diciembre 9, 2025

«No es únicamente el virus lo que está generando muertes; es el terreno donde ese virus cae»

Este fin de semana, funcionarios de Salud Pública confirmaron 11 nuevos fallecidos por dengue y chikunguña en Cuba.
Las autoridades no han logrado contener la expansión del dengue ni del chikunguña por todo el país
Las autoridades no han logrado contener la expansión del dengue ni del chikunguña por todo el país (Foto: Dirección Provincial de Salud Pública en Guantánamo - X)

MIAMI, Estados Unidos. – El médico cubano Lázaro E. Libre, residente en Valencia, España, advirtió en su perfil de Facebook que la gravedad de la epidemia de arbovirosis en Cuba no se debe solo a los virus que circulan, sino al colapso del sistema de salud y el deterioro de las condiciones de vida en la Isla. 

En dos textos publicados en Facebook, el especialista sostiene que el chikunguña es, por definición, una enfermedad de baja letalidad y que las muertes que se reportan deben leerse como el resultado de una “clínica social” y de un escenario “sindémico”, más que como el efecto aislado del patógeno.

Las autoridades cubanas han reconocido recientemente un aumento de fallecimientos asociados a la actual epidemia de enfermedades transmitidas por mosquitos. A inicios de diciembre, la viceministra de Salud Pública, Carilda Peña, informó en la televisión estatal de 33 muertes por dengue y chikunguña.

Este fin de semana, funcionarios de Salud Pública elevaron el balance a 44 fallecidos, incluidos varios menores de edad.

En ese contexto, Lázaro E. Libre intentó distanciarse de cualquier lectura alarmista: “Antes que todo, una aclaración necesaria: esto no es alarmismo ni sensacionalismo. Es información científica explicada de forma simple, para quien sabe medicina y para quien no. Porque entender lo que ocurre hoy nos ayuda a prevenir lo que pueda ocurrir mañana”.

El médico recordó que el chikunguña es “un virus de ARN, lo que significa que tiene capacidad de mutar y adaptarse” y citó mutaciones específicas que aumentaron su eficiencia de transmisión a través de ciertos mosquitos y “facilitaron un brote enorme en La Reunión (territorio francés en el océano Índico, cerca de Madagascar)”. 

En efecto, estudios sobre el brote de La Reunión documentan que la mutación E1-A226V mejoró la capacidad del virus para infectar Aedes albopictus.

Libre subraya que el problema en Cuba no es aislado: “Hoy coexisten dengue, chikunguña, zika y otras enfermedades víricas febriles, con un incremento constante de casos. Esto significa personas infectándose varias veces en poco tiempo o, incluso, coinfectadas”. 

En su análisis, el médico también aludió a la posibilidad de respuestas inflamatorias desproporcionadas: “Cuando el organismo enfrenta múltiples agresiones virales seguidas, la respuesta inflamatoria puede intensificarse hasta niveles que algunos autores identifican como una posible ‘tormenta inmunológica’. No es un destino inevitable, pero sí una posibilidad clínica real que debe considerarse”. 

La literatura científica coincide en que formas graves de dengue y de coinfección dengue–chikunguña pueden asociarse a fenómenos de hiperinflamación y “tormenta de citocinas”, con compromiso multiorgánico. Estudios recientes también han explorado cómo infecciones sucesivas por zika y dengue modifican la respuesta inmune y pueden favorecer cuadros más severos.

Libre añadió una advertencia sobre la capacidad de cambio del virus: “Si a eso sumamos que los virus ARN pueden mutar, como ocurrió con [el] COVID, confiar solo en la inmunidad natural no es una estrategia suficiente. La inmunidad protege, sí, pero si el virus cambia, puede quedarse corta. De ahí que el control vectorial, la vigilancia epidemiológica y la anticipación sean esenciales. La prevención es ahora”. 

El médico pidió además una respuesta estratégica dentro de Cuba: “No podemos observar esto con mirada corta. Espero, e insto, a que las autoridades sanitarias y epidemiológicas de Cuba consideren este escenario posible y piensen con visión larga. Anticipar siempre será mejor que reaccionar tarde”. 

Tres días después, es decir, este lunes, Lázaro E. Libre profundizó en el vínculo entre la epidemia de chikunguña y la crisis estructural que atraviesa el país. “Se reportan muertes asociadas a chikunguña, pero quienes conocemos su fisiopatología entendemos que no es, por definición, una enfermedad de alta mortalidad, salvo en grupos vulnerables bien delimitados: ancianos, lactantes y pacientes con comorbilidades crónicas. La literatura sitúa su letalidad global alrededor de 0,01%–0,1%”, explicó.

Desde esa base, planteó una pregunta central: “¿Qué está pasando en Cuba para que estemos observando casos graves y fallecimientos?”. Y respondió con dos planos de análisis. El primero, virológico: “No estamos frente a un evento aislado. Coexisten varios virus circulando simultáneamente: chikungunya, dengue, influenza, COVID… y la coinfección o reinfección puede agudizar la respuesta inflamatoria, favorecer la descompensación orgánica y acelerar la progresión clínica, especialmente si el manejo no es precoz, o si el paciente llega tarde o debilitado al sistema”.

El segundo plano es estructural. “Desde la perspectiva sanitaria, la realidad que vive el país, y que todos conocemos, condiciona el pronóstico del paciente tanto como el virus mismo”, escribió. Luego aludió a “servicios saturados, déficit de medicamentos y soluciones intravenosas, escasez de reactivos para diagnóstico diferencial, carencias en la atención primaria, y una situación socioeconómica que afecta directamente la salud pública”. 

Para Libre, ese deterioro se traduce en un paciente más frágil de entrada: “Cuando la dieta es limitada, el estrés cotidiano es alto, el acceso a productos básicos es inestable y las condiciones higiénicas no acompañan, el paciente llega biológicamente más vulnerable, con menor capacidad de sostener una respuesta inmune efectiva. No es solo clínica viral; es clínica social”.

A partir de ahí propuso leer lo que ocurre en la Isla como una “sindemia”, un concepto que integra varios factores simultáneos: “Lo que estamos viendo tiene más sentido si lo entendemos como una sindemia: virus + carencias en el sistema sanitario + deterioro socioeconómico + reserva fisiológica disminuida + respuesta tardía o limitada”. 

“En un organismo comprometido, mal nutrido, con estrés oxidativo elevado, con comorbilidades no controladas o sin acceso adecuado a tratamiento, un virus de baja letalidad puede volverse letal. Mi reflexión como médico es esta: No es únicamente el virus lo que está generando muertes; es el terreno donde ese virus cae. Un sistema de salud sin insumos, un paciente sin reservas, y una coinfección simultánea pueden convertir un cuadro teóricamente manejable en uno fatal. El patógeno importa, sí… pero el contexto pesa igual o más”, concluyó de manera tajante.

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