diciembre 16, 2025

Adiós a la carne de puerco

“En mi casa ya van cinco días que no vemos el plato fuerte. Tengo dos posticas de pollo para el fin de semana cuando venga la niña de la beca, y ya. La semana que viene, veremos si ocurre un milagro”.
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Foto: Cubanet

Una singular conversación en una cola

“Fin de año sin carne de puerco no es un fin de año”, así concluye una señora la conversación con personas que, al igual que ella, esperaban sus turnos en una cola. Y, quizás porque sabían que la carne, así como el arroz, los frijoles, las viandas y los vegetales volverían a estar ausente otro diciembre en las mesas de muchos cubanos, todos rieron con la certeza de que, a pesar de tales ausencias, 2025 finalizará, y comenzará un 2026 sin dudas peor.

“Diciembre hace mucho tiempo que dejó de ser un mes de felicidad para los cubanos, con carne y sin carne”, le respondió alguien. Y aunque igual todos estuvieron de acuerdo, esa vez sí no hubo risas, solo gestos de resignación, tristeza, enojo, incluso de agotamiento e indiferencia, seguidos de un largo silencio en el que nadie dijo nada.

Se habla de muchas cosas en las colas en Cuba. Del juicio y condena del ex ministro de Economía, de las donaciones que no llegan a Oriente y de los insoportables apagones, de las enfermedades y las muertes, pero del tema de la carne de puerco, de los precios que la vuelven inaccesible, del tiempo que han pasado sin probarla, incluso sin olerla y hasta sin escuchar los chillidos que antes eran tan comunes en nuestros barrios por estas fechas finales, ya casi ni se murmura. Quizás porque algunos han asumido que posiblemente morirán sin volver a probarla, porque ya la olvidaron así como hacen con cosas peores, o porque esas conversaciones, aunque nos riamos, hacen que diciembre sea mucho más triste.

La carne de puerco, los chicharrones, la ceremonias del sacrificio y del asado, incluso la crianza del animal durante todo un año, pensando en ese único día de fiesta o en el dinero extra o las muchas comidas que le podemos sacar a un “puerquito», son como otro símbolo, otra costumbre, un ritual al que los cubanos hemos tenido que renunciar o  que nos han arrebatado por la implacable maquinaria de despojos y prohibiciones que ha sido el bulo de la “construcción del socialismo”, con los Castro como arquitectos.

La carne de puerco, que años atrás, aún entre penurias, fue sinónimo de alegría y fiestas, y que además es ingrediente indispensable de la cocina cubana más tradicional, hoy es el reflejo de un desastre cuando muchos han dejado de producirla por no tener ni siquiera sancocho para alimentar las crías; y de comerla, cuando por escasez y los modos como se abastecen los mercados, la libra no baja de los 1000 pesos, que es como la cuarta parte de un salario promedio mensual o la mitad de una pensión de jubilado.

Sin dólares no hay puerco

En los puestos físicos, así como en los grupos de ventas en internet, en los mercados estatales y en las “mipymes”, a diferencia de años atrás, los precios de la carne de cerdo suben según se acercan los últimos días de diciembre. Quienes esperaron por la casualidad o el milagro de alguna rebaja, ahora saben, con tantas malas noticias, que nada sucederá que los favorezca. El régimen, otra vez, ha escogido diciembre para sus “cacerías de brujas”, para hacer el ambiente más asfixiante.

Muchos emprendimientos privados han sido forzados a cerrar al ver bloqueado el acceso a los dólares en el mercado informal, al no poder pagar las mercancías importadas, al obligarlos a aceptar pagos en línea, convirtiéndose así las ganancias en dinero inservible. Los planes de muchos emprendedores se hicieron añicos. Decenas de contenedores de alimentos, que ya hubieran estado arribando a Cuba por estos días, no llegarán por falta de pago, porque fueron cancelados, o porque han sido decomisados o retenidos en los puertos a la espera de alguna investigación policial en curso, relacionada con lo que el régimen llama “tráfico de divisas” y “robo de remesas”, que son simples alternativas que la gente ha buscado para esquivar los obstáculos del régimen a la prosperidad individual.

“Los que pueden importar y vender al por mayor no nos quieren vender si no pagamos en dólares”, dice José Luis, un trabajador por cuenta propia (TCP) que tiene su negocio en la Calzada de 10 de Octubre, en La Habana. Según explica, aún con el reto de buscar la divisa, comprar la carne de cerdo importada es mucho más fácil que salir a buscarla con los productores nacionales, que además de ser muy pocos, venden aún más caro por causa del elevado costo de producir una libra de carne de cerdo.

El kilogramo de pienso importado desde Panamá o los Estados Unidos ronda entre uno y dos dólares. Ya puesto en Cuba, y en manos de los intermediarios, ese costo comienza a elevarse desde los 500 pesos cubanos. Desde Europa, esos precios, iniciales y finales, se multiplican por dos y hasta cinco veces.

Cuando el productor, que no puede importarlo, lo compra al por mayor, su precio se eleva hasta en un 150 por ciento. Solo a veces, muy raramente, de acuerdo con la opinión de varios productores entrevistados por Cubanet, logran comprarlo sobre los 300 pesos el kilo, directamente con algún importador no estatal, aunque ese tipo de oferta escasea, no es estable. Las mipymes que lo hacen ya no son muchas, además no quieren aceptar la moneda nacional, solo dólares y en efectivo.

“Es casi imposible”, afirma Jaime Rodríguez, un pequeño productor de Alquízar, y agrega: “un puerco necesita unos dos kilos de pienso al día. Ni siquiera mezclando (el pienso) con sancocho da la cuenta, porque la lata de sancocho está entre los 400 y 1000 pesos, según como esté. Si después cobro la libra de carne por debajo de los 600 pesos, casi estoy pagando para que me compren”, asegura.

La carne importada, igual desde Panamá y los Estados Unidos, es mucho más barata. Sobre los dos dólares el kilogramo, a veces mucho menos, tanto así que varios productores de cerdo han cambiado su antiguo negocio de producir carne por el de comprar la que importan unas pocas mipymes y varias empresas estatales, o de capital extranjero. Además de que se evitan mantener las granjas —a un costo a veces mucho mayor que el de alimentar a los animales— y la obligación de dar una parte de la producción al Estado —a precios demasiado bajos y con plazos de pago que pocas veces se cumplen—, el trabajo se les hace más fácil, así como las ganancias más jugosas y rápidas.

“Antes invertía dos mil dólares y con mucho sacrificio, vendiendo ilegalmente, obtenía a mucho dar 500 dólares de ganancia, en todo un año”, nos dice Julio Leyva, productor devenido en vendedor de carne de cerdo importada, entre otros productos igual de importación: “Ahora invierto los mismos dos mil, por decirte una cantidad, y obtengo otros dos mil de ganancia en un par de meses, todo legal, sin sudar, buscándome algunos problemas pero resolviéndolos mucho más rápido y fácil que cuando criaba, que eso sí es un dolor de cabeza. No por el trabajo, que a mi me gusta, sino por lo difícil que te lo hace el gobierno”, asegura quien afirma que, así como él, obligados por las dificultades y obstáculos, muchos otros pequeños productores han decido dejar de producir carne.

De regreso a la cola del pan

Los 10 mil pesos (poco más de 20 dólares) que Alicia guardó para diciembre, “sacrificando el estómago” durante un año, se le fueron en medicamentos, dice mientras refiere más con gestos y quejidos que con palabras, los dolores articulares que le dejó el chikungunya: “Otro año que no comeré carne de puerco, porque el año pasado, que pude ahorrar más, igual se me fueron en (comprar) una bala de gas”, explica la mujer mientras, sobre el mostrador de la panadería del barrio, cuenta despacio los pocos billetes de a 10 pesos cubanos que le quedan en el monedero.

“Es lo único, y con eso que tendré que pasar diciembre. Para mí ya se acabó el 2025”, le dice a la vendedora que, quizás como para darle algo de aliento, le hace brevemente una historia personal, muy parecida.

“También me quedaré sin puerquito de fin de año. Entre el chikungunya, los apagones y Tía Tata cuenta cuentos (Miguel Díaz-Canel y, por extensión, el régimen) si logro comer croquetas el 31, es un milagro”, se queja con un suspiro y agrega: “En mi casa ya van cinco días que no vemos el plato fuerte. Tengo dos posticas de pollo para el fin de semana cuando venga la niña de la beca, y ya. La semana que viene, veremos si ocurre un milagro”.

Han sido demasiados los años acumulando miseria y compitiendo por quedar el último como el peor de todos. Huracanes, virus, hambre y apagones; dolarización y bancarización forzosas; paquetazos y tarifazos, “notas informativas” todas malas, ninguna buena, circo, distracciones y represión exacerbados. Una economía apuntalada con remesas, ayudas externas y donativos. Posiblemente los cubanos llegaremos al nuevo año, otra vez con esos sentimientos de frustración y derrota que sentimos cuando, en diciembre, en nuestra mesas falta el pedacito de carne que antes, aun siendo muy pobres, jamás faltó.

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