Entrevista a Ortega y Gasset en el Café Tortoni, Buenos Aires, 1941 (Primera Parte)

    El suicidio de Europa[1]

    E: Don José, ¿qué está pasando en Europa? 

    OG: (La consternación hundida en funerales) Europa está en crisis. Europa ya no manda. No hay futuro común. 

    E: ¿Cómo prever la caída? 

    OG: Defender nuestra nación es defender nuestro mañana, no nuestro ayer. [2]

    E: (Vistazo en inmensidad de sotavento). 

    OG: ¿Acaso, amigo, civilización no es voluntad de convivencia? Tendemos a la disociación, la barbarie. Francia, España Alemania, Inglaterra… somos pueblos en decadencia. No es extraño que el mundo se desmorone. 

    E: ¿Se veía venir?

    OG: Vino. La sociedad tiene que empezar a vivir para el Estado.[3] Pero no basta con los hombres de aquella sociedad. Ahora hay que llamar extranjeros para sostener el Estado…, y los extranjeros van haciéndose dueños del Estado. Y el pueblo inicial tiene que vivir como esclavo de ellos, de gente con la cual no tienen nada que ver.

    E. ¿Un suicidio? 

    OG: Una infamia autoinfligida.

    E: ¿El fascismo de las élites? 

    OG: El mayor peligro.

    ***

    Fecha: 1941. 

    Lugar: Buenos Aires. 

    Sujetos: José Ortega y Gasset y El Entrevistador. 

    La escena ocurre en el Café Tortoni. Interior iluminado y espacioso, estilo Beaux-Arts, altas columnas relucientes con capiteles de acanto, lámparas y techos de vidrio repujado tipo Tiffany. Mesas redondas cubiertas por manteles blanquísimos, butacas de cuero. Ambos, entrevistador y entrevistado, se acomodan en una mesa, justo debajo del techo en vitral.  

    Presentaciones

    E: Don José, muchas gracias por otorgarme esta entrevista. No ha sido fácil dar con Ud.

    OG: Encantado. Dos amigos argentinos: Marechal y luego Enrique Larreta me han hablado de su interés.  

    (Digresión sucinta de acomodación).

    OG: Tengo entendido que Ud. es estudioso de la filosofía. 

    E: Sí. Espero, de los buenos. 

    OG: (Sonrisa de bribón) Le diré en breve. 

    E: Tengo casi terminado un opúsculo general sobre su pensamiento político-filosófico.[4]

    OG: Pues aquí estoy.

    E: ¿Conoce a Humberto Piñera Llera, Jorge Mañach y Medardo Vitier? Tres filósofos muy interesados en su obra.[5]  

    OG: Conozco a Mañach a través de Chacón y Calvo. 

    E: (Efímero paréntesis) ¡Bienvenido a Buenos Aires! 

    OG: Bueno… estoy fuera, como quien dice. 

    E: ¿Fuera?

    OG: Soy un hombre marginado. (Resignación del hortelano).

    E: Sin embargo, he leído un artículo de Victoria Ocampo en Sur, dándole la bienvenida.

    OG: Amigo, eso fue hace dos años. Ha llovido mucho desde entonces.[6]

    El estornudo y el hígado de la Historia[7]  

    E: Quisiera abordar un tema aparentemente banal.

    OG: (Atajando) Lo banal, un evadirse.

    E: ¿Evadir? 

    OG: Algo se esconde, somos nosotros que huimos. 

    E: Ah. 

    OG: Ignorancia o pavura. Pero venga la pregunta. 

    E: Rastreando minucias gastronómicas: ¿qué pinta el hígado en la historia?

    OG: (Estornuda ipso facto, el pañuelo blanco, perfumado de vetiver, haciendo de sordina al trombón de pistones; ataque alérgico acaso) Ejem, decir hígado es presente y pasado.

    E: ¿Y la víscera?

    OG: Sí, el figado, ficatum

    E: (Ceñudo y atónito, mientras el entrevistado prende e inhala un cigarrillo lanzando humareda de cirrostratos).

    OG: ¡Íecur ficatum! El hígado del animal aderezado con higos (Se suena la nariz, estruendo de cornos). Gastronomía gala. Ahí está el calâo

    E: ¿Caló?

    OG: (Sonríe el filósofo cual dios en la sombra) ¡No! El caló de los gitanos es otra cosa; con el hígado no hay más remedio que buscar ese tiempo perdido. 

    E: ¿¿Proust?? 

    OG: (Estornuda de novo, a destiempo derrama chorrillo de mate en la servilleta).

    E: Don José, ¿a dónde vamos con todo esto?

    OG: (Con la sorpresa del mar en las pupilas, otro estornudo) ¡A la razón histórica! ¿A qué otra cosa? El figado quedó en el siglo XIII; luego, en los albores del siglo III, cuando en España aún se hablaba latín, hallamos el ficatum, hígado con higo, historia. ¿Me explico? 

    E: Nintendo ni higos. 

    OG: (Escudriñando la pared busca el secreto del Mené Tekel Uparsín) Vamos empujados a tergo por el pasado al presente y luego al futuro. Foie gras!

    E: ¡Cáspita!

    OG: No hay naturaleza, solo historia. Dios da la nuez, pero sin cascar.[8]

    Orteguismo como estilo

    E: Don José, hablemos de su manera de filosofar. Por ejemplo, esa ambigüedad retórica orteguiana de hacer lo opuesto que anuncia combinando recursos: el vocativo, la metáfora ingeniosa, la demostración etimológica, la figura de la preterición… 

    OG: (Ojos de autillo).  

    E: Ni hablar de su época en El Espectador, pero también en la forma: la brillantez de una prosa sensual, el equilibrio interno del texto, el uso de imágenes sugerentes y ese vocabulario exuberante.

    OG: Prosiga… me noto aerostático.

    E: Lo he ensayado in mentis. Su prosa destapa una estructura melódica, verso libre y toques de asonancia. La voluntad rítmica característica del modernismo. Acaso, si me permite, por momentos, a lo Valle Inclán. 

    OG: Yo no aspiro a enseñar, sino a divertir. ¡Viva la Bagatela! [9]

    E: Y su fina ironía. Por ejemplo, en su ensayo Goethe desde dentro.

    OG: (Interrumpe desde el azar) Usar la mano hace escribano. 

    E: Hay que leerlo para disfrutar ese léxico españolísimo, abundante en sustantivos como «vagamundeo», «jaleo», «pachorra». Adjetivos como «peliagudo», «morrocotudo». Los verbos «empapujarse», «enjotarse». Atípico en un filósofo. 

    OG: (Con argucia generosa) La pupila no puede contemplarse a sí misma.[10]

    E: Por eso, cuando Ud. necesita términos nuevos para expresar ideas nuevas (salvo justificadas excepciones, como «simismidad», «múndico», «ideoina», «draoma» o «campo pragmático»)…[11]

    OG: (Agüero dictando el olvido) ¿Draoma dije?

    E:  O bien modifica los tradicionales por vía de adjetivación: «ser ejecutivo», «realidad radical» y este que encuentro único: «principio a tergo».[12]

     OG: (Mohín precario en que vaga la sombra).

    E: La voz se aviene a la premura de cada momento histórico. Meditaciones del Quijote y España invertebrada, libros clave para entender la historia española del siglo XX. 

    OG: Semillero de ideas. 

    E: Qué decir del período entre 1929 y 1933, pleno en filosofía política, abriendo con La rebelión de las masas.

    OG: (Cual Mirabeau en Asamblea Constituyente) Hombre-masa es el hombre cuya vida sin proyecto va a la deriva. 

    E: Siguen «El error Berenguer» de noviembre 1930, con la admonición final: Delenda est Monarchia. Luego en el 31 «Un aldabonazo», para El Crisol. «Rectificación de la República», del 6 de diciembre, pronunciado en el cine de la Ópera. ¡Como hubiera disfrutado estar ahí! 

    OG: (Al borde de una emoción de lontananza) Agradezco… y añada esta otra: «Soy un hombre español, es decir, un hombre sin imaginación».[13]

    E: Pero qué dice, Don José.  

    Yo y la circunstancia 

    E: Mi padre de joven leyó Meditaciones del Quijote. Crecí con esa frase. Pero solo se presta atención a la primera parte: «soy yo y mi circunstancia», descuidando la segunda: «y si no la salvo a ella no me salvo yo». La segunda parte es el hacer del individuo. 

    OG: Aunque permítame aclararle que la circunstancia no habla. Es muda. 

    (El entrevistador revalida).  

    OG: Las cosas en que no pensamos. El mundo en que navegamos que de tan cercano se resiste. 

    E: Ahora que menciona las cosas. ¿Cómo entonces hacer vida con la circunstancia?

    OG: (Adelanta índice de Augusto de Prima Porta) Vivir es actuar… tener que habérnoslas con las cosas.

    E: ¿Lo que Ud. llama «vocación» en aquel artículo de 1935

    OG: Es la llamada que sentimos hacia un tipo de vida. Ese grito imperativo que asciende de nuestro más radical fondo.

    E: Bravo, Don José. Entremos en el tema de la vida. De Meditaciones a Qué es la filosofía. Ahí lanza Ud. la idea de la vida como realidad radical.

    OG: (La euforia es datum) ¡El dato primero del Universo!

    E: Vivir es encontrar ese balance entre vocación y circunstancia. Nadie habló así de esa chispa interna: «Dadle voz a la vocación». [14]

    OG: La vocación sojuzga la circunstancia y se realiza en ella.

    E: Asimismo la circunstancia impone condiciones a la vocación en lucha permanente.

    OG: (Un sí firme de testuz calva).  

    Me he prometido el silencio 

    E: ¿Qué fuma, Don José?

    OG: (Extiende la petaca como quien ofrece el corazón en la mano) Sello azul, argentinos. ¿Desea?

    E: Pues sí, gracias. Un tópico difícil, si me permite con toda franqueza.

    OG: (Mohín de soslayo).

    E: ¿Le molesta que hablemos de política?

    OG: (Apura sorbo matífero) La politiquería me agobia. 

    E: Entiendo.

    OG: (Recula cual pájaro ante un sol cuadrado y negro).

    E: Respecto al asunto del comunismo… 

    OG: (Encoge de hombros) Amigo, nunca he sido comunista.

    E: ¿Algo anticatólico?

    OG: Anti nada. ¡Liberal!

    E: Si de liberalismos se trata, es el suyo… 

    OG: (Con afán de interrumpir el cuento) ¡Qué calvario! 

    E: Disculpe, Don José.

    OG: Pues bien. Solo debe ser lo que puede ser, y solo puede ser lo que se mueve dentro de las condiciones de lo que es. ¿Entiende? 

    E: Claro. Permítame una pregunta incómoda, sobre la situación española actual. 

    OG: Si se trata de algo así, le advierto: me he prometido el silencio.[15]

    E: Muchos que conocen su obra se preguntan qué significa eso.

    OG: El mayor peligro. Un callar que no es cualquier mutismo sino el mutismo sacramental. Correlativo a un auténtico decir.[16]

    E: ¿Cuál decir?

    OG: Eclesiastés, capítulo 3.    

    E: Entiendo; callar tiene también su momento. 

    (Pausa súbita suspendida en apariciones).

    E: ¿Es Ud. partidario de la llamada «Tercera España»?[17]

    OG: (Cabalgando con dos dedos la superficie de la mesa) Apúnteme en la siguiente. 

    Homage a Mallarmé 

    E: Don José, Ud. es devoto de Mallarmé. 

    OG: (Asiente, aspirando hondas bocanadas).

    E: (Mostrando fotografía) ¿Quiénes están aquí?

    OG: (Se pone las gafas al aire taladrada) Fue una tarde de octubre de 1923, en el Jardín Botánico madrileño, a las 11 en punto de la mañana. Hicimos cinco minutos de silencio al poeta de Un coup de dés

    E: ¿Quiénes estaban? 

    OG: (Inspecciona flemático, saboreando humo) A ver… José Bergamín, Enrique Díez Canedo, Antonio Marichalar. A ver… sí, Eugenio D’Ors; este aquí es Alfonso Reyes.

    E: ¿Y Chacón y Calvo? 

    OG: (Dilema en ciernes) Qué raro… no debería estar en la foto. Él fue quien la tiró. Y como buen cubano llegó tarde. ¡Ay, Chacón! Pero llegó. ¿Le conoce?

    E: No, aunque tenemos amigos en común.

    OG: (Ensimismado en silencios de torreón románico) Era otra época.

    E: ¿Qué piensa de Mallarmé?

    OG: (Risita vodevilesca) Es el libertador que devolvió al poema su poder aerostático.[18]

    E: Ha dicho Ud. que Mallarmé quería desaparecer.

    OG: Aunque no realizó su ambición. Mallarmé es capitán de las exploraciones etéreas.

    E: Permítame una pregunta baladí. ¿Qué piensa de la poesía? 

    OG: (Cara del yo en su circunstancia) Es el álgebra superior de las metáforas. 

    Martí y la levita negra[19]

    E: Don José, ¿fue Ud. krausista en su juventud?

    OG: (Suspira esbozando la sonrisa de quien viene de vuelta) Lo fui, y a Dios gracias lo dejé rápido. El krausismo es inflexible y totalizante, incluso revestido de panenteísmo y religiosidad mística.

    E: Pero José Martí fue krausista.

    OG: (Oteando el cielo clisado de ornato rococó) Fueron sus años de formación en España. La culpa la tiene Sanz del Río. (Extiende los brazos declamando en estilo Sprechstimme) «Florecerá la tercera etapa de la humanidad… nosotros dejaremos esta vida, reviviendo en el espíritu aquella humanidad verdadera». 

    E: (Aplaude).

    OG: Mi estimado Chacón y Calvo, cultivador del buen vestir, me cuenta que Martí adoptó la vestimenta de los krausistas en España.

    E: ¿Vestimenta romántica?

    OG: Romántica no, ¡realista!

    (El entrevistador adopta geta de glóbulo abierto).

    OG: Aquí entra Galdós: «Realidad, realidad… nombrémosla tal cual: inmunda, escéptica y cenagosa». 

    (Sigue un silencio de redonda con puntillo)

    OG: Galdós se formó en un ambiente krausista. (Sotto voce) El catedrático de Galdós era discípulo de Sanz del Río.

    E: (Oteando con afán) ¿Y Martí?

    OG: Ahí vamos. Supongamos que Martí hizo del vestir un reflejo de su propia vida. ¿No ha reparado en la levita negra de siempre? El uniforme sombrío de Sanz del Río y sus seguidores. 

    (Ambos humean absortos en quimeras de copa con alas)

    E: ¡Zambomba! La vestimenta en función del peregrinaje del sujeto.

    OG: Lo de romántico es un desvío. Cierto que románticos como Musset vistieron de negro en París. Pero a España todo llega un tin tarde. (Risita de hombros) Una vez oí a Guillermo de Torre decir: «El krausismo español enseñó mucho, pero aprendió poco». 

    E: Don José, sea buscando guerra o pidiéndola, Ud. redefinió toda una jerarquía de ideas decimonónicas para su generación. Si me permite…

    OG: Escucho. 

    E: Se lo diré cual proclama en Plaza Mayor: a tradición, modernidad; a corazón, cerebro; a fe, ciencia; a religión, cultura. ¿Voy bien?

    OG: (Asintiendo, sorpresa de girasol en trance elíseo) Apúntense un tanto. Y añada: a Edad Media, renacimiento; a romanticismo, clasicismo. 

    E: Touchè. ¿Otro mate, Don José?

    OG: Venga.

    El novecentismo 

    E: ¿Qué es novecentismo? 

    OG: Vamos, mi vecindad. 

    E: ¿Quién inventó el término?

    OG: Eugenio D’Ors. 

    E: ¿Alguna frase lapidaria? 

    OG: «La democracia es un disfraz de la plutocracia». 

    E: ¿Fascista?

    OG: Fascismo y falangismo no son la misma cosa. D’Ors criticó mucho a Mussolini. Antiliberalista, sí.

    E: ¿Cómo era el susodicho? 

    OG: ¿D’Ors? Un atrevido extraordinariamente entretenido. Un poco mitómano. 

    E: ¿Mentiroso?

    OG: Se automitificaba.

    E: ¿Qué opus me recomienda?

    OG: Para entenderlo, Glosari

    E: Permítame un juego. 

    OG: (Sonrisa de perejil y yerba mate) Mientras no apostemos dinero.

    E: Qué tal si menciono un nombre y Ud. reacciona lo que le venga a la mente.

    OG: (Asiente)

    E: ¿Unamuno? Se dice que hubo tensiones entre ustedes.[20]

    OG: Un clavo a otro expele. Hoy el viejo soy yo, y siento la tensión en las costillas. En una carta de 1912, decía: «No puedo con la razón pura. Tanta pureza me quita el aliento». (Risas).

    E: ¿Refiriéndose a Kant?

    OG: No, a mí. Me consideraba un teórico. (Divagando) Mire, de joven uno yerra. El chispazo me hizo bien. Me llevó a hablar de la razón vital.

    E: «Vivir es razonar. Razonar es vivir».  

    OG: (Puño enhiesto y fatigoso) ¡Raciovitalismo! 

    E: ¿Ramón Gómez de la Serna?

    OG: Un genio. Le menciono una greguería: «Lo más importante de la vida es no haber muerto». 

    E: Joaquín Costa.

    OG: Precursor, sin duda. (Cara de galopín) Y enamoradizo. Era recio, fornido; daba la impresión de algo frágil, inestable, quebradizo.

    E: Manuel Azaña.

    OG: Un liberal regeneracionista. Cuando niño jugaba en su Alcalá natal con el morrión del abuelo miliciano. 

    E: Juntos en un momento crítico.[21]

    OG: Pero no revueltos. Azaña encarnaba a la República naciente. Como decía Ramos Oliveira: Azaña es la República y la República es Azaña. 

    E: Pío Baroja. 

    OG: A ver si recuerdo lo que dijo de sí mismo: Soy un mico erótico, un grosero buey vasco, un ateo, un borracho, un plagiario y un jumento, según un periódico. Yo creo que soy un escritor, no de gran importancia, pero bastante original. (Risas)

    E: Azorín.

    OG: No olvido vivir es ver volver. ¿Entiende?

    E: (Rumiando un dardo a través del horizonte).

    OG: Es la melancolía ante su transcurso.  

    E: ¿Menéndez Pelayo?

    OG: De joven tuve la de tirios y troyanos con Pelayo. Lo consideré parte de ese corifeo de estudiosos que apodé «almogávares eruditos».

    E: ¿Almogávares?

    OG: Hueste aguerrida, pero bárbara.

    E: Disculpe, si de momento parezco más orteguiano que Ortega.

    OG: La culpa la tendrá Gasset.  


    [1] Esta sección toma de: José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas. Revista de Occidente, Alianza Editorial S.A. Madrid, 1991, Capítulo XIII, «El mayor peligro, el Estado».

    [2] Ibidem, pág. 187.

    [3] La crítica de Ortega a la «ortopedia estatal» responde principalmente a su defensa política y moral de la libertad de la persona frente a los peligros de un Estado «desbocado». Para Ortega la mejor opción es la del Estado como «piel» o «vida como libertad» y no como «aparato ortopédico» o «vida como adaptación». Vea, Alejandro de Haro Honrubia, «El giro de José Ortega y Gasset ante la idea del Estado», Universidad de Castilla La Mancha/ UNED, junio, 2021

    [4] Aquí una lista del Ortega político in nuce: «Imperialismo y democracia», El Imparcial, enero 1910; «Socialismo y aristocracia», El Socialista, mayo 1913; «Democracia morbosa», 1917, «El genio de la guerra y la guerra alemana», 1917, y «Sobre el fascismo», 1921, todos publicados en El Espectador; «España invertebrada», «Bosquejos de algunos pensamientos históricos», 1922; «El tema de nuestro tiempo», 1923; «Los alemanes y lo infrahumano», La Nación, 1924, y Las Atlántidas, 1924. Posteriores a 1925, señalemos: «La interpretación bélica de la historia», El Espectador VI, 1927; «Mirabeau o el político», 1927; «El origen deportivo del Estado», El Espectador VII, 1930; «Socialización del hombre», El Espectador VIII, 1934, y La rebelión de las masas, 1930.

    [5] Jorge Mañach. La crisis de la alta cultura en Cuba. Conferencia leída en la Sociedad Económica de Amigos del País, Imprenta y Papelería La Universal, La Habana, 1925. Mañach toma la idea orteguiana de «circunstancia» para elaborar una concepción orgánica del proceso cultural cubano. También discute la tesis de la deshumanización del arte, del libro homónimo de Ortega, 1925. Medardo Vitier, La filosofía en Cuba, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1948. Vitier menciona encomiásticamente a Ortega en el prólogo y al final del libro. La posición orteguiana de que el hombre no tiene naturaleza, solo historia, resulta antitética respecto al esencialismo de Vitier. Para la influencia de Ortega en Humberto Piñera Llera, vea: https://espaciolaical.net/wp-content/uploads/2016/11/99103.pdf.

    [6] El último viaje de Ortega a Argentina estuvo marcado por la depresión. Se esperaba que se pronunciara a favor o en contra de la Guerra Civil (entre los respectivos bandos pro y contra), algo que el filósofo no hizo. Esto le ganó enemigos. Pero la novedad que desencadena el hundimiento físico y moral de Ortega no tuvo que ver tanto con el mal ambiente entre los exiliados y los círculos intelectuales que ya le habían rechazado, como con el hecho de que se quedó sin ingresos, fracasadas las negociaciones con la editorial Espasa Calpe. Vea: José Lasaga Medina. «El Intelectual y el otro, Escenas de Post Guerra», en: https://www.scribd.com/document/703569129/El-Intelectual-y-el-Otro-Escenas-de-Postguerra-Ortega.

    [7] Esta sección toma de: José Ortega y Gasset. Una Interpretación de la Historia Universal (En torno a Toynbee). Revista de Occidente, Alianza Editorial SA, Madrid, 1991, Capitulo V.

    [8] Gott gibt die Nüsse, aber beisst sie nicht auf —«Dios da la nuez, pero sin cascar». De acuerdo con Ortega, el dicho representa la tarea de la vida de cada cual. Enrique Ferrari Nieto. «Circunstancia de una vocación: Apuntes de Ortega para una biografía», en: https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-filosofico/article/view/29192.

    [9] Valle Inclán. El Marqués de Bradomín: Coloquios románticos. Pueyo, Madrid, 1908, pág. 84. Ortega dedica una de sus primeras glosas, 1904, pág. 21, al autor de Sonata de estío. Lo hace de buena gana, tejiendo ideas de cierto humor valleinclaniano: «La literatura del Sr. Valle-Inclán, por el contrario, es ágil, sin trascendencia, bella como las cosas inútiles, regocijada aun en sus mujeres pálidas y en sus moribundas; galante como una charla de Versalles, llena de poderío amoroso y caballeresco, y no digo tónica y reconstituyente, porque no estaría bien».  

    [10] José Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor. Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 1991, pág. 67.

    [11] Antonio Rodríguez Huéscar. Prólogo a José Ortega y Gasset. ¿Qué es filosofía? Unas lecciones de metafísica. Quinta Edición, Editorial Purrúa, México, 2004.  

    [12] Para Ortega, a tergo es todo aquello que no está necesariamente a la vista, sino que se conforma por «presuntas riquezas escondidas, por ejemplo: la lengua materna, la tradición religiosa y heroica, las costumbres inveteradas, el modo peculiar de pensar sentir y gozar». Vivir a tergo es «nuestro vivir empujados, lanzados por el empellón de aquéllos otros». «Lo que está a tergo, por así decirlo, no se discute». Vea: De Europa meditatio quaedam, José Ortega y Gasset. Opera completa. Madrid, Ortega y Gasset Foundation, Taurus Santillana, 2004-2010, págs. 78, 106, 115.

    [13] José Ortega y Gasset. La deshumanización del arte. Revista de Occidente, Alianza Editorial SA, Madrid, 1991, pág. 91.

    [14] «Vocación» es, de acuerdo con Ortega, el imperativo de realización individual. En En «Pidiendo un Goethe desde dentro», 1932: «Porque vivir es precisamente la inexorable forzosidad de determinarse, de encajar en su destino exclusivo, de aceptarlo, es decir, resolverse a serlo. Tenemos, queramos o no, que realizar nuestro “personaje”, nuestra vocación, nuestro programa vital, nuestra “entelequia”».

    [15] Cuenta Victorio Ocampo: «Octubre de 1941 parecería haber sido uno de los momentos más sombríos de la vida de Ortega. No coincide, sin embargo, con ninguna gran catástrofe palpable, con ninguna razón perceptible a simple vista. Así suele ocurrir en nuestra vida. ¿Quién no lo ha experimentado? […] Callar era su defensa, pues pensaba [y por desgracia con alguna razón] que contar lo que nos pasa es a veces desfigurar el sentido, la calidad misma de nuestro sufrimiento». Victoria Ocampo. «Mi deuda con Ortega». Escrito en diciembre de 1955, Ed. Buenos Aires, 1979. Ministerio de Cultura y Educación José Ortega y Gasset – Gregorio Marañón, Madrid.

    [16] Eve Fourmont Giustiniani. «Sobre el “silencio político” de Ortega: una lectura contextualizada de “Del imperio romano”», 1940, en: https://www.researchgate.net/publication/341313823_Sobre_el_silencio_politico_de_Ortega_una_lectura_contextualizada_de_Del_imperio_romano_1940.

    [17] Ortega nunca simpatizó con la plataforma política de «La Tercera España». Le parecía una simplificación insuperable. Lo cual no quiere decir que no buscara su propia independencia. Existen tres factores. Primero, su anticomunismo lo hacía escéptico de cualquier solución que incluyera una dictadura violenta. Segundo, temía las consecuencias de una posible intervención militar germano/italiana en España. Tercero, le molestaba el antintelectualismo del régimen franquista. Vea: Eve Furmont Giustiniani. «El exilio de 1936 y la tercera España. Ortega y Gasset y los blancos de París, entre franquismo y liberalismo», en: https://www.researchgate.net/publication/26617360_El_exilio_de_1936_y_la_tercera_Espana_Ortega_y_Gasset_y_los_blancos_de_Paris_entre_franquismo_y_liberalismo.

    [18] La deshumanización del arte, pág. 34.

    [19] Esta sección explora el krausismo en Martí y la forma krausista de vestir en la España de la segunda mitad del siglo XIX. «¿No se sienten algunas veces acompañados de mí, como si estuviera entre Uds., como si anduviera yo paseándome cerca de Vds., con mi calva creciente y mi levita negra?». Carta de José Martí a Manuel Mercado. Obras Completas, Volumen 20, Epistolario. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, pág. 160.  

    [20] Alicia Villar Ezcurra. «Una filosofía desde la vida: Unamuno y Ortega», en: https://www.researchgate.net/publication/28136862_Una_filosofia_desde_la_vida_Unamuno_y_Ortega.

    [21] Fernando Morán. «Ortega y Gasset y Azaña ante el estatuto de Cataluña», en: https://cvc.cervantes.es/literatura/cuadernos_del_norte/pdf/09/09_08.pdf.

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