«Yo no recuerdo la vida sin música». Paquito D’Rivera, 19 veces ganador de Grammys

    Hace unas semanas la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación anunció que Paquito D’Rivera era uno de los nominados en la categoría Mejor Obra/Composición Clásica Contemporánea por la pieza Caribbean Berceuse. Hasta hoy, el jazzista cubano cosecha 19 de estos premios, entre Grammys y Latin Grammys. Los reconocimientos D’Rivera los atesora y sobre todo los agradece. Entre una lista imposible de recordar, destaca su doctorado Honoris Causa en Música con el que hace diez años lo distinguió el Berklee College of Music. 

    En su casa de New Jersey, D’Rivera, de 76 años, conserva el pequeño saxofón que su padre, el músico Tito D’Rivera, le regaló cuando tenía cinco años. «Yo aprendí a improvisar escuchando discos de jazz, y aprendí a escribir leyendo», dice el clarinetista, saxofonista, flautista, compositor y director de orquesta, autor además de varios libros y lector ferviente, sobre todo en los largos y frecuentes vuelos que emprende cada año.

    «Me gusta mucho leer. Uno de mis grandes temores es subirme al avión sin un buen libro», asegura. «Mi papá, siendo un hombre que solo estudió hasta sexto grado, no solo me enseñó la música, sino que tenía un librero en casa, siempre muy bien surtido. Lo primero que me regaló fue a Emilio Salgari y a Julio Verne, por supuesto».

    ¿Recuerdas tu primera nominación a los Grammys? ¿Qué significan para ti los premios?

    La primera vez fue con Irakere, en el año 1979, todavía yo estaba en Cuba. Luego, mi primer Grammy personal fue con el álbum Portraits of Cuba. Los premios los recibo con mucha humildad. Yo no creo que engrandezcan al artista, solamente lo hacen más conocido. Hay grandes artistas que no recibieron premios nunca, por ejemplo Carmen McRae, la gran cantante americana de jazz, a quien nunca le dieron un Grammy. Sin embargo, hay cada Grammy por ahí… Pero la vida es así. Los premios es mejor tenerlos que no tenerlos. ¿Por qué? Porque hay gente que solo entiende ese idioma. Si no tienes premios, no eres bueno, en opinión de la gente que tiene un sentido muy estrecho de la realidad. 

    Tu padre fue saxofonista, así que el jazz empezó en la casa. ¿Cómo fueron tus primeros pasos en ese mundo? 

    Mi papá estaba retirado de la banda de música del ejército y estudiaba saxofón 26 horas diarias. Nunca vi ese saxofón en el estuche, solo cuando iba para el teatro Martí. Yo no recuerdo la vida sin música. Mi padre importaba instrumentos desde Francia, entonces una vez me regaló un saxofón pequeño, y me enseñó a tocarlo cuando tenía cinco años. Nueve meses después me presentó al público, en la graduación de una escuela primaria de mi barrio. El jazz lo descubrí porque él llegó una vez con un disco de Benny Goodman grabado en vivo en el Carnegie Hall y me enamoré de ese disco. Yo tenía como siete u ocho años. Me quedé fascinado con esa música. Y cuando me dijo que era un concierto en el Carnegie Hall, yo entendí carne y frijol. Quién me iba a decir que 55 años más tarde iba a estar celebrando mis 50 años en la música precisamenteen el Carnegie Hall.  

    Sobre tu estilo como jazzista, ¿cómo fuiste encontrando el sello Paquito D’Rivera?

    El estilo propio no se busca, eso aparece o no, y no te mueres si no aparece tampoco. La gente se da cuenta de que se ha adquirido un estilo propio antes de que uno se dé cuenta. En mi caso fue así. Yo hice lo que hizo todo el mundo, pero poco a poco fui mezclandolo con la música de mi país, con la música brasileña, con la música clásica, y me salió un estilo particular. Eso no tiene nombre, es mi forma de tocar. 

    Pero algo que sí podría decirse, y que muchos sienten al oírte, es la alegría que tiene y provoca tu música. ¿Es algo a conciencia cuando compones o tocas? 

    Yo siempre he admirado a artistas con sentido del humor. En general me gusta la gente como Mozart, o Dizzy Gillespie, gente que tiene un sentido del humor tremendo. Parece que yo reflejo en la música esa alegría de vivir. Es como la canción de Pedro Luis Ferrer que dice: «Sé que en el mundo hay dolor, pero no es dolor el mundo». Es constante mi sentido del humor. Hasta de las desgracias hay que reírse. 

    Mencionabas antes a Dizzy Gillespie. ¿Cuán importante fue para ti? ¿Qué tipo de persona era Gillespie?

    Fue sumamente importante, a pesar de nuestras diferencias políticas. Fue muy generoso, muy buena persona. Recuerdo una discusión que tuve con él, por lo de siempre, por Cuba. Me encabroné mucho, amenacé con pelearme, pero mi mamá, que era una persona muy democrática, me dijo: «No, tú no puedes hacer eso, él tiene todo su derecho a hacer lo que quiera». Una semana después sonó el teléfono y me invitó a una gira por los países de Europa del Este, cuando se cayó el muro. Cuando Dizzy Gillespie estuvo en La Habana en 1977, se hizo un jazz session en la piscina del Hotel Nacional. Arturo Sandoval estaba en mesa conmigo y con Dizzy y entonces él estaba hablando maravillas del país. Arturo, suave, le dijo: «Dizzy, ¿por qué no te mudas para acá?» Entonces Dizzy le contestó: «It ‘s still a lot of money to get in America». Pero con todo y eso fue una persona muy generosa con nosotros. Tengo la mejor opinión de él.

    ¿Cómo recuerdas hoy los años de Irakere?

    Lo viví con mucho agradecimiento. Yo era el director de la Orquesta Cubana de Música Moderna. Un funcionario me llamó para decirme que me iban a mandar a la casa un tiempo a descansar, no sé quién carajo les dijo que yo estaba cansado. Yo lo que quería era tocar jazz y me negué a estar acompañando cantantes. Una orquesta tan buena como esa la tenían acompañando cantanticos. Chucho y Oscar Valdés fueron muy generosos y me pidieron formar parte de ese grupo. Ensayábamos mucho en una escuela en El Vedado, fueron años de mucho entusiasmo. Cuando a mí me preguntan por qué se fundó Irakere yo digo, primero, que porque estábamos locos por viajar. Y después, porque queríamos hacer música. Ese grupo era único. Nunca hubo, ni antes ni después, algo como Irakere. Esa es la verdad.

    ¿Y siempre fueron conscientes de lo que estaban haciendo a nivel musical?

    No. Nosotros sabíamos que éramos buenos músicos, gente joven, con deseos de viajar y hacer buena música, lo mismo de baile que de concierto. Pero no nos imaginamos nunca que ese grupo iba a tener el impacto que tuvo y sigue teniendo en el mundo del jazz y la música latina. 

    ¿Estás al tanto del estado del jazz cubano actual, de lo que se está haciendo?

    Bueno, casi todos se han ido, hay un montón de músicos cubanos regados por el mundo, con una calidad tremenda, eso no se puede negar. Y no es gracias a los comunistas, es a pesar de ellos. Está Pepe Rivero, el pianista que vive en Madrid. El bajista Reinier Elizarde «El Negrón». Hay muchos chicos que están muy bien. 

    Es conocida tu posición radical contra el gobierno cubano. ¿Cuándo empezó esa consciencia?

    El 8 de enero de 1959 Fidel Castro habló en el campamento de Columbia, que luego se convirtió en Ciudad Libertad. Yo vivía cerca de ahí. Todos estábamos en la casa mirando el televisor, yo era un muchachito, tenía 11 años. Y cuando Fidel le dijo a Camilo: «¿Voy bien, Camilo?», no se me olvida nunca que mi mamá se paró y dijo: «Este tipo es peor que el que se fue». Y en mi casa todos eran antibatistianos, menos mi abuelo. Yo siempre estuve en contra de aquello, tuve que adaptarme por consejos de amigos queridos, y tuve que aguantar cosas como que me mandaran a descansar dos años, me mandaron casi tres al Servicio Militar, vi el nacimiento de las UMAP estando yo como recluta en la banda del Estado mayor . 

    Tu salida definitiva del país fue por España, ¿cómo fue?

    Tenía 32 años. Fue en el año 1980. Yo volé a España por recomendación de un amigo querido, Marcos Miranda, que me salvó de que me hicieran un mitin de repudio. Ellos me tenían el ojo echado desde hacía mucho tiempo, realmente nunca me molestaron demasiado porque llegué a tener cierta fama. Marcos se enteró de que nosotros teníamos pensado irnos en un barco que se supone había mandado mi abuelo desde Puerto Rico, pero me dijo que mejor me fuera a España en un avión con Irakere. El resto es historia. Yo lo narré en mi libro Mi vida saxual. Lo cuento de manera humorística pero fue muy duro, yo estaba muy enamorado de mi mujer de entonces y teníamos un hijo. Seis meses después vengo a Estados Unidos.

    ¿Cómo fue entonces el exilio? ¿New Jersey ha sido un hogar?

    El exilio siempre es difícil, un exiliado es como un huérfano, nunca es completamente feliz. Eso le pasó a mi papá, que fue un gran maestro de saxofón y música en general, pero nunca más volvió a tocar su instrumento. Y yo le traje su saxofón cuando estuve de visita desde Cuba con Irakere, pero nunca más lo volvió a tocar. En mi caso tuve el apoyo de mi mamá y de Dizzy Gillespie, pude tener una carrera, y además vine muy preparado. Yo siempre soñé con vivir en Nueva York o cerca. Mi madre también amaba Nueva York. No me gusta el frío, pero me siento aquí como en mi casa. Este es mi pais de adopción. Profesionalmente me ha dado mucho, esta es la capital de la música en general. Tenía un amigo finlandés que decía que lo que pasa en Nueva York una noche, pasa en el mundo en cinco años. Acá pasa todo lo bueno, y lo malo también. 

    Pero el exilio siempre es duro a pesar de que te vaya bien, no hay exilio suave, nadie quiere tener esa espada en el corazón, el hecho de que no puedas regresar a tu país. Porque yo no tengo que pedir permiso para entrar a mi país, y mucho menos ir de turista. Tolero a quien lo hace, pero yo no lo puedo entender. Es como salir huyendo del patio donde el perro me mordió e ir otra vez a donde está el perro. Nunca he regresado, ni pensarlo, ahí está el perro todavía.

    ¿Entonces cómo sería esa Cuba a la que regresarías?

    Una Cuba donde se deje de perseguir a la gente por pensar distinto, donde los cubanos podamos contribuir todos a reconstruir el destrozo que han hecho ellos ahí, donde se pueda elegir el gobierno democráticamente. Ese es mi país, fue un país tan lindo y vi cómo se iba desbaratando todo. Eso es terrible, ver cómo se desmorona un país, sobre todo una ciudad como La Habana. Todos los exiliados hemos soñado con un regreso, pero eso no se sabe cómo va a ser. Tan pronto ellos se vayan, a mí me gustaría regresar. Pero como me dijo un amigo de Miami: «Dime una sola razón por la que los comunistas dejarían el poder en Cuba». ¿Por qué habrían de soltarlo?

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