Rutas del cine latinoamericano en el 45 Festival de La Habana

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Andrea Doimeadiós, actriz protagónica, y Marcos Díaz Sosa, director de ‘Fenómenos naturales’ (2024)
Andrea Doimeadiós, actriz protagónica, y Marcos Díaz Sosa, director de ‘Fenómenos naturales’ (2024) (IMAGEN Cortesía de María Carla del Río/Marinca Filmes)

Las nuevas películas de Nelson Carlo de Los Santos Arias (Pepe), Nicolás Pereda (Lázaro de noche), Karim Aïnouz (Motel Destino) y del dueto creativo conformado por Cristóbal León y Joaquín Cociña (Los hiperbóreos) –algunos de los creadores más singulares del cine latinoamericano actual– destacan entre las propuestas del 45 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, que transcurre desde el día 5 y hasta el 15 de este diciembre.

Junto a estos creadores, provenientes de República Dominicana, México, Brasil y Chile, respectivamente, compiten también por el Premio Coral realizadores significativos como Luis Ortega (El Jockey) y Hernán Rosselli (Algo viejo, algo nuevo, algo prestado), de Argentina, y Marcelo Caetano (Baby), de Brasil. Sus obras conforman una imagen bastante elocuente de cuanto sucedió en 2024 con la producción fílmica en la región, y evidencian muchos de los principales caminos creativos que ocupan a los autores latinoamericanos. Dichas rutas se advierten en el diálogo de estos filmes con el resto de la programación de la cita habanera, como los certámenes de Ópera prima, Largometraje documental y cine experimental (“Nuevos territorios”). 

Este último programa competitivo se ha sumado en esta edición del festival debido al creciente relieve de esa tradición estética en el paisaje productivo del subcontinente; se trata de una práctica cada vez menos relegada a periferias de la exhibición y el consumo, y cada vez más influyente en el perfil de los ejercicios cinematográficos estándares.

Un aspecto relevante del Concurso de Largometraje de ficción, y que unifica en cierta medida las películas seleccionadas, es el ensayo de relatos que experimentan diversas metamorfosis, desvíos, giros temáticos y estilísticos según avanza la trama: relatos ramificados que, además, vienen acompañados de la conjunción orgánica de diversos códigos genéricos y materialidades expresivas. Se advierte de inmediato, por ejemplo, en Pepe, Los hiperbóreos, Lázaro de noche, así como en filmes incluidos en “Nuevos territorios”, como Tú me abrasas, de Matías Piñeiro, y Animalia Paradoxade Niles Atallah.

Pepe es una de las obras más originales de la principal sección competitiva. Nelson Carlo de Los Santos Arias articula su obra con un hipopótamo como protagonista y narrador. El animal erra por las aguas del río Magdalena (tras ser expulsado de una manada que creció en tierras colombianas después de que Pablo Escobar hiciera traer una pareja de hipopótamos desde África), y en su vagar hace patentes, de manera alegórica, las dinámicas de dominación propias de estas tierras y el peso de la herencia colonial en la vida de su gente. El director esculpe una película tan alucinante como imaginativa e hilarante. Se podría decir que Pepe es una película hipopótamo en sí misma, que empasta materiales de archivo, animación, película de 16mm, reportaje, comedia de enredos, costumbrismo; todos esos elementos cruzados en un cuerpo narrativo desproporcionado e impresionantemente orgánico.

Otro relato mutante es Lázaro de noche, donde Nicolás Pereda continúa sus obsesiones creativas sin dejar de transgredir las expectativas de recepción (otra demostración de su sólido imaginario autoral). El argumento deviene una singular comedia, incluidos sus enredos, consumada en el tono extrañado que distingue alrealizador. Mas si algo resulta interesante, es cómo la historia se abisma y cambia de rumbo a partir de la subjetividad de los personajes. Actores en busca de personajes que son ellos mismos, los tres protagonistas viven la ficción en su cotidianidad, y el cuerpo del filme con ellos. En un tono opuesto por completo al naturalismo fotográfico blandido por Pereda, Cociña y León orquestan también un argumento en deriva continua. Los hiperbóreos repasa la historia política chilena y los intersticios de la dictadura de Pinochet a través de un collage de técnicas y materiales que incluye acción real, marionetas y stop motion. Los hiperbóreos se disfruta como una instalación, donde el espacio y la materialidad de los objetos conjugan una impactante aventura plástica.

Las andanzas fílmicas de  me abrasas y Animalia Paradoxa abogan igualmente por esa clase de narrativa que renuncia a un conflicto escalonado y lineal. En su película, Niles Atallah diseñó una suerte de performance escénico; la relación entre el cuerpo anfibio de la protagonista y el espacio en ruinas que habita, zambulle al espectador en un cosmos fantástico y distópico. El realizador –como Nelson Carlo de Los Santos Arias, como León y Cociña– funde técnicas diversas: marionetas, stop motion, acción real, danza contemporánea; de manera que la película se visiona como una experiencia física. A su vez, Matías Piñeiro emprende un ensayo acerca de los vínculos materiales entre la escritura literaria y la narración cinematográfica. Siguiendo pautas de la tradición particular del cine experimental –interesado más en el valor plástico de la imagen y menos en su capacidad narrativa–, Tú me abrasas es un poema visual, un cuerpo sensorial que emplaza una situación cotidiana donde dialogan la poeta griega Safo y la ninfa Britomartis desde la espesura sutil de la palabra de Cesare Pavese.

En el concurso de Ópera prima, sin embargo, se pone especial énfasis en un aspecto temático: las travesías de una juventud atenazada por disímiles crisis existenciales y problemáticas relativas a la memoria, la sexualidad, el género o la clase social. La juventud, la niñez y la adolescencia constituyen temas que, siempre bajo nuevos prismas, vuelven una y otra vez en el cine de la región; así se puede advertir en películas de este apartado como El placer es mío (Sacha Amaral), Simón de la montaña (Federico Luis Tachella), Golán (Orlando Culzat), Sugar Island (Johanné Gómez) y Los capítulos perdidos (Lorena Alvarado).

Golán es un filme especialmente interesante por el modo en que su director (en un tono a ratos gótico) condensa en la puesta en escena y en las relaciones interpersonales la violencia intrínseca de la masculinidad hegemónica, el clasismo y la burguesía colombiana. El protagonista es un adolescente, miembro de un clan en decadencia, que, durante una estadía en un viejo rancho, queda apresado entre la obligación de efectuar el machismo inherente a su clase y sus intereses afectivos por una chica indígena empleada de su familia.

Las argentinas El placer es mío Simón de la montaña se mueven en coordenadas semejantes, aunque con estéticas muy distintas. La primera, en un código estilístico próximo al indie estadounidense, explora el cuerpo y la subjetividad de un chico rebelde que deambula eróticamente por las afueras de Buenos Aires. Su sensualidad es el arma con que manipula a unos amantes que se rinden pronto a sus encantos; pero ese andar sin rumbo es un descender a los infiernos en una fuga desesperada del clima doméstico disfuncional en que vive, un intento de escapar a una madre y un padrastro incapaces de ofrecerle un hogar. También de su madre y de su padrastro intenta escapar el protagonista del filme de Federico Luis; se trata de un chico que se esfuerza para pertenecer a un colectivo de discapacitados. Entre estos nuevos amigos se reconoce y encuentra el afecto que no halla en su casa. Aunque la historia nunca deja claro los motivos que lo empujan a simular ser uno de esos “otros”, todo parece indicar que es una insondable necesidad de afecto, la urgencia de paliar su soledad.

Justo en la competencia de Ópera prima se encuentra el único largometraje de ficción cubano presente en el programa del evento: Fenómenos naturales, de Marcos Díaz. El filme se adentra en una época de la historia revolucionaria, y en cierta generación de personas, y cuece a su alrededor una experiencia estética sumamente singular. Díaz diseña la imagen y la puesta, incluso los personajes, con estilemas desprendidos de la experiencia estética del realismo socialista. Semejante encrucijada expresiva despliega una revisión del adoctrinamiento ideológico y de su impacto en esa generación de cubanos contemplada en el argumento. 

Por supuesto, Fenómenos naturales no es la única película cubana independiente seleccionada por la cita habanera. En el Concurso de Cortometrajes se encuentran las ficciones Azul Pandora (Alán González) y Matar un hombre (Orlando Mora), y los documentales Futuro (Ángel Suárez Ávila, Amanda Cots Martínez) y El reinado de Antoine (José Luis Jiménez Gómez). El Concurso de Largometraje documental acoge, entretanto, El bosque intermitente (Lázaro Lemus), La línea del ombligo (Carla Valdés) y La tierra de la ballena (Armando Capó). Y en “Latinoamérica en perspectiva” se incluyó el documental Parole (Lázaro J. González).

El Concurso de Documental se presenta como uno de los apartados más significativos de la programación. Estos tres filmes cubanos, por ejemplo, compendian muchos de los pasajes discursivos y de las prácticas estéticas latentes en el conjunto: la fragilidad de la memoria, la vejez como otredad, el peso de la Historia en los destinos individuales, la implementación de códigos propios de la ficción en el campo estricto del documental, la apuesta por el documental performativo, la hibridación genérico-expresiva como manera de repasar los surcos de la subjetividad (dada la imposibilidad de atraparla con el simple registro del mundo cotidiano), la preocupación antropológica y política por los cuerpos al interior de las sociedades latinoamericanas. Películas como Alma del desierto (Mónica Taboada-Tapia), Memorias de un cuerpo que arde (Antonella Sudasassi), Apocalipsis en los trópicos (Petra Costa) y Reas (Lola Arias), por mencionar unas pocas, demuestran la potencia apreciable en los predios de este “género” en Latinoamérica.

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