diciembre 11, 2025

Lo que no dice el Gobierno cubano sobre la guerra de Angola

Los detalles de esa guerra, durante los 14 años que duró, de 1975 a 1989, fueron un secreto a voces en Cuba. 
El régimen envió a sus corresponsales a Angola para construir su propio relato. En la foto, en primer plano, el periodista Roger Ricardo Luis
El régimen envió a sus corresponsales a Angola para construir su propio relato. En la foto, en primer plano, el periodista Roger Ricardo Luis (Ricardo López Sánchez)

LA HABANA, Cuba. – De la participación cubana en la guerra de Angola hay demasiados detalles escabrosos e historias sucias que han sido omitidas de los anales de la historiografía castrista, tanto en su época como ahora, cuando el régimen conmemora a lo grande el medio siglo del inicio de aquella contienda, la más larga y alejada del territorio nacional en que hayan participado militares cubanos.

Los detalles de esa guerra, durante los 14 años que duró, de 1975 a 1989, fueron un secreto a voces en Cuba. 

Luego de los primeros 82 efectivos de las Tropas Especiales del MININT despachados con urgencia a Angola a principios de noviembre de 1975, quienes viajaron a bordo de un avión Britania de Cubana de Aviación, los cubanos que fueron enviados después al país africano durante los primeros tiempos del conflicto, iban vestidos de civil y bajo cubierta en buques soviéticos o de la flota pesquera que hacían escala en la Guyana del izquierdista Chedi Jagan antes de cruzar el Atlántico.

En la prensa cubana no aparecían partes de guerra y, mucho menos, se informaba acerca de las bajas. Solo sabíamos de los muertos en combate por sus familiares, amigos, vecinos o compañeros de trabajo. Y eran muchos. Por eso, hay dudas sobre los 2.655 muertos de la versión oficial.

En conversaciones con algunos de los que participaron en la guerra, muchos de ellos mutilados, con secuelas psíquicas que aún perduran y que no pocos de ellos intentan ahogar en el alcohol, afloran terribles recuerdos de sus experiencias bélicas. Y no son solo acerca de los pesares que vivieron o de los compañeros suyos que vieron morir destrozados, no solo por las balas y las minas del enemigo, sino también, en ocasiones, por error, víctimas del “fuego amigo”.  

Están también los testimonios de atrocidades que presenciaron. Varios de ellos me han contado el horror que no han podido olvidar por los civiles muertos cuando las fuerzas cubanas ametrallaban indiscriminadamente las chozas de los kimbos (aldeas) donde habitaban simpatizantes de la UNITA. Dicen que sus jefes no parecían preocuparse mucho por eso: consideraban que era inevitable, como las cáscaras de huevos que había obligatoriamente que cascar para hacer una tortilla.

Contradiciendo el relato oficial de la fraternidad entre cubanos y angolanos, refieren varios veteranos que había altos oficiales de la Isla que no podían disimular su racismo, consciente o no, y desprecio hacia los nativos, a los que consideraban cobardes, vagos y poco confiables. Lo confirma el testimonio de un oficial que en la repetida hasta el hastío serie televisiva La epopeya de Angola relata la anécdota de que en noviembre de 1975, durante la batalla de Quifandongo, para arengar a los soldados de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) que flaqueaban ante el enemigo, tuvieron que encaramar en un blindado a “un matancero, negro como ellos pero más alto” que se hizo pasar por un dios de la guerra y les aseguró que vencerían gracias a sus hechizos. 

El régimen angolano compartía con los cubanos la poca confianza en los hombres de las FAPLA. No solo los traidores y desertores eran pasados por las armas. Según un reporte de Amnistía Internacional, a 170 soldados de las FAPLA que eran prisioneros de los sudafricanos y fueron canjeados en septiembre de 1987, los trasladaron a Luanda y los fusilaron “por incumplir con el deber”.

Los mandos angolanos y cubanos y los asesores soviéticos no escatimaban las vidas de los soldados de las FAPLA. Baste recordar que además de las cuantiosas bajas de las FAPLA en su fallida ofensiva de agosto de 1987 para expulsar a la UNITA de sus bastiones en las ciudades de Jamba y Mavinga, en la batalla de Cuito Cuanavale, solo entre diciembre de 1987 y abril de 1988, cuando aún faltaban dos meses para que finalizara la campaña, murieron, según cifras del Gobierno angolano, 4.785 soldados de las FAPLA. 

En el baño de sangre que siguió al intento del golpe de Estado del 27 de mayo de 1977, liderado por el exministro del Interior Nito Alves contra el presidente Agostinho Neto, hubo, según cifras conservadoras, más de 4.000 muertos. Muchos de ellos fueron ultimados por las fuerzas cubanas, que jugaron un papel crucial en el aplastamiento de la rebelión y algunos no descartan que hayan participado en los fusilamientos de los sublevados.    

Si así era el trato con los hombre de las FAPLA, pueden imaginar cómo sería con los hombres de la UNITA, a quienes, producto del prejuicio racial y la rabia por no poderlos derrotar pese a la superioridad en hombres y armamento,  consideraban salvajes crueles y supersticiosos y hasta acusaban de cometer actos de canibalismo.

Hay testimonios ―entre ellos del escritor Norberto Fuentes, por entonces muy próximo al generalato de las FAR― de la participación de cubanos en interrogatorios, torturas y ejecuciones extrajudiciales de guerrilleros de la UNITA.

Por otro lado, no fueron pocos los negocios turbios de los cubanos en Angola. Y no me refiero solo a los trapicheos por comida con los hambreados pobladores angolanos en las candongas, sino al tráfico de diamantes, marfil y maderas preciosas, emprendido no solo por el general Arnaldo Ochoa, sino también por otros de sus subordinados, que se comportaron como saqueadores de un ejército de ocupación, solo que corrieron con la suerte que no tuvo su fusilado jefe. 

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Luis Cino

Luis Cino Álvarez (La Habana, 1956). Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.