diciembre 19, 2025

«Me tiré 17 veces en balsa»: dentista cubana que levantó su clínica en Florida

Esta es la historia de Vilma, una dentista cubana que llegó como balsera a Florida y hoy tiene su propia consulta.
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Vilma. (Foto: CubaNet)

MIAMI.- Unas 17 veces intentó salir de Cuba en balsa junto a su niño. Vilma Quintana había estudiado en la prestigiosa vocacional de Santa Clara, obtuvo la carrera de Estomatología, luego se especializó en Bioquímica y daba clases en la universidad.

Pero el título, la preparación y los años de estudio no se tradujeron en una vida digna. Sin posibilidades económicas, sin perspectivas de progreso y con un hijo pequeño, hizo cuanto pudo por sacarlo de allí y regalarle la oportunidad de tener una vida. Esta es la historia de Vilma, una dentista cubana que llegó como balsera a Florida y hoy tiene su propia consulta.

¿Cuántos intentos hizo para salir del país?
Intentamos salir muchas veces: finalmente fueron 17 intentos. Varias veces llegábamos al lugar donde debíamos reunirnos para tomar el barco y nunca llegaba. Otras veces llegaba pero éramos más personas de las que cabían. Una vez salimos y el barco se rompió; tuvimos que regresar y esa vez nos detuvieron. No pude regresar al trabajo porque me iban a hacer un acto de repudio. Una alumna me llamó y me dijo: “Profesora, no venga porque le van a hacer un acto de repudio”. Desde entonces no trabajé más. Me fui con mis padres y todos los días salía en bicicleta buscando cómo salir de Cuba.

¿Temía ser detenida nuevamente?
Sí. Todo era escondido porque si no te llevaban preso. ¿Cómo nos vamos?, ¿en qué nos vamos?, ¿cómo lo hacemos? Legalmente no podía salir: nadie me iba a reclamar y si eras profesional te castigaban cinco años sin trabajar en tu profesión para poder emigrar.

¿La llamaron del trabajo para darle la baja?
Nunca me llamaron para nada, nunca cobré ese mes ni las vacaciones. Cuando nos detuvieron fue en mayo. No pasó mucho tiempo porque en agosto vinimos para acá. Fueron unos meses intensos en la búsqueda. Vivíamos en un pueblo cerca de la costa, por donde salían muchas personas. Eso facilitaba los intentos.

¿Cómo fue el último intento?
En el intento número 17 salimos. El barco se rompió y estuvimos dos días en un cayo, pero finalmente salimos al mar y un barco de la Guardia Costera de Estados Unidos nos recogió. Cinco días después nos desembarcó en la base naval de Guantánamo en agosto del 94.

¿Cuáles fueron las razones decisivas para emigrar?
Había pasado la vida estudiando y para ir a casa de mi familia tenía que viajar en tren, en ómnibus o pedir botella en la carretera. Ya tenía un hijo y no veía futuro para él. Aunque había estudiado y tenía trabajo, el salario era insuficiente. Vivíamos gracias a que mi papá conseguía comida del campo. No tenía transporte; en Santa Clara me movía en bicicleta. Pensé que la oportunidad era ir a Estados Unidos, empezar de cero y darle un futuro a mi hijo, aunque yo nunca fuera dentista ni profesora aquí. Estaba dispuesta a limpiar casas si era necesario.

¿Cómo fue la travesía?
Salimos, el barco se rompió, se acabó el agua y la comida. Llegó otro barco que nos trajo agua y comida. Nos volvimos a montar y salimos. Doce horas después la Marina estadounidense nos recogió y nos tuvo cinco días en la plataforma donde aterrizan los helicópteros, mientras recogían a otros balseros. Llegamos a ser 700 personas. El capitán nos habló la noche anterior y dijo que el presidente Clinton ordenó que los balseros no entrarían a Estados Unidos, sino a Guantánamo. Allí nos desembarcaron.

¿Cuánto tiempo estuvo en la base?
Desde el 29 de agosto de 1994 hasta el 24 de marzo de 1995, cuando llegamos a la base militar de Homestead. Ahí entramos a Estados Unidos.

¿Qué expectativas tenía al llegar?
Mi hermano llevaba acá un año. No conocía mucho sobre la vida del inmigrante, pero sabía que había que trabajar, aprender inglés y empezar de cero, olvidarse de la carrera y trabajar para pagar techo, comida y transporte. Después pensar en acercarse a la profesión, cosa que nunca pensé que lograría. De verdad, venía pensando en el futuro de mi hijo, no en mí.

¿Cuáles fueron sus primeros trabajos?
Busqué trabajo para pagar mis cuentas. Trabajé en una cafetería y en una factoría. Era difícil ser madre soltera y depender solo de mi salario. Recuerdo que en la pizzería trabajaba a veces de 7 a 3, otras de 3 a 11 de la noche. Vivíamos de la propina; el salario era $10 al día y la propina lo que te ganaras. No tenía carro, iba caminando o en autobús. También debía pagar el transporte escolar de mi hijo.

¿Cuándo retomó su profesión?
Unos meses después conseguí trabajo como asistente dental. Estuve cinco años y después decidí estudiar para ser higienista dental. Trabajé siete años como higienista mientras mi hijo crecía. Cuando ya estaba en el college me dijo: “Mamá, ¿tú no quieres ser dentista?”. Yo pensé que era imposible. Él me dijo que podía entrar a una universidad y revalidar el título. Él me apoyó y me guió en cómo aplicar.

Entré a la universidad Nova aquí en Miami. Estuve tres años y me gradué como dentista en Estados Unidos.

Vilma. (Foto: CubaNet)

¿Qué desafíos enfrentó tras graduarse?
Fue difícil: sin dinero y con una deuda estudiantil grande. A diferencia de mi hijo, a los profesionales extranjeros no les dan becas; debes pagar la carrera. Empecé a buscar trabajo y conseguí dos días en una oficina dental. En ese tiempo el Colonia Medical Center, cuyo dueño es Jorge Acevedo, de mi pueblo, estaba abriendo clínicas y me llamó para trabajar en la primera clínica dental, primero en Westchester, luego en Hialeah y después Pembroke Pines. Tres años después ya estaba estableciendo mi oficina, que no tenía pacientes. Poco a poco los fui creando. Era el momento de dedicarle más tiempo y dejé la Colonia. Agradezco al Dr. Acevedo por la oportunidad.

¿Cuándo abrió su propia consulta?
Esta oficina la abrimos en 2011. Es pequeña, de dentista general. Yo no soy especialista. Viene un doctor a hacer implantes y cirugías mayores, también vienen especialistas. Yo refiero algunos casos complicados. Hacemos dentistería general: atendemos pacientes locales, de seguros y de bajos recursos como Medicaid y pacientes de Medicare mayores de 65 años. No quiere decir que no hagamos carillas o diseño de sonrisa, pero no es el enfoque.

¿Qué planes tiene para el futuro?
No creo que estaré trabajando hasta los 80 años. Los años de trabajo y los 17 intentos por salir de Cuba fueron con una mochila pesada y un galón de agua por el monte y los manglares. Tengo discos cervicales y lumbares afectados y los manguitos rotadores. Creo que ya cumplí mi misión: criar a mi hijo, ayudarlo a estudiar y tener una profesión. Mis padres están vivos con 88 y 94 años. Los ayudo en lo que puedo. Nunca soñé con Rolex ni Lamborghini; quiero tranquilidad, un lugar donde vivir, viajar un poco y una vida sencilla. No sé si en tres o cinco años, pero ya esto se acaba. No me veo sentada en mi casa porque soy muy activa.

¿Cree que en Cuba hubiera logrado esto?
No. Era profesora en la universidad que no practicaba en sillón. Estaría dándole clases a los estudiantes, montada en la misma bicicleta, viviendo con mis padres. Quizás inventando un cuartito en mi casa para atender pacientes y sobrevivir con dos dólares, como hacen ahora muchos dentistas.

¿Ha regresado a Cuba?
Llevo 30 años aquí. He renovado el pasaporte cubano todos estos años; ahora está activo por ocho años más. Nunca he ido a Cuba. Tengo primos y amistades; los ayudo y les mando cosas, pero no he regresado.

¿Qué extraña?
Extraño muchísimas cosas de Cuba. Veo páginas de Sagua la Grande y Santa Clara. Extraño los lugares y amistades. Mantengo relación con mis compañeros de estudios. Este mes, el día 21, nos reuniremos los que estudiamos en la vocacional de Santa Clara. Trato de seguir con la gente con la que crecí.

Aun así, tengo tanto agradecimiento y felicidad de haber tomado la decisión de venir a este país que si lo tengo que volver a hacer, volvería a hacerlo, con tal de darle un futuro a mi hijo. Y fue también mi futuro, porque tengo una mejor vida aquí y he podido ayudar a mis padres, corresponderles por lo que hicieron por nosotros.

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Claudia Padrón

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