SANTA CLARA, Cuba. – En el centro de Santa Clara, frente a uno de los tantos negocios en los que se comercializan artículos infantiles importados, una madre trata de explicarle en vano a su hija de siete años que no puede permitirse la mochila estampada con el dibujo de la película Frozen. La encargada del puesto le había aclarado minutos antes que debía venderla como parte de un combo de 10.000 pesos en total, incluyendo el bolso para la merienda y la cartuchera para los útiles escolares.
“Tengo exactamente 3.000 pesos. Más no puedo dar, porque me faltan los zapatos, que es lo más importante, porque descalza sí que no puede ir [a la escuela]”, se queja Lauren Cárdenas, la joven madre divorciada que dice trabajar “en lo que aparezca”. En casi todos los establecimientos ubicados cerca del Boulevard los precios son similares, algunos en moneda nacional y otros exclusivamente en dólares. Hay maletas pequeñas con ruedas, loncheras térmicas y eléctricas, zapatillas que alumbran, medias blancas y libretas que incluyen pegatinas: todo “traído de afuera”, según suelen detallar los dependientes como garantía de calidad.
Si los meses de julio y agosto significaron una tamaña inversión económica para las familias cubanas, el inicio del curso escolar supone otra etapa estresante para quienes no tienen solvencia económica ni la ayuda desde el exterior para enfrentar tal rosario de gastos. La dependencia del mercado informal convierte el regreso a clases en una operación logística que recae, en gran medida, sobre las madres cubanas que, a su vez, deben amortiguar el impacto emocional de la escasez en sus hijos.
En otra zona comercial conocida como La Candonga, en los alrededores del hospital provincial, se pueden hallar mochilas y loncheras artesanales con pegatinas que imitan marcas como Nike o Puma. Aunque resultan algo más económicas, no logran seducir ni por su tamaño ni por su color negro a los niños en edad escolar. “No es que sean tan feas, es que lógicamente, ellos quieren tener lo mismo que sus compañeritos de aula, o sea, mochilas, loncheras y termos con sus películas preferidas”, argumenta con cierta resignación Elizabeth García, otra madre en busca de toda la parafernalia escolar esta última semana de agosto.
Las referidas mochilas ilustradas que comercializan en esa área repleta de puestos particulares cuestan más de 8.000 pesos: “Yo iba a la escuela con una de vinil y la jabita de tela, pero los tiempos han cambiado, hay más oferta y también más desigualdad. Por ejemplo, ahora mismo hasta las loncheras eléctricas son indispensables para mandarles el almuerzo”, afirma esta entrenadora personal de un gimnasio, que puede asumir esos gastos gracias a su salario como cuentapropista, aunque reconoce el bajo porcentaje de familias que puede permitírselos.
La “moda” de las loncheras eléctricas no es más que la consecuencia de los almuerzos en extremo precarios de los seminternados cubanos, que ha obligado a muchas familias a buscar alternativas para garantizar que sus hijos puedan consumir los alimentos calientes que llevan desde sus hogares. A mediados de agosto, la creadora digital del perfil Litle Lo La se volvió viral en Facebook por la mezcla de humor y crítica con la que narró la petición de su hija cuando comenzó a hacer la lista de los útiles escolares. Según el relato, la niña le insistió nada más y nada menos que por uno de estos artículos, cuyo precio sobrepasa los 5.000 pesos.
“Me fui a Facebook a revisar los precios de las loncheras eléctricas… y no me parece”, publicó. “Con la dulzura y el amor que me caracterizan, le dije: ‘Lo siento, pero te vas con tu pozuelo de La Cuevita de plástico de latón de basura de toda la vida, porque esta cubana que está aquí no va a comprar lonchera eléctrica, aunque se alineen el Sol, la Felton y la Guiteras”.
En los comentarios de este post testimonial varias madres hicieron alusión no solo a esta última práctica de equipar a sus hijos con las referidas loncheras, también de la reciente costumbre de proveerlos de celulares para que estudien o realicen los trabajos prácticos, sobre todo en el caso de los estudiantes de secundaria, dada a la escasez de bibliografía impresa actualizada.
Otras aseguraron que llama la atención la cantidad de madres y padres que desde el curso anterior optan por incluir ventiladores recargables ligeros entre los artículos escolares, para que sus hijos los lleven a las aulas: “Ayer fui a La Güinera y todos los padres estaban en función del curso escolar”, comentó una seguidora de ese perfil identificada como Amilka Castillo. “Lo que me dejó perturbada fueron las compras de ventiladores recargables pequeños unipersonales para la escuela que se ponen en tu mesa o pupitre”, apuntó.
A la larga lista de necesidades antes del reinicio del curso se le suman útiles imprescindibles como lápices, libretas, forros e incluso los uniformes, porque los que venden de forma normada no alcanzan para cubrir los cinco días lectivos y muchas veces sobrepasan con creces la talla de los menores. Por publicaciones y testimonios en redes sociales se puede constatar que el precio de cada pieza nueva oscila entre los 500 y los 1.000 pesos en el mercado informal. Según estimaciones no oficiales, el gasto promedio por estudiante en el inicio del curso supera los 3.000 CUP, una cifra que contrasta por mucho con los ingresos mensuales de cualquier trabajador.
Para las familias cubanas, especialmente aquellas que no reciben remesas ni tienen acceso a tiendas en dólares, cada artículo representa una búsqueda agotadora, una carrera de obstáculos en la que adquieren protagonismo el trueque, el reciclaje, el mercado informal y los grupos de compraventa, donde también abundan los llamados de auxilio. Esta semana, una madre residente en Guanabacoa recurrió a las redes sociales para hallar un par de zapatos, al menos de uso, que estuvieran a un precio asequible: “Tengo tres niñas y todavía me faltan por comprar otras cosas de la escuela”, especificó la mujer en el grupo de Facebook Madres Cubanas Luchadoras.
Otra internauta, identificada como Carmen Pérez, pidió ayuda para adquirir artículos escolares ya que no había podido comprar nada a estas alturas: “Soy yo sola con dos niños”, escribió. “Trabajo muchísimo, pero todas saben cómo está la situación y todo se va en comida. No quiero que me regalen nada, porque eso da vergüenza, pero si alguna tiene cositas de uso, no tan caras y bien cuidadas, por favor que me escriba”.