Un video y un cartel han sido lo más viral en Cuba —en la isla y la diáspora— durante los últimos días. El video, de apenas minuto y medio, muestra esta escena: el cadáver de Manuel de Jesús Guillén Esplugas es presentado a sus familiares. Dania María Esplugas llora y besa a su hijo inerte; la terrible cicatriz de la autopsia asoma por el cuello del pulóver, a pocos centímetros de las marcas violáceas en el cuello que indican la causa de la muerte.
—Me lo mataron. Tío, diles que me lo mataron, que le dieron golpes y me lo mataron: los singaos de este país. ¡Me lo mataron los singaos de este país! ¡Melo mataron! Pero allá arriba hay un Dios, y va a castigarlos. Me mataron a un hijo mío, pero lo tengo vivo aquí en mi pecho— grita la madre ante la cámara de un móvil en un arranque de ira y dolor. Otros familiares se lamentan junto al cuerpo tendido. En la sala se ve a un único oficial del Ministerio del Interior (MININT), que aparta entonces la mirada. El informe de la autopsia que las autoridades entregaron poco antes a la familia dictaba la causa del deceso, ocurrido sobre las 9:00 p.m. del sábado 30 de noviembre de 2024: asfixia por ahorcamiento. Manuel de Jesús Guillén Esplugas, de 29 años, opositor militante, participante en las protestas antigubernamentales del 11 de julio de 2021 y preso político, supuestamente, se había suicidado.
El segundo contenido más viral de la semana en Cuba fue el cartel promocional de una fiesta de cumpleaños, pero no una cualquiera. Se trata de la invitación a un festejo por todo lo alto en uno de los bares más exclusivos de La Habana. El homenajeado, y dueño del bar, es Sandro Castro, el nieto del hombre que construyó un país donde jóvenes como Manuel de Jesús van prisión por sus ideas políticas y, a veces, mueren allí.
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Ocho o nueve años atrás, Manuel de Jesús Guillén Esplugas era el «Noly», un muchacho como otro cualquiera en La Habana Vieja. Era, eso sí, celoso de su estilo emo, que con el tiempo se volvió más bien gótico tropical. Pero su vida cambió en 2020, cuando conoció la cárcel por primera vez, específicamente la Prisión Provisional Depósito de La Habana, conocida como el Vivac. Allí fue a parar acusado de «peligrosidad predelictiva», una figura legal que durante décadas se aplicó en Cuba a personas sin vínculos laborales demostrables. Aunque estuvo poco tiempo tras las rejas, fue condenado a cuatro años de prisión sin internamiento, un castigo que implica buscar un empleo cercano a la casa, no salir del municipio de residencia y no tener ni el más mínimo problema con las autoridades. Si cualquiera de esos tres requisitos era incumplido, pasaría el resto de la sanción en una celda.
Sin embargo, una vez fuera, Manuel de Jesús Guillén se unió a una cédula del grupo opositor Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), y poco después a la iniciativa antigubernamental Cuba Decide. Tras su muerte, un video de esos tiempos ha circulado brevemente en Internet. Se trata de un corto testimonio sobre su experiencia en el Vivac; además de relatar golpizas a reos y abusos injustificados de los cuales fue testigo, dice: «Allá dentro la autoridad, si es que puede llamarse autoridad, hace lo que le da la gana. Nos tratan como animales cuando estamos allá dentro».
Volvió a prisión en 17 de julio de 2021. Varios agentes de la Seguridad del Estado lo trasladaron a la fuerza desde su casa hasta Villa Marista, el cuartel general de la policía política cubana, y de ahí a la prisión conocida como el Combinado del Este. Seis días antes, Manuel de Jesús había salido a las calles como uno más de los manifestantes en las protestas del 11J. Ese día subió a sus redes unos pocos minutos de lo acontecido a su alrededor. En los videos no hay nada comprometedor para el régimen: no se ven palizas, detenciones ni multitudes gritando; apenas las espaldas de algunas personas y algunas palabras en segundo plano. Sin embargo, en uno de ellos, Manuel de Jesús Guillén se filma a sí mismo y dice: «Coño, pueblo, pa las calles, que lo que estamos viviendo es una tortura». Eso, y su militancia opositora, fue motivo suficiente para que lo detuvieran bajo la sospecha de haber participado en un acto de sabotaje contra el gobierno.
Pasó más de un año y medio preso sin que pesara sobre él ni siquiera una acusación formal, cosa que resulta una grave violación a la misma Ley de Procedimiento Penal en Cuba. En enero de 2023, su madre presentó un recurso de habeas corpus a su favor (al que tuvo acceso El Estornudo) con la esperanza de que lo liberaran, pero eso solo sirvió para que las autoridades se apresuraran a crearle una causa por los supuestos delitos de desórdenes públicos y actos vandálicos. Finalmente, un tribunal lo condenó a seis años de cárcel.
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La versión oficial dice que fue un suicidio, pero la familia lo niega. El mismo día en que le presentaron el cuerpo sin vida, a unos metros de donde lo lloraba Dania María Esplugas, un primo suyo, Yan Franco, subió un video a su perfil de Facebook en el que se sobreentiende que les habla a las autoridades penitenciarias, a la policía política y al gobierno cubano. En la directa les llama «ustedes».
—Me lo mataron a golpes. ¿Hasta cuándo el abuso? Lo mataron en la prisión ustedes mismos. Déjense de mentira y engaños, diciendo que si se ahorcó… Las sábanas no queman —dijo sobre las marcas violáceas, entre hematomas y quemaduras por fricción, que se observaban en el cuello de Manuel de Jesús Guillén. Luego, en declaraciones ofrecidas a El País, la madre aseguró haber visto también marcas de golpes en otras partes del cuerpo de su hijo.
La de Manuel de Jesús Guillén Esplugas es la tercera muerte registrada de un manifestante del 11J bajo régimen de privación de libertad. La primera, ocurrida en noviembre de 2023, fue la de Luis Barrios Díaz, de 37 años. Fue debido a una bronconeumonía; sin embargo, su familia denunció que el fallecimiento pudo haberse evitado, pues en la prisión le negaron la atención médica a pesar de que llevaba tiempo sufriendo los síntomas de esa enfermedad. El día que Luis Barrios fue internado de urgencia en un hospital del que no saldría vivo, las autoridades se apresuraron para dictar a su favor una licencia extrapenal, lo que puede leerse como un intento de escamotear su responsabilidad.
La segunda fue la de Yosandri Mulet Almarales, de 38 años, quien había sido condenado a una década de privación de libertad en el Combinado del Este. Allí fue trasladado a un régimen de campamento de trabajo luego de haber atentado fallidamente contra su vida. Finalmente, en agosto de 2024, Yosandri Mulet se lanzó del puente de Calabazar (La Habana) cuando regresaba del pase. Murió tres días después, luego de una agónica estancia en un hospital.
De acuerdo con un registro realizado por la organización Cubalex, solo entre 2022 y 2024 murieron al menos 56 personas bajo custodia en centros penitenciarios. La mayoría se debieron a suicidios y hechos de violencia. En una democracia, hechos como estos exigirían la aplicación del llamado Protocolo de Minnesota de las Naciones Unidas, que establece la necesidad de que una entidad independiente investigue todas las muertes de personas detenidas o bajo custodia del Estado, sus órganos y agentes, especialmente en prisiones y otros centros de reclusión. Sin embargo, en Cuba las organizaciones o instituciones independientes del Estado no existen o no son reconocidas por este, y tampoco podría contarse con agencias internacionales, pues ni siquiera la Cruz Roja ha podido ingresar a las prisiones de la isla desde que el castrismo lo permitió en 1988 y 1989.
Como sea, de momento no han salido a la luz pruebas contundentes que respalden alguna de las distintas versiones sobre la muerte de Manuel de Jesús Guillén.