Beryl no pasó por Cuba, pero es un mensajero temible

    Hasta la noche de este jueves, el huracán Beryl había dejado un saldo de entre siete y diez muertos, según cifras oficiales de los países afectados. De las víctimas comprobadas, tres pertenecen a Granada, una a San Vicente y las Granadinas, y otras tres habitaban en la costa norte de Venezuela. Tras golpear varias islas del Caribe oriental y Jamaica, el fenómeno meteorológico dejó también una estela de destrucción material —más de 400 mil personas quedaron sin electricidad en Jamaica, un país de poco más de 2.7 millones de habitantes. Aun así, Beryl, el primer huracán de la actual temporada ciclónica en el Atlántico, no ha sido hasta ahora todo lo destructivo que podía esperarse.

    Se formó como depresión tropical en la tarde del viernes 28 de junio, y en el curso de esa misma noche se convirtió en tormenta tropical. Menos de 24 horas después era un huracán, y en horas tempranas del domingo pasado ascendió a la categoría cuatro de la escala Saffir-Simpson.

    Asomaba la catástrofe. Sin embargo, no fue así, al menos para Cuba. Las condiciones atmosféricas actuales en el Caribe occidental no son favorables para el fortalecimiento del organismo ciclónico, a pesar de su tránsito por aguas cálidas.

    En horas de la tarde del 4 de julio, mientras Beryl surcaba los mares al sur de Cuba, en la mayor de las Antillas se mantenía una relativa calma; algunas lluvias y ráfagas de viento, pertenecientes a las bandas externas de alimentación, causaron pequeños estragos en la zona oriental. De hecho, los medios provinciales apenas mencionaban a esas horas el tema del huracán, que bajó de categoría tres a dos en el punto de su trayectoria más cercano a Cuba.

    ¿Por qué Beryl sí debería preocuparnos?

    Recientemente, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) predijo que esta temporada de ciclones tropicales estará «por encima de lo normal». Según los vaticinios de esa entidad, hasta el 30 de noviembre se esperan en el Atlántico entre 17 y 25 tormentas tropicales de magnitud considerable, de las cuales entre ocho y 13 podrían convertirse en huracanes. De estos, entre cuatro y siete tienen posibilidades de alcanzar categoría cuatro y cinco.

    La evolución de Beryl parecería confirmar esos pronósticos. Para ser el primer huracán de la temporada ciclónica en el Atlántico, es particularmente fuerte y, sobre todo, mostró al principio una sorpresiva capacidad de crecimiento. De hecho, es el huracán que más rápido ha alcanzado la categoría cinco entre todos los registrados hasta la fecha.

    Otra curiosidad es el hecho de que haya aparecido en junio, un mes en que no suelen darse este tipo de eventos meteorológicos, mucho menos de semejante magnitud. De acuerdo con las estadísticas de la NOAA, la fecha promedio de formación del primer huracán de la temporada es el 11 de agosto (cuando la temperatura del agua asciende a 26 °C), y los primeros en alcanzar la categoría tres se forman casi siempre en septiembre.

    Se sabe que este año los huracanes como Beryl se deberán en cierta medida a una variable prevista: La Niña, un fenómeno meteorológico que forma parte del ciclo natural del clima en el planeta. Sin embargo, hay otra variable cuya influencia no podemos predecir del todo, aunque está vinculada a la acción humana: el calentamiento global.

    Nada propicia y fortalece más a los huracanes que las cada vez más altas temperaturas del mar. En 2023 se registró el máximo histórico de temperatura oceánica anual promedio: 20.96°C. Pudiera decirse que se trata de una situación excepcional y pasajera; sin embargo, desde 2016 ese valor no ha parado de aumentar. En el área del Atlántico Norte, incluido El Caribe, las aguas se encuentran en promedio unos 3°C por encima de lo normal.

    Beryl es ya una catástrofe para buena parte del Caribe insular, así como para la costa norte venezolana y los habitantes de la península de Yucatán, que desde la noche de este 4 de julio comenzaron a sentir los efectos de las fuertes lluvias y los vientos huracanados. Al mismo tiempo es la primera advertencia real de lo que podemos esperar durante los próximos meses en el Caribe

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