LA HABANA.- Si las más recientes resoluciones del Ministerio de Economía y Planificación (MEP) sobre la dolarización, así como las intervenciones públicas del ministro Joaquín Alonso Vázquez, han dejado más interrogantes que respuestas no es porque estén ahí para hacernos la vida menos difícil. Ya es bastante complejo desentrañar lo que está escrito con intención de no hacerse entender. Su meta es complicar nuestra vida aún más con una única certeza: están decididos a continuar saqueándonos. Lo que ahora en una fase superior, a tono con la desesperación ante la inminente caída de Nicolás Maduro y el quiebre de los regímenes de izquierda en la región.
Del lado de acá también hay razones suficientes para desesperarse. En menos de dos años hemos visto caer a más de un viceprimer ministro, e igualmente ignoramos pero intuimos las otras caídas silenciosas, colaterales, que siempre rodean a estos “pejes gordos”. Pero lo cierto es que el viejo sistema castrista se cae a pedazos junto a las tardías “flexibilizaciones” a la inversión extranjera, anunciadas por Manuel Marrero Cruz , en medio de otro corralito financiero. Es evidente que entre ambas ya no existe algo subyacente —como años atrás con el truco de la Tarea Ordenamiento y luego con su “fracaso”.
Hoy aflora en todo su esplendor la estrategia financiera depredadora, revanchista que siempre ha sido (y que se articula con la ofensiva contra un sector no estatal que potencialmente pudiera convertirse en fuerza política, cuando fue creado solo coyunturalmente como señuelo para pescar divisas).
GAESA no quiere ni va a tocar sus reservas de dólares aún viendo que fuera de sus muros de contención se están quedando sin ellos y, peor aún, sin aliados a lo externo. Mientras que a lo interno, con solo observar el escenario de “lealtades” perdidas, la situación pinta aún peor. Una mayoría de cubanos, donde no se excluye a los de sus propias filas, aguardan por la única noticia que solucionaría todas las crisis acumuladas en más de medio siglo: la caída definitiva del régimen comunista.
Porque es la única esperanza de cambio para los unos. Y porque los otros ya han acaparado los suficientes dólares para mutar de “cuadros” y generales a empresarios trasnacionales, y no habiendo aprovechado el “deshielo” de Obama, imaginando que vendrían mejores tiempos, no existe mejor y peor momentos que estos. Ahora cuando Miguel Díaz-Canel no despierta entusiasmo alguno entre los militares (a la espera del último aliento de Raúl Castro), cuando las posibilidades de diálogo con Washington son muy escasas y, lo más importante, cuando el Caribe ha dejado de ser “zona de paz”, pero solo porque ya no es posible traficar tranquilamente ni armas ni petróleo y mucho menos drogas entre Caracas y La Habana, entre La Habana y Panamá.
El Partido Comunista a lo interno se ha dividido esencialmente en dos trozos irreconciliables: los que, fieles al diseño de Fidel Castro, necesitan dólares para continuar en el poder, y echan mano a la estrategia de saqueo que aprendieron, al despliegue “coyuntural» de trampas financieras solo con el fin de recuperar fuerzas. Por otro lado están los que, necesitados de abandonar ese callejón que saben sin salida, igual necesitan los dólares pero sus estrategias de “mutación” tienen los minutos contados una vez que, eliminadas todas las vías de oxigenación financiera, los primeros se vean obligados a exigir las reservas que GAESA ha congelado bajo el pretexto de la seguridad nacional y como garantía de sobrevivir a la caída; pero que, en realidad, ya algunos consideran como patrimonio personal, incluidos los Castro que se alistan a heredar.
Los casos de Alejandro Gil, del viceprimer ministro Jorge Luis Perdomo DiLella, incluso las destituciones de 2009 que parecen lejanas pero que en realidad se conectan con este largo proceso de mutación que estaría a punto de concluir (y que inició su fase más agresiva con la génesis del Grupo de Administración de las FAR, GAESA, en los años 80), expuso muy claramente no solo esos enfrentamientos y planes muy diferentes, opuestos. Muestran, además, la existencia de otros muchos planes individuales de mutación al interior de las propias facciones, como consecuencia de un tiempo y un dinero que se les agota.
Ejemplos hay de sobra: hijos que ahora hacen carrera como empresarios ante el fracaso político de sus padres; decenas de antiguos dirigentes de la UJC y PCC que mutaron en “mipymeros” o que se fueron a Miami a crear negocios; nietos, amigos y compinches de los Castro convertidos en empresarios “privados”, y sin ambiciones políticas públicas ni voluntad expresa de participación. Así como la decena de directivos, viceministros y hasta generales involucrados como acusados (y acusados que mutaron en “testigos” con la promesa de permitirles continuar mutando en empresarios) en los procesos contra el exministro de Economía.
Más allá del caso Gil, indispensable para comprender lo que está sucediendo con esos dólares que ya no están en los bancos —que desaparecieron ayer y que volverán a desaparecer cada vez que caiga uno en las bóvedas— y el contexto donde surgen las resoluciones del MEP y las flexibilizaciones del MINCEX, lo revelado acerca de los reiterados viajes de Raúl Guillermo Rodríguez Castro a Panamá y Caracas, acompañado por los directivos nominales de GAESA, igualmente permiten sospechar lo que ocurre, en cuestiones de decisión última, al interior de una entidad suprabancaria y todopoderosa. La cual acapara las únicas reservas de divisas importantes con que cuenta el castrismo, así como los movimientos de estas hacia el exterior.
Pero que la facción más importante las posea —que es precisamente esa que viaja con Raúl Guillermo a todas partes—, no quiere decir que las otras puedan disponer de esas reservas. Ni siquiera esa facción que se hace llamar “Gobierno cubano” y que en realidad nada importante gobierna.}
Es muy probable que ni siquiera supiera en detalles de la ruta del tanquero incautado, el Skipper, cuya bitácora ha sido esencial para revelar no solo las rutas que enlazan a La Habana con un entramado político más complejo y peligroso, sino para saber quiénes en realidad trazan esas rutas, muy por encima de las potestades de Ramón Carretero, el empresario panameño encargado de “re-conectar” el petróleo de PDVSA con sus verdaderos destinos, o del exmilitar venezolano, hoy empresario con representación en la Isla, Hector José Pernia. Incluso de Guillermo Faustino Rodríguez López-Calleja (tío de Raúl Guillermo Rodríguez Castro) y Andrés Ernesto Muñoz Campo, los funcionarios cubanos encargados, con sus off shores en Panamá, de garantizar las dinámicas entre Caracas y La Habana.
Es casi seguro que los jefes de todo ese “personal de aseguramiento logístico” son los mismos que enjaularon a Alejandro Gil sin dar cuenta a Miguel Díaz-Canel, que se enteró de la desgracia de su amigo solo unos días después. Porque de los “delitos” más graves se enteraría, casi al igual que el resto de los cubanos, quizás unas horas antes de salir la “nota oficial”.
En este escenario de profundas fragmentaciones del castrismo y, sobre todo, de mutaciones aceleradas por la inminente caída del madurismo en Venezuela y el temor a que las operaciones militares de Estados Unidos en el Caribe escalen sobre lo anunciado —más ahora con el episodio del Skipper—, no es posible una interpretación de las nuevas resoluciones del MEP, y de cuanto se “encadene” con la “dolarización parcial”, como verdaderas estrategias para “corregir distorsiones y reimpulsar la economía”. A no ser que con eso se refieran a la corrección de las estrategias de saqueo para hacerlas más eficaces.
Igual, en nuestras interpretaciones, así como en los verdaderos propósitos del régimen, hay que proyectar el incumplimiento de las promesas de salvación lanzadas por Rusia, y la prudente tacañería de los chinos (que no dan más de lo que suponen necesario para ellos continuar operando en la Isla, y casi siempre en especies y créditos, no en dinero).
No le demos más vuelta al asunto, no malgastemos nuestro tiempo en encontrarle un sentido de avance y apertura a lo que trae más control centralizado y, a corto plazo, más corralitos financieros, decomisos y encerronas. La masacre ha sido avisada y no nos lamentaremos por la suerte de quienes, por desmemoriados y lerdos, esta vez, como las anteriores, terminen estafados. Los bancos del régimen no son bancos, son trampas mortales.
Las verdaderas malas intenciones se desbordan del contenido de las resoluciones cuando emplean demasiado, en lo que debiera ser definitivo, las promesas a futuro (como las de ese mercado cambiario que, para otorgarle credibilidad a lo legislado, debió anteceder a lo demás) y el carácter coyuntural de mucho de lo dispuesto. Todo cuanto dicen, escriben y hacen rezuma desesperación, y si afinamos bien los sentidos, hasta lograríamos escuchar los mecanismos internos de un reloj (o de una bomba). Necesitan dólares por cantidad, a toda prisa. Necesitan terminar la mutación.







