Vive en Santiago de Cuba. Las congas lo hacen llorar. No tiene pasión por ningún deporte, pero es fan a Savón, a Rigondeaux (a quien una vez le picó un cigarro), y a Gabriel Pierre el gran pelotero. Cree que el verdaro cronista de la música cubana es Candido Fabré y no Juan Formell. Y que Cuba se divide en esos dos bandos, los de Fabré y los de Formell. A él le gusta más Formell porque tiene tendencias pequeñoburguesas, pero eso no quita que el tipo sea Fabré. Fabré forever. No fuma, pero es picador fula de cigarros. Le da ansiedad ver a una gente fumando, no es que sea un estafador, o que no se le pare.
La Santa Biblia, un libro hermoso, sabio, con metáforas y parábolas poderosas, que lanza profecías sobre cualquier cosa, que abriga como ninguna otra cosa abriga y que lo ve venir todo, pero que no muestra la más elemental fórmula matemática o ley física que demuestre con pruebas empíricas que tal terremoto será la semana que viene entre las 7 y 10 de la mañana.
Desde el tercer año de la carrera de Arquitectura, el Muke había logrado un viejo sueño de la niñez: ser científico. Había sido captado para el Centro de Investigaciones de Métodos Computacionales y Numéricos en la Ingeniería perteneciente a la Universidad Central de Las Villas (UCLV) y había cumplido el encargo, junto a un amigo, de programar un videojuego con gráficos 3D para un empresario extranjero.
Sin embargo, hay una corriente subterránea que invita a la esperanza. Pienso en Edward Said, el intelectual palestino que enseñó en Columbia University mientras algunos de sus alumnos servían como informantes para espiarlo. Pienso en la ironía luminosa de que, en esas mismas aulas en las que un día vigilaban sus palabras, hoy se haya gestado la mayor ola de oposición estudiantil en Estados Unidos. contra los desmanes del actual gobierno israelí en Gaza.