noviembre 25, 2025

Qué es lo que «sí se puede» en Cuba (y lo que no)

¿Qué es lo que sí se puede para la mayoría de los ciudadanos que no están en los pabellones de Expocuba?
A la izquierda, Miguel Díaz-Canel inaugura FIHAV 2025 / A la derecha, cubanos caminan frente a un edificio en ruinas en La Habana
A la izquierda, Miguel Díaz-Canel inaugura FIHAV 2025 / A la derecha, cubanos caminan frente a un edificio en ruinas en La Habana (Fotos: ACN / CubaNet)

MIAMI, Estados Unidos. – La XLI Feria Internacional de La Habana (FIHAV 2025), que abrió este lunes en Expocuba, está siendo presentada por el Gobierno cubano como prueba de que “sí se puede” seguir adelante tras el huracán Melissa y en plena crisis económica. 

Según la Agencia Cubana de Noticias (ACN), el viceprimer ministro y titular del Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX), Oscar Pérez-Oliva Fraga, definió la feria como “una declaración de voluntad de que sí se puede, tras el devastador paso del huracán Melissa”, en un acto encabezado por Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero Cruz.

El mensaje de Pérez-Oliva se inscribe en el discurso oficial de “resistencia creativa”. Pese a los daños en las provincias orientales, la ACN resume su argumento así: la cita comercial “resultaba necesaria” y “frente a la criminal guerra económica que impone el gobierno estadounidense la respuesta ha sido no paralizarnos”, insistió el viceprimer ministro. El funcionario afirmó además que la feria se organiza “en beneficio del pueblo, que se ha ganado y merece más prosperidad, más bienestar y más oportunidades”, y que cada paso en materia de inversión y exportaciones debe ser “un escalón hacia un futuro mejor”.

En el escenario actual de crisis, FIHAV aparece como escaparate. Según la ACN, la edición 2025 reúne a 715 compañías de 52 países, entre ellas 268 empresas cubanas de distintos sectores y formas de gestión. Las autoridades destacaron la presencia de delegaciones oficiales de Venezuela, Rusia, México, Irán, Angola, Sudáfrica, Arabia Saudita, República del Congo, Panamá, Zimbabue y República Checa, así como de organizaciones de integración regional como el ALBA-TCP, la Asociación Latinoamericana de Integración y la Unión Económica Euroasiática. La ACN subraya también la asistencia de “numerosos empresarios cubanos residentes en el exterior, comprometidos a contribuir al desarrollo económico y social de su país”.

Pérez-Oliva presentó la feria como “expresión de un país que resiste, que crea y se empeña en avanzar”, y sostuvo que “FIHAV es más que un punto de encuentro comercial, es un espacio donde se comparten visiones, se generan alianzas y se identifican oportunidades”. La edición de 2025 está dedicada, además, al centenario de Fidel Castro y al aniversario 65 del propio MINCEX, lo que refuerza el componente político-simbólico del evento. 

FIHAV 2025 es, en efecto, una demostración de que el Estado cubano todavía “puede” organizar grandes eventos, atraer a socios políticos tradicionales y proyectar al exterior una imagen de dinamismo. La pregunta de fondo, sin embargo, es otra: ¿qué es lo que sí se puede para la mayoría de los ciudadanos que no están en los pabellones de Expocuba? ¿Pueden dejar de hacer colas para conseguir efectivo, electricidad, alimentos o medicinas? ¿Pueden planificar un negocio sin miedo a un cambio repentino de reglas? ¿Pueden vivir sin depender de una remesa o de una salida del país?

Lo que no se puede

La inauguración de FIHAV 2025 ocurre en un país al que organismos internacionales y analistas describen en la peor situación económica desde 1959 o incluso desde la independencia. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estimó una caída del producto interno bruto (PIB) cubano de alrededor de 1% en 2024 y prevé otro descenso, aunque ligero, en 2025, tras varios años de estancamiento y retrocesos.

Según ese mismo análisis, la economía arrastra una década de bajo crecimiento, inflación alta, caída de las inversiones, problemas crónicos de generación eléctrica y un deterioro notable de las condiciones de vida.

A esto se suma que, desde 2019 ―y de acuerdo con cifras oficiales―, la economía se ha reducido alrededor de 11%.

En paralelo, el peso cubano se deprecia de forma acelerada en el mercado informal: la moneda llegó este mes a un mínimo histórico de 450 pesos por dólar, en un contexto de dolarización parcial que alimenta la desigualdad.

La evidencia diaria demuestra que el Estado cubano no consigue garantizar algo tan básico como una alimentación suficiente ni un servicio eléctrico mínimamente estable para la mayoría de la población. La propia prensa internacional, apoyada en cifras oficiales, describe una crisis que combina escasez de alimentos, inflación persistente, apagones prolongados y un deterioro general de los servicios esenciales.

La libreta de racionamiento, que durante décadas funcionó como red mínima de seguridad, ya no cubre las necesidades del mes, y el propio Gobierno ha intentado reducir el número de personas que reciben alimentos subsidiados, de unos cuatro millones de libretas, según datos oficiales citados por AP.

A estas carencias se suma la crisis eléctrica. En un solo año se han registrado cinco apagones nacionales. Incluso fuera de esos colapsos totales, los cortes prolongados forman parte de la rutina. En agosto de 2024 se reportaban apagones de hasta 14 horas diarias en amplias zonas del país, que dejaban a millones de residentes “desprotegidos” frente al calor y comprometían la conservación de los alimentos refrigerados. Ahora ya alcanzan las 20 horas diarias o incluso las superan.

La precariedad alcanza también al sistema financiero cotidiano: ahora mismo hay largas colas frente a bancos y cajeros en La Habana y otras ciudades, donde los ciudadanos esperan desde temprano para intentar retirar efectivo, en un contexto de escasez de billetes y de un sistema monetario fragmentado, con varios tipos de cambio y tiendas clave que operan en divisas.

La dificultad para acceder al dinero en efectivo necesario para comprar comida u otros productos básicos se suma, así, a la inflación y al desabastecimiento, y refuerza la sensación de que la vida diaria se ha vuelto una carrera de obstáculos.

La caída de la actividad económica se percibe también en el transporte interno. En 2024, el tráfico de carga dentro del país se desplomó 19%, dato que el propio sistema estadístico estatal ofrece como indicador indirecto del estado de la economía. Menos carga moviéndose significa menos producción, menos mercancías circulando y menos capacidad del Estado para abastecer mercados y servicios.

En cuanto al sector privado, el Gobierno lo exhibe en la feria como parte del entramado económico nacional, pero mantiene un control estrecho. Según un boletín del Caribbean Council basado en datos oficiales, hacia mediados de 2024 más de 11.000 micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) privadas estaban registradas en Cuba y el sector no estatal ya generaba alrededor del 30% del empleo y el 55% de las ventas minoristas en valor, además de aportar cerca del 23% de los ingresos tributarios. Sin embargo, el mismo análisis advierte que las autoridades habían ralentizado la aprobación de nuevas mipymes y reforzaban la supervisión y la capacidad de los gobiernos locales para decidir qué negocios se autorizan.

En definitiva, el “sí se puede” gubernamental tiene límites muy claros: se puede montar una feria internacional con cientos de empresas y delegaciones extranjeras, dedicarla al centenario de Fidel Castro y proclamar que la economía es “el centro de las prioridades”. Incluso los medios oficiales también pueden hablar de un país que “resiste” y de “expresiones de valentía y resistencia”. Pero, más allá del “sí se puede” oficial, hay una larga lista de necesidades que el régimen no puede ―porque no las prioriza tal como sí hace con la construcción de hoteles o porque, en definitiva, no quiere― satisfacer.

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