La joven fotógrafa Karime Prendes nació en La Habana (2003), estudió arquitectura en México, y reside actualmente en Miami. Su serie Xocolatl interroga sobre «la pureza y la fortaleza» de los orígenes a las ruinas mayas de Uxmal y a los frutos de la tierra arrumbados en el mercado «típico» de San Lucas de Gálvez, en la ciudad de Mérida.
En su statement artístico, el contrapunto dialéctico entre el «xocolatl» («cacao» en lengua náhuatl) y el chocolate contemporáneo («un producto dulce pero diluido») sirve para establecer por extensión un juego de contrastes entre la antigüedad precolombina y una modernidad —mexicana, pero no solo— que nunca cesa de presentársenos como «decadencia».


Según la fotógrafa, el título cifra «la riqueza y la complejidad de la herencia cultural que se entrelaza en esta narrativa visual».
Ella nos recuerda que el xocolatl era sagrado y que las civilizaciones mesoamericanas lo empleaban «en rituales religiosos, como ofrenda a los dioses, y también como moneda».



«El cacao, en su forma cruda y no procesada, representaba una conexión directa con la tierra y el ciclo de la vida. Era un símbolo de pureza, riqueza y espiritualidad», añade.
Y el tránsito histórico entre la antigua preeminencia del cacao puro y la dulce omnipresencia del chocolate hoy… pues ilustraría, básicamente, el devenir de México hacia una ostensible disolución de sus potencias genésicas «bajo influencias externas».


Xocolatl funciona por yuxtaposición; se ordena según un montaje paralelo que quiere subrayar el abismo entre dos tiempos supuestamente irreconciliables.


Sin embargo, la mirada de Karime Prendes —su sensibilidad abierta a la severidad de las texturas, a la luz áspera, al silencio esencial de los rostros y las piedras— vendría a postular una contigüidad temporal, cósmica que en más de un modo desmiente sus propias formulaciones verbales en torno a este trabajo fotográfico.
Uno adivina quizá que las frutas, los frascos y los costales de granos se disponen en las tarimas del mercado como los bloques y las rocas en el sitio de Uxmal, y luego uno repara en que la pureza acre del xocolatl aún es posible beberla, casi de contrabando, pero inevitablemente, en cualquier taza de chocolate. Está ahí… en la mezcla y la disolución.




«El día que visité las ruinas como parte de una expedición de la escuela de Arquitectura decidí quitarme los zapatos para experimentar el lugar como lo vivían sus habitantes y fue una experiencia extraordinaria sentir con mis pies todas las texturas que se juntaban para crear un espacio: la piedra, el césped, la tierra», relata Karime Prendes.



Esa experiencia en Uxmal —como la nuestra ante sus imágenes— no podía ser ya más que solo «chocolate». Pero siempre hay en todas las cosas una amarga pureza nueva —la de este instante— que la buena fotografía tiene el poder de revelarnos.



(Fotografías autorizadas por Karime Prendes)