Fecha: 1941.
Lugar: Buenos Aires.
Sujetos: José Ortega y Gasset y El Entrevistador.
La escena ocurre en el Café Tortoni. Interior iluminado y espacioso, estilo Beaux-Arts, altas columnas relucientes con capiteles de acanto, lámparas y techos de vidrio repujado tipo Tiffany. Mesas redondas cubiertas por manteles blanquísimos, butacas de cuero. Ambos, entrevistador y entrevistado, se acomodan en una mesa, justo debajo del techo en vitral.
***
La II República
E: Imagino aquellos días fríos y bulliciosos de 1931. Don José, Ud. fue uno de los principales impulsores de la II República.
OG: Según dicen. (Vislumbrando un Bión de Borístenes) Espejismos, amigo. El desengaño toma solo unos meses.
E: Fue Ud. elegido a las Cortes Constituyentes.
OG: Junto a trece compañeros. Y mire Ud., siete de ellos terminaron enfrentados a la República.
E: ¿Qué sucedió?
OG: (Ceño mustio de angustias) Pena, decepción y desventuras.
(Silencio de redonda con fermata).
OG: Durante esa jornada pensé publicar un artículo para conmocionar la opinión pública. Alguien filtró la noticia y decidí quedarme quieto.
E: Sin embargo, su artículo en El Crisol de 9 de septiembre del 31 no podía ser más claro. Y lanzó esta pregunta: «¿Por qué nos han hecho una república triste y agria?».
OG: (La mano en el pecho lastimado) Me lo recuerda y siento un dolor aquí…
E: Llega diciembre y Ud. pronuncia su discurso «Rectificación» donde dice: «han bastado siete meses para que empiece a cundir por el país la desazón y el descontento».
OG: ¡La quema de los conventos! Sin ser proclerical, me dolió mucho la destrucción de la Iglesia de la Merced de Málaga. En octubre de 1932, disolví la Agrupación al Servicio de la República.
E: ¿Qué le puso la tapa al pomo?
OG: El pomo estaba tapiado desde el principio. Si desea comprender la chispa de la Guerra Civil debe estudiar a Julián Besteiro.
E: ¿Ha leído su conferencia Filosofía y socialismo?
OG: (Dando un brinquito, declara con ahínco) «La filosofía es la poesía de la ciencia».
E: (Aplausos).
OG: Besteiro era mi vecino en El Viso. Recuerdo con pavor cuando tirotearon su casa en octubre del 34.
E: Volviendo al tema. ¿Qué lo llevó a firmar aquel documento prorrepublicano de 1936?
OG. (Demuda, abre la caja de cigarrillos) Chantaje y amenazas. El nefasto diario Claridad arremetió contra mi persona, afirmando que mi filosofía alimentaba las mentes fascistas. Tal cintillo era una condena a muerte.
E: ¡Lo cancelaron!
OG: (Sonrisa de penúltimo adiós) La llamada Comisión Universitaria Depuradora me expulsó de la cátedra. Y pensar que el mundo civilizado apoyaba esa truculencia.
(Entrevistado y entrevistador disfrutan agasajo musical del Trío Tortoni. El violinista se arrima y ofrece un solo del conocido tango «Desvelo». Siguen aplausos de los comensales).
La tortilla española
E: Don José, ¿cuál es su plato español favorito?
OG: La tortilla de patatas.
E: ¿Con o sin cebolla?
OG: Con cebolla y jugosa, ¿eh?
E: Voy por otro tema importante.
OG: (Semblante de planicie tana).
E: He leído con mucho interés su libro Personas, obras, cosas, de 1922.
Liberalismo y democracia[1]
OG: (Con aire de satisfacción) Gracias por la lectura.
E: También el ensayo «Hombres e Ideas», a Ramiro de Maetzu, en Londres.
OG: De Maetzu era un anglófilo de respeto. Se trataba con individuos como Hilaire Belloc, Chesterton y Bernard Shaw. Por un tiempo fui admirador de su obra.
E: ¿Belloc y Chesterton no tienen un libro juntos?
OG: Sí, poco conocido, aunque necesario para comprender la época.
E: ¿Qué hay del militarismo de De Maetzu?
OG: (Encendiendo un cigarrillo) Por Dios, De Maetzu fue mucho más que eso. A vuelapluma, en mi juventud era liberal de izquierda de los buenos. Su libro La crisis del humanismo es un texto que, si bien algo apresurado, hizo época.
E: Se ha hablado de su idea encontrada —lo dicen sus discutidores— entre «democracia» y «liberalismo». ¿Puede aclarármela?
OG: En 1925 dije que democracia y liberalismo son respuestas a dos cuestiones muy distintas.
E: Democracia como «ilimitado poder del pueblo».
OG: (Sarcásticamente) Es doctrina: el pueblo manda… ¿Y qué? El suicidio de un pueblo no es un mandato aceptable.
E: Quisiera llegar a ese punto luego.
OG: Visto desde el marxismo, ¿llegar al poder ilimitado del pueblo como respuesta a la explotación? Eso un liberal debe condenarlo.
E: ¿Qué es la libertad?
OG: (Interrumpiendo en frescura de brisas) Libertad es variedad y pluralidad social. Sobre todo, libertad de propiedad privada, de contratación, de fuerza de trabajo. ¿Eh?
E: ¿Y el liberalismo?
OG: La autoconciencia de la burguesía.
E: (Aire de embullo) Buen lema, ¿cierto?
OG: Mire, hay cosas que tienen primacía sobre las apetencias del individuo.
E: Volviendo a De Maetzu…
OG: Le va a sorprender que no hay derechos inherentes.
(Entrevistador pone cara de peregrino extraviado).
OG: Ahora le hablo como si fuera De Maetzu. Los derechos nacen de la función social que desempeñan.
E: ¡Qué grupo Acción Española! Se dice que abogaba por la instauración de una monarquía autoritaria, antiliberal y antiparlamentaria.
OG: Cuidado… era un grupo variopinto. Estaba el vanguardista Ernesto Jiménez Caballero, Blanca de los Ríos, gran periodista, pionera defensora de los derechos femeninos y una grande de nuestra crítica. César González Ruano, dandi, ultraísta, polemista, hombre legítimo de izquierda, y luego, claro está, decepcionado con la realidad española. Su Baudelaire es un libro mágico.
E: Tomo nota.
(De lejos, el tango acompaña la tertulia. El bandoneón desdobla acompasado: llanto de rezongo amilongado, alma del suburbio, pena de una mina, bronca de un otario amurado con su amor).[2]
Fumando espero
OG: Qué deleite fumar en buena compañía.
E: Gracias. También en solitario en busca de la voz del cielo.
OG: Sabe, fumar no es un hábito natural, tampoco artificial. Diría que un cigarrillo no es solo eso, sino también un manojo de sentidos contradictorios.
E: Para mí, en Cuba, fue un placer barato y democrático.
OG: (Asintiendo) Fumando cigarillos me hice hombre.
E: Pensándolo bien, fumar suscita sentidos ambiguos.
OG: Una especie de ficción autobiográfica.
E: Fumar es la mejor manera de inventarse cosas, de contar embustes.
OG: Refuto la idea que fumar sea un vicio. ¡No! Fumar es una cosmovisión.
E: ¿Y me lo dice? ¡Bravo!
María Zambrano
OG: Y María Zambrano, ¿qué sabe de ella?
E: Es muy estimada en Cuba.
OG: Una mujer completa.
E: Cuénteme.
OG: Conozco a María desde las tertulias de la Revista Occidente. Después fue mi ayudante en la cátedra de metafísica. Disfrutaba de su conversación y sentido del humor. Luego tuvo una tertulia dominical en su domicilio. Fui una vez. Frecuentaban personalidades curiosas: Camilo José Cela, Luis Cernuda, Rafael Alberti, García Lorca y Miguel Hernández.
E: ¡Vaya grupo!
OG: María tiene imán propio. Eso no se manda a hacer.
E: ¿Ha leído algo suyo reciente?
OG: Sí, su trabajo sobre San Juan de la Cruz publicado en Sur, y algo escrito en México que me gustó: «Nietzsche o la soledad enamorada».
E: ¿Puede hablarse de ruptura entre Uds.?
OG: He sabido de una carta dirigida a José María Chacón y Calvo el año pasado, donde renuncia a impartir conferencias sobre mi obra.
E: ¿Qué le incrimina?
OG: (La mirada indiscreta) Ser quien soy. Aquí, en Buenos Aires, bandos opuestos me acusan de traidor. ¿Qué le dice eso?
E: Ud. ha renegado de ambas, República y Guerra Civil. Pero eso no indica que Ud. sea…
OG: Si le parece, dejemos a un lado mi persona.
E: Vitola extrañísima.
OG: Volviendo a María…
E: Ejem, Zambrano se siente muy a gusto en Cuba.
OG: Y quién no. Es como una patria hita pre-natal.
E: …en la sustancia poética.
El amor y Stendhal[3]
(Los parroquianos se divierten y repiten el estribillo de un tango: La palabra buena es prenda de amor, acaba en la entena la miel de la flor).
E: Don José, una pregunta sin dobleces: ¿qué es el amor?
OG: (Pausa de fermata) Un divino arquitecto que bajó al mundo, según Platón.[4]
E: Es el tema más ornado y pulido de los poetas, ¿no?
OG: Una fluencia, chorro de materia anímica.
E: ¿Ilusión?
OG: Encantación. Suceso divino de anticipación.
E: ¿No aflora espontáneamente?
OG: El amor no es un primo de la digestión. Cuando se ama algo es porque es… amable.
E: Aunque pudiera llegar a ser deprimente.
OG: (Asiente) Ahí tiene el caso de Mariana Alcoforado, una monja portuguesa del siglo XVII, seducida y maltratada por un vividor al que amó hasta su muerte.
E: ¿No cambia el amor con los tiempos?
OG: Sin duda, el amor platónico es distinto al cortés de la Edad Media. En el siglo XVII se hablaba de estima, el XVIII de galantería, el XIX de romanticismo.
E: A propósito de romanticismo, ¿qué lo lleva a Stendhal?
OG: Es el archinarrador ante el Altísimo.
E: Y su teoría del amor…
OG: Uno de los libros más leídos.
E: La llamada «cristalización», ¿qué es al fin y al cabo?
OG: Una secreción típica del siglo XIX.
E: Stendhal necesita el deseo de admirar el objeto amado.
OG: Por supuesto, para acercarse. Es pura estrategia. No encuentra plena satisfacción, por eso lo idealiza. Stendhal ama las pasiones porque le proveen nuevas emociones.
E: Especie de pesimismo romántico, cúspide del novelista.
OG: Toda su vida. El amor se nutre de ausencias. Parece querer entregarse pero no lo hace.
E: Luego…
OG: Amigo, el amor no solo es ciego, también es visionario.
E: ¿Visionario?
OG: (Asiente sardónico) Para Stendhal, amar es morder.
E: ¿Un Don Juan?
OG: Todo lo contrario. El Don Juan es un tipo ausente, envuelto en su niebla de melancolía. Se parece tanto a sí mismo que es su negación.
E: Pero Stendhal, ¿no dedicó su vida a conquistar la muralla de la feminidad?
OG: Ajá. Elucubró todo un sistema teórico con principios y corolarios. El resultado es nulo. Nunca fue verdaderamente amado por una mujer.
E: ¿En qué sentido todo esto lo muerde?
OG: Apenas infligida, la mordida se revierte en perdón.
E: ¿?
OG: Se ama sufriendo, atesorando el recuerdo del dolor. Para Stendhal lo que cuenta es vivir esa reversión.
E: Todo parece coincidir con la timidez de Stendhal.
OG: Lucien Leuwen es un retraído al borde de la parálisis.
E. Claro, y las reacciones de Lucien llegan a ser cómicas.
OG: Comicidad lastimosa.
E: Pero también el novelista, ¿no se burla de sí mismo?
OG: Pues sí. De ahí su genio. ¿Estamos listos?
E: Bien.
OG: Tan pronto una persona se le entrega, Stendhal pierde el interés, aunque esa resistencia incremente su amor.
E: Luego puede decirse que ama la dificultad amorosa.
OG: En realidad es un cazador. Prefiere la montería a la obtención porque esta le permite vivir en el plano de la imaginación, fantaseando el amor como una estética.
Interludio con el arte[5]
E: Don José, ¿qué es el arte?
OG: Un logro creativo, no un medio de convivencia.
E: «El arte es irrealización», dice Ud. ¿No nos enredamos?
OG: Qué va. El arte es doblemente irreal.
E: (Cara de beata ignoranza).
OG: Primero no es real. Segundo, lo que lleva adentro tritura la realidad. De ahí sale.
E: (Silencio inexorable).
OG: Esa irrealidad es el aroma.
E: ¿De qué?
OG: ¡La belleza!
E: Sí, com l’espectre d’una flama morta.[6] Ud. emplea la luz como metáfora, comparándola con el diálogo en la novela. ¡Formidable!
OG: Ocurrencias…
E: No he concluido… ambos se convierten en vida.
OG: Sí, en el humano la vida se duplica.
E: La vida de la mano de la voluntad que se expresa en el arte y su desarrollo, el románico y el gótico…
OG: Línea, lazo, ojiva, espiral, zigzag, y adorno en forma de S.
E: Sujeta la mirada en ascensión.
OG: El gótico alza la mirada
E: Cada estilo tiene su manera, dice Ud.
OG: Su manía; algo típico del carácter.
La filosofía
E: ¿Qué es la filosofía?
OG: Quitemos «la».
E: Bien.
OG: Es el ordenamiento del Universo.
E: ¿Y hay creencias previas?
OG: ¡A ella misma!
E: ¿Y cuál es?
OG: Lo llamo principio de autonomía.
E: ¿Pudiera explicarlo?
OG: Significa renunciar a apoyarse en nada anterior a la filosofía misma.
E: ¿Nada fuera del sistema?
OG: Una ciencia sin suposiciones.
E: El filósofo cual herrero forjando juicios con sus propios medios.
OG: ¡Así se forjó el acero!
(El entrevistador pone cara de Carneades).
OG: Isla desierta de verdades.
E: Vaya metáfora, Don José. Digna de un Defoe.
OG: Precisamente. El filósofo recluso en la ínsula, condenado al robinsonismo metódico.
E: ¿Y la duda?
OG: No solo dudar lo que se duda de hecho, sino todo lo que pueda dudarse.
E: ¿Duda ineludible?
OG: El bisturí del filósofo.
E. Paradójico…
OG: La filosofía tiene que ser ella en su esplendor y su miseria.
Con el paso de la vida
E: Dice Ud. que no es posible salirse de la vida.
OG: Somos vivíferos. (Risas).
E: ¿No es bueno alejarse un poco de las cosas para tener perspectiva?
OG: (Risueño) Sí, y después chocar con ellas.
E: ¿Qué es la vida?
OG: Lo que hacemos, lo que nos pasa.
E: En Qué es la filosofía Ud. escribe: «soy lugar donde aparece desnudo el mundo».
OG: (Absorto en ensueños) Para mí, el tema de la vida trasciende el ámbito científico. La vida anda siempre en pelotas.
E: ¿Cogito ergo sum?
OG: (Girando en la mano endriagos y gorgonas) ¡Al revés! Sum ergo cogito.
E: Luego, conciencia es vida.
OG: El menjurje delectable que llamo razón vital.
E: ¿Qué es «realidad radical»?
OG: La vida es anterior y presupuesto a todo.
E: ¿Cómo es eso?
OG: La realidad de la vida para mí es mi vida. Ésta es la realidad fundamental.
E: ¿Y la metafísica?
OG: No veo la metafísica detrás de la existencia. Vivir es la manera de orientarnos a ese norte veraz.
E: Dice Ud.: «todo vivir es vivirse».
OG: Cuando la vida se da, automáticamente se ausenta el sentido de la misma. Algo difícil de comprender.
E: ¿Una cuestión de método?
OG: De cura, diría yo.
E: ¿Cuál?
OG: La vida es desorientación. Vivir es estar perdido.
El hombre masa[7]
OG: El hombre masa es el nuevo bárbaro, el arrasador de las normas de convivencia.
E: Y la democracia, qué pinta.
OG: Lo que hoy se llama democracia es una degeneración. Entiéndase, al hombre masa no le interesa la verdad. Solo sus creencias y sentimientos particulares. Sensiblero, pero gritón.
E: (Atento y dramático).
OG: La doctrina de las élites es igualar hasta los más mínimos aspectos de la vida humana. Despampanan que todos somos iguales en talento, sensibilidad y delicadeza.
E: ¿Una seudoutopía acaso?
OG: Pretextos de la élite para gobernar autocráticamente. Europa hoy es una gigantesca termitera.
E: Creo que si pudiera ver el futuro no le agradaría mucho.
OG: ¿Peor que ahora?
E: Peor y, como dice Ud., está en función de la realidad.
OG: Vivimos dentro de una cita en Amos 6:12.
(Entrevistador pone cara de Pedro Gailo en Divinas palabras).
OG: (Teatralmente) «¿Por qué habéis tornado el derecho en hiel y la justicia en ajenjo?».
(La conversa continúa en medio del jolgorio, pero el ritmo y la melodía se van integrando, como si no importara quién pregunta y quién responde, como si el escenario se ensanchara en la dimensión virtual, acercando perspectivas de tal modo que pudiera decirse que entrevistador y entrevistado ya comparten la misma circunstancia).
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*Nota: El concepto de vida humana constituye el sistema nervioso de la metafísica existencial de Ortega y Gasset. El hombre es un «verdadero radical» ya que todos los demás aspectos de la realidad —física y espiritual— dependen de la existencia del hombre. «La vida» no se reduce a una cosa extensa ni un ente pensante, sino que revela la interacción entre el «yo» y su circunstancia. Vea: Julián Herrera González; Malishev, Mijaíl. «Ortega y Gasset: La metafísica existencial de la vida», en: https://www.researchgate.net/publication/50997603_Jose_Ortega_y_Gasset_La_metafisica_existencial_de_la_vida.
[1] Antonio López García. «El elitismo intelectual de Ortega y Gasset», en: https://core.ac.uk/download/pdf/38842483.pdf.
[2] Tomo prestado del poema lunfardo «Bandoneón», de Caledonio Flores.
[3] Tomado de José Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor. Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 1991. Así mismo, José Ortega y Gasset, «El amor en Stendhal». Estudios sobre el amor, en: http://www.cashflow88.com/Club_de_lectura_UTB/Ortega-Y-Gasset-Estudios_Sobre_El_Amor.pdf.
[4] José Ortega y Gasset Meditaciones del Quijote. Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 1991, pág. 14.
[5] José Ortega y Gasset. «Diálogo sobre arte nuevo». Meditaciones del Quijote. Revista de Occidente, Alianza Editorial SA, Madrid, 1991.
[6] Tomado de un poema de Josep María López Picó (1886-1959): «La palabra metáfora —transferencia, transposición— indica etimológicamente la posición de una cosa en el lugar de otra … la transferencia es en la metáfora siempre mutua: el ciprés en la llama y la llama en el ciprés —lo cual sugiere que el lugar donde se pone cada una de las cosas no es el de la otra, sino un lugar sentimental, que es el mismo para ambas. La metáfora, pues, consiste en la transposición de una cosa desde su lugar a su lugar sentimental». Prólogo a «El Pasajero», de J. Moreno Villa. Obras Completas, 4ª Edición, Tomo I, Madrid, Rev. de Occidente, 1958, págs. 257-259.
[7] José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas. Revista de Occidente, Alianza Editorial, Alianza Editorial S.A. Madrid, 1991.