LA HABANA, Cuba. – Para la inmensa mayoría de las personas que viven en este planeta, disfrutar del servicio de luz eléctrica es un acontecimiento normal en sus vidas. Para nada se considera un elemento que señale un alto estándar de existencia, como sería poseer un buen automóvil, habitar en una vivienda confortable o poder vacacionar fuera de sus naciones.
Para el cubano promedio de hoy, en cambio, contar con el servicio de luz eléctrica en su hogar es prácticamente un lujo. En ese sentido se constata que los cubanos de la Isla, por obra y gracia del régimen castrista, han visto degradarse su nivel de vida como nunca en los últimos 100 años, momento en que a finales del siglo XIX se inaugurara de manera estable la corriente eléctrica en el país.
El cubano de a pie vive con la permanente zozobra de que en cualquier momento le interrumpan la corriente y sobrevenga el apagón, y de ese modo se vea forzado a alterar su rutina diaria, además de tener que renunciar a sus programas favoritos de radio y televisión. De llegar el apagón por las noches o madrugadas ―una situación que se presenta con mucha frecuencia en los últimos días―, entonces habrá que luchar contra los implacables mosquitos que harán difícil conciliar el sueño.
Después, cuando tras varias horas de espera en la oscuridad ―periodo que suele alargarse en las localidades del interior del país― vuelve la luz, hay que correr para hacer las cosas antes de que regrese el próximo apagón: recargar el teléfono móvil y cualquier lámpara que sirva para alumbrarnos en los momentos de oscuridad, usar la lavadora, y hasta cocinar en caso de que se dependa de una olla reina u otro equipo electrodoméstico para elaborar los alimentos.
Se añade a los inconvenientes producidos por el apagón la afectación del servicio de agua potable a los hogares. Muchas fuentes de bombeo del precioso líquido dependen de la electricidad para su trabajo. Tras lo cual los ciudadanos deberán contactar con un carro cisterna privado ―si esperan que el Estado les sitúe uno pueden morir de sed― para llenar las cisternas de sus casas o apartamentos. Carros pipas que regularmente cobran entre 3.000 y 5.000 pesos por prestar ese servicio.
Los funcionarios de la Empresa Eléctrica y del Ministerio de Energía y Minas ya casi no tienen cómo justificar la recurrente anomalía en el servicio eléctrico. Cuando no falta el combustible se produce un fallo en las destartaladas termoeléctricas, lo que genera un déficit en la generación instalada imposible de mitigarse.
Por otra parte, la población está cansada de los discursos oficialistas que anuncian una hipotética mejoría en el servicio eléctrico cada vez que algún miembro de la alta nomenclatura sale a negociar al exterior. ¿Qué se han hecho las prometidas ayudas venezolana, vietnamita, china o rusa con vistas a solucionar la crisis energética que padece Cuba? ¿Cuál fue el destino de las famosas patanas turcas con las que el presidente Erdogan quiso ayudar a su amigo Díaz-Canel?
El futuro se presenta sumamente sombrío para los cubanos en materia energética. Si esta debacle que afrontamos actualmente, cuando entramos en la etapa invernal y disminuye la demanda eléctrica, se repite en los meses de verano, momento en que las altas temperaturas provocan un aumento en la demanda de electricidad, vislumbramos un aumento del sufrimiento para la población.
Hasta la labor salvadora de los actores económicos no estatales ―salvadora porque estos son los que suplen el desabastecimiento estatal― pudiera verse afectada debido a que tendrán un plan de consumo eléctrico que, si es sobrepasado, conducirá al cierre de esos establecimientos.








