diciembre 6, 2025

Mogherini, Europa, Cuba y el fraude: ¿cuál es el denominador común?

El régimen cubano, a través de centenares de proyectos y emprendimientos "individuales", se ha beneficiado y fortalecido con cientos de millones de euros provenientes del dinero público europeo.
Bruno Rodríguez Parrilla y Federia Mogherini
Bruno Rodríguez Parrilla y Federia Mogherini (Foto: Bruno Rodríguez - X)

LA HABANA, Cuba. – En el año 2000, un importante empresario portugués fue acusado de falsificación de documentos, fraude y desvío de dinero del Fondo Social Europeo. En aquella ocasión, de acuerdo con lo aparecido en la prensa, la Unión Europea exigió una indemnización con carácter retroactivo, con base en la utilización fraudulenta de dinero para la “formación profesional”. Según la investigación realizada, el dinero jamás llegó a manos de los jóvenes porque las becas creadas por el empresario eran ficticias.

Se trató en aquel momento de una de tantas maniobras de fraude del astuto Américo Amorim, el mismo al que en la década de los 70 una ley agraria le quitó los campos de alcornoque en Portugal —que lo habían convertido en líder mundial del mercado del corcho— pero que, unos días antes de hacerse efectiva la expropiación, incendió las tierras para reclamar el pago del seguro. ¿Y quién dice que no lo cobró?

Sería un dinero extra que, comparado con su enorme fortuna, le rendiría quizás para un par de meses de gastos, pero a fin de cuentas una suma simbólica que le serviría en cuestiones de orgullo personal, más cuando sus negociaciones secretas con los comunistas del bloque europeo estaban dando buenos frutos, en especial en la línea de contrabando de maderas e hidrocarburos soviéticos que introduciría en Europa durante años de manera ilegal.

Un próspero negocio que terminó extendiéndose de Moscú al Caribe cuando su amigo Fidel Castro le abrió las puertas para que instalara una oficina medio clandestina en Miramar que le sirvió para, de ahí, expandirse a África, en específico a Angola, donde los aserraderos creados por el Grupo Amorim y la familia Dos Santos no hubiesen funcionado tan eficientemente sin la “colaboración” de los especialistas forestales  cubanos, enviados en “misión internacionalista” como mano de obra barata.

Pero el tiempo pasó, la “amistad” se consolidó, y así entre aventuras y travesuras, en mayo de 2017, la secretaria de Turismo de Portugal, Ada Mendes Godinho, viajó a Cuba para, entre otros asuntos, firmar un “convenio de colaboración” con el representante de Américo Amorim en la Isla, lo que consistió en varios acuerdos para el otorgamiento de becas a jóvenes cubanos en la Unión Europea con el objetivo de la preparación del personal de turismo vinculado a las empresas del Grupo Amorim. 

En mayor medida con la cadena Accor, que había llegado a Cuba en los años 90 de la mano, no de los franceses, sino del propio Américo, que había creado antes con tal objetivo la empresa Suncaribe Gestão e Investimentos Hoteleros S.A., así como había ayudado al grupo Meliá a usarla como pantalla en sus contrataciones con la estatal ACOREC (con la que se repartía el 97 por ciento del monto de salarios), y de ese modo evadir cualquier demanda sobre explotación laboral en España y otros países europeos.

En la casona de Miramar donde operaba el Grupo Amorim, igualmente se fraguaron otros negocios y alianzas. Así, luego de la visita de Raúl Castro a Portugal en 2005, nació, no casualmente, la idea del viejo Amorim de lanzar, junto con Isabel dos Santos, la llamada “princesa africana”, el tristemente célebre Banco Internacional de Crédito de Angola envuelto en más de un escándalo de fraude y estafas.    

Teniendo en cuenta esos detalles —que no son los únicos en una historia más extensa— pero sobre todo el antecedente de lo sucedido en el año 2000 con el fraude al Fondo Social Europeo, no es difícil adivinar lo que pasó con el acuerdo de becas de 2017 firmado en La Habana —que involucraba unos cuantos millones de euros de los que jamás se ha tenido noticias—, más cuando el representante del Grupo Amorim en la Isla era y continúa siendo el italiano Paolo Titolo, yerno de Raúl Castro y padre de la joven empresaria Lisa Titolo, cuya empresa, no por casualidad identificada desde su creación como Proyecto de Desarrollo Local, ha sido beneficiaria de ayudas financieras importantes provenientes de diversos programas internacionales, en especial de la Unión Europea y Naciones Unidas, gestionados por el régimen cubano a través de su Plataforma Articulada para el Desarrollo Integral Territorial (PADIT).

Bajo esos truenos es casi imposible no pensar en el escándalo por fraude que estalló hace unos días teniendo como epicentro a Federica Mogherini, la ex alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, a la que Bruno Rodríguez Parrilla llamaba su “querida amiga”, lo que ahora en medio de tanto ruido sobre fraudes, becas y 2,5 millones de euros amañados, nos conduce a pensar en las verdaderas bases de esa “amistad”, quizás muy similares a las que sentaron los difuntos Américo y Fidel Castro. 

Tan firmes que hasta Miguel Díaz-Canel, aprovechando una escala en Lisboa en julio de 2023, con el objetivo de asistir a la Cumbre Unión Europea-CELAC en Bruselas, pasó primero a rendir honores a la señora Luisa Amorim, hija y heredera de Américo. 

Federica Mogherini, también vicepresidenta de la Comisión Europea entre 2014 y 2019, jugó un papel definitorio en los resultados de las negociaciones con el régimen cubano, que ahora pudiéramos sospechar por qué razones “de pesos” desembocaron en ese turbio Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación, firmado en diciembre de 2016, que destrozaba, a favor de la dictadura, aquella Posición Común que condicionó el comercio y firma de acuerdos bilaterales a progresos visibles en materia de derechos humanos.

Así, gracias a la “querida amiga” de algunos más íntimos que el canciller cubano, la dictadura, a través de centenares de proyectos y emprendimientos “individuales”, programas de ayuda al desarrollo, becas y demás artimañas vinculadas a sus instituciones pero, sobre todo, a una “sociedad civil” artificial —que se han inventado como otra estrategia más de lo que pudiéramos llamar “acopio y monopolización de divisas”— se ha beneficiado y fortalecido con cientos de millones de euros provenientes del dinero público europeo, en detrimento de la democratización y los derechos humanos. 

La investigación en curso, al parecer, no pretende escarbar más allá de lo ocurrido con el Colegio de Europa y el modo en que su rectora obtuvo la licitación, lo que ya de por sí es muy escandaloso, pero sería prudente que no se detuviera ahí, que escudriñara un poco más en profundidad, más atrás en el tiempo. Algunos estamos casi convencidos de que en el fondo de ese pantano europeo puede haber más de un atajo sumergido que aún conecta a Bruselas con La Habana.

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