Una nueva escalada ha obligado al reportero Adelth Bonne Gamboa a renunciar públicamente a colaborar con nuestro medio. En los dos últimos años, el joven ha sido acosado por la policía política. Su madre fue amenazada con perder su empleo y con consecuencias nefastas para la integridad física de su hijo, lo cual le provocó una crisis de hipertensión que requirió atención médica. Sus amigos y allegados también fueron llamados e intimidados para que dejaran de frecuentarlo y mostrarle su apoyo, todo con el objetivo de aislarlo y hacerlo más vulnerable a los efectos de la persecución política prolongada.
Después de un tiempo regulado, la restitución a Adelth Bonne de su derecho a salir del país formó parte de una negociación forzada por la Seguridad del Estado, en la cual le dejaron solamente dos opciones: el destierro o la cárcel, un patrón de violencia política que han sufrido otros periodistas de nuestro medio y de la prensa independiente en general. En estos casos, la salida del país implica, además, la prohibición posterior de volver a Cuba.
CubaNet hace un llamado a la comunidad internacional, al exilio cubano, a los ciudadanos dentro de la isla y a las organizaciones encargadas de monitorear la libertad de prensa y de expresión, a denunciar este lamentable episodio que se suma a continuas agresiones contra nuestros colaboradores.
Los arrestos domiciliarios a la periodista Camila Acosta se han hecho más frecuentes conforme empeora la situación nacional y aumentan las manifestaciones de rechazo ciudadano a la gestión del Gobierno y a un sistema político probadamente inviable.
Nuestro reportero Ángel Cuza permanece recluido en espera de juicio tras una detención arbitraria de la policía. Cuza ha sufrido dos presidios políticos con anterioridad, y solo entre enero de 2022 y noviembre de 2023, Cubalex contabilizó 10 detenciones al periodista ciudadano.
Los órganos represivos han agredido físicamente a los periodistas Vladimir Turró y Osniel Carmona, y han amenazado la integridad de sus familiares.
Cercos policiales, citaciones, cortes selectivos de internet, amenazas, prohibición de salida del país y asesinato de reputación son algunas de las acciones terribles y arbitrarias con que se castiga a nuestros periodistas buscando amedrentarlos, desalentarlos y desgastarlos, con peligro demostrado para su seguridad y su salud mental.
La presión ejercida provocó, en un pasado reciente, que colaboradores como Augusto César San Martín, José Luis Tan y Enrique Díaz tuvieran que abandonar una isla donde ya no cabe otra postura moral que no sea la oposición al régimen que hoy sigue encabezando Raúl Castro con Miguel Díaz-Canel Bermúdez como mandatario designado.
A pesar de que el sitio web de CubaNet continúa bloqueado para quienes nos leen desde Cuba, de los apagones y del encarecimiento del servicio de Internet, nuestro número de seguidores dentro de la isla ha crecido considerablemente, lo cual constituye el más valioso reconocimiento a la calidad y pertinencia de nuestro trabajo.
A pesar del hostigamiento, contamos con colaboradores en casi todas las provincias del país que se sienten con el deber de informar, revelar y someter al escrutinio público todo lo que la dictadura cubana niega, encubre y oculta. Muchos de nuestros reporteros se han visto obligados a no firmar sus artículos o a utilizar un pseudónimo para protegerse a sí mismos y sus seres queridos de la represión política. Las periodistas Camila Acosta y Ana León (Anay Remón) llevan, respectivamente, seis y siete años reguladas, pero siguen trabajando dentro de Cuba, padeciendo las mismas miserias cotidianas que el resto de los ciudadanos.
El silencio jamás será una opción. CubaNet permanecerá al servicio de los cubanos que entienden la urgencia de una patria libre y nuestra. La comunidad internacional no debe continuar mirando hacia otro lado mientras ciudadanos inocentes son criminalizados y desarraigados por una de las peores dictaduras que ha conocido América Latina.
En esta hora decisiva, signada por la crueldad de un clan familiar dispuesto a llevarse un pueblo entero por delante para conservar el poder, y por una prensa estatal que asiste, impasible y cómplice, a la desintegración lenta y dolorosa de la nación, la prensa independiente y el activismo cívico son la última línea de defensa, la que impide que Cuba agonice a oscuras, invisible para millones de conciencias sobre las que habrá de recaer tanto el abandono de una población vejada hasta el horror, como la vergonzosa connivencia con un régimen asesino.








