. No fueron sus atributos como político —recordemos que ya había aspirado sin éxito tres veces a la nominación—, ni como estadista, los que lo llevaron a la victoria; fue lo que en inglés se llama electability: el consenso en torno a que era el candidato que podía obtener el mayor número de votos entre una coalición de grupos con intereses disímiles pero con un objetivo común: garantizar la derrota de Trump. Cuatro años después, el rechazo a los caóticos años de Trump continúa dando forma a ese deseo.

    Para estar claros, Kamala Harris no era la candidata más segura que los demócratas pudieron escoger, y probablemente sea a quien prefería el equipo de Trump por la abundancia de material susceptible de ser usado en su contra; por ejemplo, pueden atarla al récord de Biden en cuanto a la situación en la frontera y la inflación económica, los frentes de ataque más importantes para los republicanos. Tiene también como obstáculos la misoginia y el racismo, aunque muchos se nieguen a reconocerlo abiertamente y, en cambio, digan que la suya es una elección más por su raza y su sexo que por sus habilidades. De cualquier manera, solo le quedan cuatro meses para convencer al electorado. Los demócratas esperan que sea suficiente.

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