Ana de Armas, en su carrera profesional, nunca ha caído bajo. No nos consta. Si ha caído, ha caído como las gatas, y nosotros, su audiencia, no lo hemos notado. Ana de Armas, 36 años, siempre ha sido ambiciosa, perseverante, decidida. Siempre ha tenido claro lo que ha querido y ha ido a buscarlo. Ha tenido más espuelas que la Doña Bárbara de Rómulo Gallegos.
Ana de Armas fue de jugar a las Spice Girls en Santa Cruz del Norte a estudiar interpretación en la Escuela Nacional de Arte. Marie, su primer papel importante en una película, Una rosa de Francia, lo consiguió poco antes de graduarse. Casi le cuesta su título. La Escuela Nacional de Arte no daba permiso para trabajar en una película, y la puso a escoger, pero Ana de Armas no necesitaba permiso para llegar a la gran pantalla. Nadie iba a impedirle actuar en una producción española. Luego la escuela la acogió de vuelta y la graduó.
De ahí, siguió para Madrid.
En 2017, en una entrevista para El País, diría: «Como niña en Cuba, el mundo no existe para ti, no tienes ni idea de lo que pasa fuera. Es muy difícil soñar, porque supuestamente estamos bien con lo que tenemos». Pero Ana de Armas soñaba, soñaba a lo grande, y muy pronto sus sueños chocaron con el techo de Cuba.
A Madrid llegó con 18 años recién cumplidos, una ciudadanía española heredada de sus abuelos, y unos 200 euros. A las pocas semanas asistió a su primer casting, al que la llamaron gracias a su actuación en Una rosa de Francia, y resultó elegida para interpretar a Carolina Leal en la serie El internado.
Ocho años después, Ana de Armas llegaba a Los Ángeles. Una vez más, a comenzar de cero. Aprendió inglés en tres años gracias a una preparación que le tomaba hasta seis horas al día; estaba dispuesta a no ser otra Sofía Vergara. La cubana quería ser tratada como una actriz, a secas, y no como una latina que actuaba. Una latina que no lucía como una latina, o al menos no como el estereotipo de latina que vende Hollywood.
En 2015, Ana de Arma aparecía en los cines junto a Keanu Reeves, en Knock Knock, y, en 2017, llevaba su carrera a otro nivel con su personaje Joi, en Blade Runner 2049. Desde entonces no ha habido año en que le haya faltado trabajo. Pero su papel más importante fue sin dudas el de Marilyn Monroe, en Blonde, de 2022, por el cual recibió su primera nominación a los Premios Oscar en la categoría de Mejor Actriz. Lástima que no ganó.
Cuando no actúa, la vemos en Instagram publicitando joyas y vestidos de Louis Vuitton, o perfumes y cremas de Estée Lauder. Nunca interactúa con sus más de 14 millones de seguidores y los comentarios a sus publicaciones se encuentran restringidos.
El último post de Ana de Armas donde sus seguidores pudieron comentar es del 1 de julio de 2021, diez días antes del estallido social que volcara a las calles a miles de cubanos para pedir libertad. En ese post, cinco fotografías en blanco y negro encima de un sofá en Los Ángeles, hay más de dos mil 800 comentarios. Muchos de ellos, por no decir que casi todos, eran de personas que compartían el hashtag #SOSCuba y que pedían a la actriz que denunciara lo que pasaba en su país.
#SOSCuba, más que un hashtag, era una campaña promovida por cubanos desde distintos lugares del mundo para denunciar la crisis humanitaria que se vivía en la isla; no solo por los efectos de la pandemia del coronavirus sino también por la ineficiencia del gobierno de Miguel Díaz-Canel. Diversos artistas, varios de ellos internacionales, se sumaron a esa campaña: Daddy Yankee, Becky G, Natti Natasha, René Pérez (Residente), Alejandro Sanz, J Balvin, Nicky Jam.
El 11 de julio, cuando comenzaron las protestas populares, el hashtag #SOSCuba apareció en más de millón y medio de publicaciones en Twitter, según AFP. Al día siguiente, la cifra subió a dos millones, y las protestas populares continuaron. Ese segundo día fue cuando la policía asesinó de un disparo al manifestante Diubis Laurencio, en el barrio La Güinera, en La Habana.
En menos de una semana, «la orden de combate» dada por Díaz-Canel ya había surtido efecto. A punta de pistola y a palo limpio, la tranquilidad había vuelto a las calles de Cuba; no así al interior de los hogares de familias con prisioneros políticos. Unas mil 600 personas resultaron detenidas entonces, de acuerdo con los registros de la organización Justicia 11J, y casi 700 continúan en privación de la libertad. Múltiples son los testimonios de manifestantes que fueron golpeados por oficiales en las prisiones, atacados con perros, forzados a gritar consignas comunistas.
Ana de Armas no volvió a publicar nada en Instagram hasta el 10 de septiembre de 2021, dos meses después del 11J. Fue un spot para Only Natural Diamonds. Luce hermosa, radiante, como siempre. El sitio parece una villa europea. En la primera escena, la actriz aparece con una trusa enteriza azul marino encima de un velero; es un día soleado, y se lanza al mar. Luego baila sensual, sonriente, con las manos en las caderas, juega con un galán dentro de una fuente, conduce una vespa y un automóvil. Al final, dice: «Moments are yours to make, because they will last forever. For moments like no others».
Ya en esa fecha Ana de Armas había terminado su relación con el actor Ben Affleck y comenzado a salir con Paul Boukadakis, vicepresidente de la app de citas Tinder. En ese mismo mes, además, saldría No Time to Die, la visegimoquinta película de James Bond, que recaudó unos 770 millones de dólares. En ella interpretó a Paloma, una femme fatale, colaboradora de la CIA en Cuba.
Este miércoles, la revista española Hola sacó una exclusiva mundial: «Descubrimos a Ana de Armas con su nueva ilusión, Manuel Anido, hijastro del presidente de Cuba». La noticia iba acompañada de una serie de fotos de la pareja en la noche de Madrid. En unas aparecían solos, caminando, con el perro de Ana de Armas. En otras, afuera de un restaurante de moda, en compañía de los abogados Rodolfo y Lourdes Dávalos, padre e hija, quienes han representado al régimen cubano en el juicio de Londres por impago de una deuda de más de 70 millones de euros.
La confirmación última del noviazgo, o del romance, vino con una foto de un beso en la boca durante el paseo con el perro, aunque en otras dos se ve a Ana de Armas tomada del brazo de Manuel Anido. Se ven felices, muy bien vestidos. Ella, con un abrigo largo blanco, unos botines de charol negros, un bolso Louis Vuitton. Él va de azul prusia y negro, o eso parece en las fotos. Se llevan seis años. Ana de Armas es mayor, pero no se nota la diferencia de edad.
Hay quienes dicen que, en su vida amorosa, ahora ha caído bajo. Muy bajo. ¿Cómo es posible que vaya de celebrities y millonarios como Ben Affleck y Paul Boukadakis a Manuel Anido? En las redes, entre la indignación y la burla, la gente le ha dicho cosas como: «Ana, mija, tantos años de inglés, tanto Hollywood, para ir a parar con Manuel Anido, el hijo de la machi, el hijastro del singao». Y cosas mucho peores.
Pero Manuel Anido no es solo el hijo de Lis Cuesta y el hijastro de Díaz-Canel. Manuel Anido se graduó en 2019 de Derecho en la Universidad de La Habana, y es un funcionario del régimen. En junio del año pasado, durante una visita oficial a El Vaticano, su padrastro lo presentó al Papa Francisco como «la oposición en la familia» y dijo que trabajaba con él. Unos meses después también lo vimos en otra visita oficial a Emiratos Árabes Unidos.
En los medios independientes se ha dicho que Manuel Anido, con 30 años acabados de cumplir, es asesor del presidente cubano, aunque su cargo no consta en ninguna página del gobierno o medio de prensa oficial. Lo que sí demuestran sus viajes es que es más, o quiere ser más, que el hijo o el hijastro de.
Boris González, periodista y opositor, lo explicó en su perfil de Facebook de la siguiente manera: «Ana de Armas tiene dinero, Manuel Anido poder». ¿Cuál es el alcance de ese poder? ¿En qué consiste? ¿Incluye también una fortuna? Son algunas de las preguntas que convendría hacerse. Hay que considerar que quizás no es que Ana de Armas haya caído bajo aquí. Quizás somos nosotros, la gente común, quienes no sabemos ni calculamos qué tan alto se encuentra o se proyecta Manuel Anido.
Cuesta creer que Ana de Armas, a sus 36 años, se expondría a este escándalo si la historia con Manuel Anido no fuera en serio. Cuesta creer que se trate apenas de un enamoramiento más. Los sentimientos son difíciles de controlar, a veces imposibles de controlar, pero entrar en una relación con otra persona es una decisión, y Ana de Armas supo encontrar fuertes razones para decidirse por Manuel Anido.
Quizás Ana de Armas piensa que Manuel Anido es un buen tipo y que su familia no es tan terrible como la pintan. Se sabe que los dictadores pueden ser buenos padres, hijos, esposos o suegros y amar a los perros. Hacer chistes, aunque sean malos, mostrar afecto y cocinar los domingos. O quizás no le importa que su suegro reprima al pueblo ni que su novio viva de la represión del pueblo.
Ahora mismo, es difícil imaginar lo que podría significar esta decisión en su carrera. No es cierto eso de que hasta la mala publicidad es siempre buena porque es publicidad. Ana de Armas actúa en películas en inglés, concede entrevistas en inglés, participa en shows televisivos en inglés, postea en Instagram en inglés, pero nunca ha dejado de ser cubana.
Ana de Armas tiene talento y belleza, y ha trabajado duro, muy duro, pero si es especial en Hollywood es, además, porque salió de Santa Cruz del Norte. Esta es una de las cosas que más les gusta a los americanos de ella, aunque no se le note ya casi en el acento. Se le nota en el humor, en las historias de sus años de estudiante cogiendo botella, en su risa apoteósica, en su desparpajo, sea natural o sobreactuado, da igual.
Su encanto es parte sustancial de su éxito y su encanto se lo dio Cuba. La Cuba donde es difícil soñar, de la que salió a los 18 años y con apenas 200 euros. No la Cuba a donde regresa de visita, donde compró una casa que disfruta amueblar, luego de haber triunfado en Hollywood, y de la que siempre se sigue yendo. Hollywood, y todo el encanto que la condujo a esa industria, que la volvió un producto de esa industria, porque nada aman más los gringos que las historias de superación que verifican el sueño americano, se lo debe a la otra Cuba.
Y es esa otra Cuba, mucho peor que la que dejó Ana de Armas para irse a Madrid, la que hoy le reclama, la que dice que se ha olvidado de su pueblo, que es una forma de decir que se ha olvidado de sí misma. Esa Cuba —digamos que buena parte de ella— toleraba su silencio, que nunca denunciara nada, que se limitara a publicar paisajes de su casa de siete millones de dólares en Vermont, y con cierta amargura hasta celebraba sus novios, sus películas, sus premios y sus outfits.
Pero Ana de Armas ha abandonado el silencio, ha renunciado al beneficio de la duda, y ha elegido un bando. Su corazón ha elegido un bando, y ha sido el del hijastro del dictador. El bando que dio la orden de combate contra un pueblo que pedía libertad, porque quería, y todavía quiere, que un día nadie tenga que partir de la isla con 18 años para poder soñar o cumplir un sueño.
Excelente análisis!!!!
Este artículo, algo reiterativo, no excluye lo que María Zambrano llamó «razones del corazón», sabe contextualizar una decisión repudiable.
Es horrible la intromisión en la vida privada de cualquier persona, sea celebrity o sea una persona común, no me simpatiza ni uno ni otro, pero han convertido esto en un CDR, están repitiendo lo mismo que hace la SE con los disidentes…