LA HABANA.- Este jueves 4 fue noticia destacada la divulgación de la carta que, desde la cárcel estadounidense donde cumple condena por múltiples delitos comprobados, escribió un altísimo excolaborador del régimen chavista: Hugo Carvajal Barrios —“El Pollo”—, mayor general y antiguo jefe de la Inteligencia Militar de Venezuela.
Estando completamente en manos de las autoridades norteamericanas, resulta lógico que Carvajal busque volverse útil a sus captores, movido por el natural deseo de obtener benevolencia. Para ello dispone de abundante información privilegiada, adquirida gracias al altísimo cargo que ocupó dentro del chavismo. Solo una condición es indispensable para que su estrategia funcione: la estricta veracidad de sus afirmaciones. Las falsedades de delincuentes dispuestos a mentir para cubrirse son bien conocidas, y a estas alturas le perjudicarían más de lo que podrían beneficiarlo.
Desde la óptica de Caracas, los efectos han sido demoledores. El diario El Nacional apuntó: “No hay transición política posible —ni siquiera en los regímenes más corrosivos— sin que antes aparezca un personaje dispuesto a dinamitar el pacto del silencio”.
Y añade: “En la Venezuela de Nicolás Maduro, ese personaje es Hugo ‘El Pollo’ Carvajal. Su carta dirigida al presidente 47 de Estados Unidos no es una súplica judicial ni un gesto moral. Es un movimiento estratégico que desplaza el tablero completo de la relación Washington-Caracas”.
Concluye: “Aporta lo que la política exterior considera oro puro: prueba interna, verificable y de alto valor narrativo, capaz de justificar escaladas diplomáticas, penales y potencialmente militares”.
En el caso de Cuba, las implicaciones son menos directas, pero no menos importantes. Tanto así que, pocas horas después de divulgarse la misiva (“menos de 12 horas después”, según Diario de Cuba), el régimen organizó apresuradamente una inusual conferencia de prensa, encabezada nada menos que por un ministro —aunque de segunda o tercera línea—: el titular de Justicia, Oscar Silvera, quien además preside la Comisión Nacional de Drogas. Compareció acompañado por altos oficiales del Ministerio del Interior.
Según el semanario Granma, “Cuba refuerza sus mecanismos de prevención y enfrentamiento al uso y tráfico ilícito de drogas, manteniendo una política de tolerancia cero y el compromiso de impedir que el país sea empleado como depósito, tránsito o destino de estupefacientes”.
No faltó, por supuesto, el ramalazo contra Estados Unidos. Silvera señaló que “el bloqueo impuesto por Estados Unidos restringe el acceso a tecnologías y recursos financieros necesarios para fortalecer la detección”. Y uno de los coroneles del MININT mencionó los llamados “precursores químicos”, señalando que provendrían “mayoritariamente de Estados Unidos”.
Sin embargo, el tono general fue sorprendentemente conciliador. Como recoge este mismo diario digital, el jefe de las Tropas Guardafronteras afirmó que la Isla mantiene “intercambios de información operativa con otros países, incluido Estados Unidos”, e insistió en que Cuba comparte datos sobre rutas, embarcaciones y operaciones sospechosas.
No es la primera vez que Cuba se ve envuelta en este turbio escenario. En 1989, la célebre “Causa No. 1” terminó con el fusilamiento de dos altos oficiales del MININT involucrados en el tráfico de cocaína y marihuana. Todo indica que actuaban siguiendo instrucciones, no a espaldas de la jefatura del país, como se pretendió en el juicio. Gracias a una alerta desde el entorno de Manuel Antonio Noriega, Fidel Castro pudo evitar consecuencias aún peores.
También fue fusilado el general Arnaldo Ochoa. Aunque los documentos del juicio no prueban que traficara droga, sí estableció contactos con Pablo Escobar, aparentemente para conseguir pruebas incriminatorias contra Fidel Castro. Pero este es un terreno que excede el ámbito de este artículo.
Volviendo a lo que deriva directamente de la carta de Carvajal, cualquier observador imparcial notará en La Habana una omisión llamativa: el silencio sobre los vínculos estrechísimos entre los regímenes de Venezuela y Cuba.
Esos nexos son tan sólidos que incluso se han mencionado en los rumores sobre una posible huida de Maduro, al sugerirse que agentes cubanos podrían recibir órdenes de eliminarlo si intenta escapar sin permiso de La Habana.
Los vínculos especiales son innegables. Los jerarcas cubanos se han beneficiado ampliamente de ellos —baste recordar el petróleo venezolano en condiciones privilegiadas—. Pero, como dice el refrán, “quien quiera estar para las verdes, tiene que estar también para las maduras”.
Que ahora los castristas intenten tomar distancia de sus socios venezolanos, hablando en tercera persona y actuando como si nada tuvieran que ver, resulta casi ridículo.
En medio de las políticas impulsadas por la administración Trump contra el “Cártel de los Soles”, liderado por Maduro, el interés primordial del régimen cubano es desligarse todo lo posible de Caracas y de las declaraciones del Pollo. Que logren ese propósito —y sobre todo, que las autoridades estadounidenses acepten este repentino desmarque— es, por supuesto, otra cosa muy distinta.







