HOLGUÍN, Cuba. – “Es un lujo comer puerco asado este fin de año. Con lo que gana un trabajador normal, eso es imposible. La libra de carne de puerco está a 850 pesos y la de puerco asado a 1.500. Pero, aunque comas sin carne, sigue siendo caro. Entre los frijoles, el ajo y la cebolla, se te van 2.000 pesos. Es mejor acostarse temprano el 31 de diciembre y no pensar en nada”.
Con esas palabras, el holguinero Ricardo Cárdenas resume la angustia de millones de cubanos antes de la Navidad y el fin de año. “¿Celebrar qué? ¿La falta de comida? ¿Las enfermedades? ¿Los apagones? Preferimos dormir para no ver la mesa vacía”, coincide Humberto Peña.
Caminar Holguín no es recorrer una ciudad en vísperas de celebración, sino ser testigo de un escenario de supervivencia donde sacar cuentas es un suplicio. Para entender la magnitud del problema, no basta con leer los precios de los productos, es importante escuchar a quienes sufren la crisis.

Según un análisis del doctor en Ciencias Económicas y profesor titular de la Universidad de Guantánamo, Javier Pérez Capdevila, publicado en su perfil de Facebook, el costo de vida en Cuba supera los 50.000 pesos mensuales. Solo la canasta básica de alimentos asciende a más de 37.000 pesos. A esa cifra se suman los costos de medicamentos (2.150 pesos), aseo personal y limpieza del hogar (6.750), servicios básicos (1.007) y transporte (1.300).
De acuerdo con la organización independiente Food Monitor Program, el costo aproximado de una canasta básica alimentaria para dos adultos cubanos es de 41.735 pesos en La Habana y 39.595 pesos en Cienfuegos”. En Holguín, la historia no es diferente. Esas cifras son inalcanzables para la mayoría de los cubanos. Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), “el salario medio mensual en el país ascendió a 6.649 pesos durante el primer semestre de 2025”.
Juan Rodríguez, desde el reparto Alcides Pino, lo plantea con una comparación que ilustra más que cualquier estadística: “Un buchito de café sale en 70 pesos y una libra de pepino casi llega a 200. Ahora el pepino vale más que nosotros mismos”.

Para los ancianos, el contraste es aún más marcado. Alberto Martínez, con 77 años, mira hacia atrás y lo que ve hace que el presente sea insoportable: “Antes de 1959, por muy pobre que fueras, matabas tu puerco y te dabas tu trago de vino o de sidra. En Nochebuena había turrón de Alicante, nueces y manzanas. Ahora, el precio de un pollo es de casi 4.000 pesos. ¿Quién tiene ese dinero?”, se pregunta el anciano, cuyo único ingreso es una pensión mensual de 3.056 pesos.
Por su parte, Ernesto Aguilera, del reparto Iberoamericano, no deja de pensar en las tradiciones familiares que se han extinguido a fuerza de escasez y la carestía: “La tradición era la familia unida, el puerco asado en la vara, el congrí, la ensalada, la vianda, el casabe… Ya todo eso se perdió desde hace muchos años. La caja de cerveza más barata cuesta 5.100 pesos. Si compras la cerveza, no compras la carne. Si compras la ensalada, te quedas sin el casabe. Este fin de año va a ser el más triste de la historia, un día como otro cualquiera: con hambre, apagones y una familia desunida por la migración”.

“A todos estos precios altos y los apagones súmale las enfermedades”, acota Leonardo Ochoa, del reparto Libertad. “Entre el dengue, el chikunguña, la pila de mosquitos y la falta de medicinas, la gente está que no puede más. El cubano de a pie, el que lucha de verdad, ese la está pasando negra. Este año no hay uvas, ni deseo de pedir deseos”.
Desde la cúpula, el gobernante Miguel Díaz-Canel ha tenido que admitir el desastre: ha reconocido que los apagones “trastocan completamente la cotidianidad, generan incertidumbre y acentúan sentimientos de desesperanza” y ha aceptado la “coexistencia de múltiples brotes infecciosos” y la “escasez de recursos sanitarios”.
“Con el cierre del tercer trimestre, el Producto Interno Bruto (PIB) decrece un 4%, la inflación se dispara, la economía está parcialmente paralizada, la generación térmica es crítica, los precios se mantienen altos. Pequeños grupos poblacionales parecen tener todos los problemas resueltos, algunos incluso presumiendo de su estatus económico, mientras la mayoría no logra solventar totalmente necesidades básicas”, también dijo el gobernante en la clausura del XI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC).
No obstante la admisión, los expertos señalan que la crisis es mucho más grave. En esta línea, el economista Pedro Monreal advierte sobre un “apagón estadístico” diseñado para ocultar la verdadera magnitud del derrumbe: “Parece quedarse corto un decrecimiento del 4% del PIB en 2025. La contracción real del PIB cubano en 2025 podría situarse entre 8,7% y 9,6%”.

Monreal es tajante al describir cómo se manipula la información para suavizar el golpe ante la opinión pública: “Las presentaciones oficiales en la minisesión del Parlamento del 18 de diciembre giraron en torno a datos escasos y poco relevantes que se inscriben en un relato que reemplaza la evidencia por el folletín propagandístico. El Gobierno cubano desinforma a los ciudadanos sobre la gravedad de la actual crisis agropecuaria ―más profunda y prolongada que la del ‘Periodo Especial’― combinando el relato simplón con un reforzado apagón estadístico”.
Organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) confirman que la Isla se hunde mientras el resto de la región intenta flotar. El reporte regional de la organización, divulgado este 16 de diciembre, situó a Cuba y Haití como las únicas economías de América Latina y el Caribe con contracción en 2025.
Así es que la desesperanza ya es endémica en los barrios cubanos. Magalys Quintana, del reparto Iberoamericano, no ve luz al final del túnel: “¿Esperanza para el 2026? Quisiera ser optimista, pero la verdad es que el futuro está más negro que un apagón por la noche. Lo único que le queda al holguinero es seguir inventando para subsistir”.
Al final, entre cifras macroeconómicas desastrosas y discursos políticos vacíos, queda el ciudadano de a pie, el holguinero que mira el calendario con terror. “Como siempre, los culpables de la crisis celebrarán la Nochebuena y el fin de año con mucha comida y bebidas. La mayoría del pueblo seguirá en la miseria”, dice, con una mezcla de resignación y tristeza, Esteban Leyva.








