LA HABANA.- El pasado 30 de mayo ETECSA, la única compañía de telecomunicaciones de Cuba, anunció un nuevo esquema tarifario que limitaba a una sola las recargas mensuales en pesos cubanos a un precio razonable (hasta 360 CUP) y, en cambio, promovía ofertas en dólares estadounidenses.
El objetivo fue claro: incentivar las recargas internacionales para captar divisas, lo que ha ampliado la brecha digital entre quienes reciben apoyo del exterior y quienes dependen exclusivamente de ingresos en pesos cubanos.
¿Qué sucede con quien no recibe recargas internacionales? Después de consumir esos 360 CUP, el usuario tiene que aguardar 30 días para repetir la operación y comprar un paquete semejante. Si quiere estar conectado el resto del mes, solo quedan dos vías para incrementar el saldo: las transferencias de saldo entre usuarios o la compra de paquetes extras.
Las nuevas tarifas de ETECSA para esos paquetes extras establecen precios de 3.360 pesos por 3 GB, 6.720 por 6 GB y 11.760 por 15 GB. El salario promedio en Cuba es de aproximadamente 6 800 pesos cubanos (CUP). Es decir, casi nadie puede permirse adquirir esos planes.
La disposición cerró un breve período de alivio —iniciado tras las protestas del 11 de julio de 2021— durante el cual la población pudo acceder a paquetes de datos a precios inusualmente asequibles.
De inmediato, la impopular medida afectó sobre todo a los usuarios sin acceso a divisas y no solo provocó protestas lideradas por estudiantes universitarios y llamados a un “parón total de recargas”, sino también el fortalecimiento de un fenómeno que ya existía en el país: las transferencias móviles y la reventa de saldo en el mercado informal.
El saldo telefónico se ha convertido en una especie de moneda paralela, utilizada para transacciones que van desde pagos por servicios hasta transferencias entre particulares.
Aunque ETECSA restringió las recargas directas en pesos cubanos, mantuvo habilitada la opción de transferir saldo entre líneas móviles. Esto permite, por ejemplo, que un usuario con 7 200 CUP(adquirido mediante recargas extranjeras) pueda distribuir ese monto en la compra de hasta 20 paquetes de 360 CUP cada uno. Esos paquetes luego los venden. Pueden hacerse tres transferencias al día.
El precio de cada uno de esos paquetes, según dijeron a Cubanet varios usarios consultados, varía entre los 1 000 y 1 500 CUP.
Joan, un joven residente en La Habana, quien se dedica a revender saldo, explica al medio: “Todos estamos intentando sobrevivir; hay otros más ambiciosos que suben mucho los precios, pero yo trato de mantenerlos bajos”, añade.
Los métodos de compraventa son variados: algunos vendedores prefieren el contacto personal y el pago en efectivo, mientras otros operan por transferencias bancarias o plataformas como Zelle (que recepciona el dinero en Estados Unidos), cobrando comisiones adicionales por el riesgo.
Lester, también habanero, asegura que solo acepta efectivo. “Tengo mis clientes fijos. Así evito estafas. El problema no somos nosotros, son las políticas que han impuesto. Los precios de los paquetes son absurdos, y la gente busca opciones más baratas”, afirma.
Aunque las autoridades declararon ilegal esta actividad y anunciaron sanciones penales para los revendedores, en la práctica las medidas no se han aplicado con rigor. La falta de alternativas oficiales y la demanda constante mantienen el negocio activo, sobre todo en redes sociales, donde se organizan grupos de compraventa de saldo con miles de usuarios.
Internet es un lujo
El aumento de las tarifas de internet y la eliminación de facilidades para las recargas afectan principalmente a los sectores más vulnerables. El acceso a la red, indispensable para el estudio, el trabajo y la comunicación, se ha vuelto un lujo para muchos cubanos.
Cuando anunciaron el incremento de los precios, estudiantes universitarios en Cuba protagonizaron protestas y anunciaron un «paro» de clases sin precedentes. A los reclamos se sumaron estudiantes de varias universidades del país, sin embargo la respuesta oficial fue criminalizar las acciones, amenazar a los jóvenes y finalmente acceder a venderle una cantidad limitada de datos en moneda nacional
Nadia, estudiante universitaria de Matanzas, afirma que las recargas asignadas a los centros educativos no alcanzan para cubrir las necesidades académicas. “No me parece justo. Necesitamos internet para estudiar y comunicarnos con nuestras familias. Los apagones y los precios lo hacen casi imposible”, comenta.
En La Habana, Digna trabaja en su tesis de maestría y depende de la conexión móvil para acceder a la bibliografía digital. “Estas medidas afectan todo: el entretenimiento, el trabajo, la comunicación, la vida diaria. Es una frustración constante”, asegura.
Por su parte, Ricardo, gestor de redes sociales, considera que el costo de los planes de datos es insostenible. “Trabajo más de seis horas diarias conectado y la empresa solo me costea un plan de 240 pesos al mes. Es absurdo, no alcanza para nada”, señala.
Mientras el Estado busca aumentar sus ingresos en divisas, gran parte de la población ve limitado su acceso a la comunicación digital, a la información y al trabajo remoto.








