diciembre 10, 2025

Alejandro Gil: ni principio ni fin de la corrupción en Cuba

¿Cómo es posible que Alejandro Gil Fernández y otros imputados de los que no se ha publicado su identidad, incurrieran en diez delitos, graves, de peligro abstracto unos, pero otros de peligro concreto, sin que Raúl Castro y los ministros de las Fuerzas Armadas y del Interior y Miguel Díaz-Canel no lo supieran…?
Juicio contra Alejandro Gil
(Ilustración: Mary Esther Lemus)

Puerto Padre. _ Una nota oficial del Tribunal Supremo dijo este lunes lo que ya en varios artículos habíamos dicho en este sitio; y por cierto, lo anticipamos desde principios de noviembre, cuando la Fiscalía concluyó la fase preparatoria y las imputaciones contra Alejandro Gil Fernández pasaron a ser causa penal.

Aquella vez publicamos lo que ahora es “noticia”: cada uno de los 10 delitos que le imputaron a Gil Fernández son como los eslabones de una cadena, medios únicos, necesarios, imprescindibles para sujetarse uno del otro. O dicho de otro modo: el Tribunal Supremo no nos ha dicho nada nuevo y las oscuridades del proceso concerniente a otros implicados y al acusado principal mismo, opacas están como desde el primer día de este proceso, que nos recuerda una orquestación judicial estalinista según también afirmamos ya.

Repitámoslo. Si Alejandro Gil cometió espionaje y siendo como fue ex viceprimer ministro y ministro de Economía y Planificación, no pudo espiar sin cometer los delitos de Infracción de las normas de protección de documentos clasificados y de Sustracción y daño de documentos u otros objetos en custodia oficial. Y, por el delito de Malversación, transcurren antes, durante, o después de malversar los delitos de Actos en perjuicio de la actividad económica o de la contratación, de Cohecho, de Tráfico de influencia, como también, y como dos tortolitos tomados de la mano van, los delitos Contra la fe pública, Contra la hacienda pública, y el Lavado de activos implica  Evasión fiscal.

Técnicamente como ya dijimos, al señor Alejandro Miguel Gil Fernández pudieron condenarlo a pena de muerte por espionaje, o a cadena perpetua como ha sido condenado, pero resulta que por unidad y pluralidad de acciones y delitos, los diez ilícitos penales por los que fue juzgado se consideran un solo delito. Aun así, en el primero de esos artículos reseñados ahora preguntamos:  

“¿Cómo es posible que Alejandro Gil Fernández y otros imputados de los que no se ha publicado su identidad, incurrieran en diez delitos, graves, de peligro abstracto unos, pero otros de peligro concreto, sin que Raúl Castro y los ministros de las Fuerzas Armadas y del Interior y Miguel Díaz-Canel no lo supieran…?”

La respuesta es sencilla: lo sabían. ¡Claro que lo sabían!

Convengamos que por conveniencias operativas compartimentaran a Miguel Díaz-Canel para evitar así, por ejemplo, un cambio de tono en las relaciones interpersonales Canel-Gil que pudieran alertar al investigado. Y, haciendo de abogado de Belcebú no digo ya que temieran una filtración de información de Díaz-Canel a su amigo Gil, pero así funcionan esas investigaciones, tal es la desconfianza entre “generales y doctores”. 

Por lo menos Raúl Castro y los ministros de las Fuerzas Armadas y del Interior, cada uno por fuentes distintas y comprobadas por medios técnicos, sabían, como bien saben, no sólo de las operaciones ilícitas y el actuar distante de la “moral socialista” de Alejandro Gil, sino también de otros encumbrados dirigentes, pero si los encausaran a todos como mismo hicieron con el ex ministro de Economía y Planificación y viceprimer ministro, pues, la administración central del régimen y el Partido Comunista de Cuba (PCC) verían tan menguadas sus direcciones como para hacerlas inoperantes. Y vaya, que ese sería el fin del régimen por suicidio.

Incluso capitostes como el mismo Raúl Castro y sus generales, debían comparecer acusados ante los tribunales, y fíjense que no hablo del robo de miles de millones de dólares que malversados a la nación, han acaudalado las empresas militares hasta en erigirse en poderes omnipotentes, no, no me refiero a ese atraco colosal jamás cometido por la más criminal de las mafias. Nada más me refiero a que cuando menos, la jerarquía castrense debía sentarse en el banquillo de los acusados por graves faltas en el servicio. Ya fueren por acción u omisión en sus mandos, lo que ha sumido a Cuba y a los cubanos en un estado de mendicidad total, económica y moralmente.

Tal es el grado de corrupción que existe en Cuba, y tal es el grado de información operativa que la jefatura del régimen totalitario posee, que es imposible que Raúl Castro no fuera informado de los ilícitos imputados a Alejandro Gil por una sencillísima razón: donde todos o casi todos están cometiendo delitos, todos entre sí se convierten en delatores para atenuar la responsabilidad penal de cada cual, o, deshacerse de un competidor peligroso. Eso hace, junto con las confesiones en los cuartos de interrogatorios de las unidades de operaciones, que los órganos operativos de primer nivel posean informaciones cruzadas y oportunas de quién es quién sin importar cuán alta sea su posición militar, política o en la administración central del Estado.

En el régimen totalitario clásico implantando en Cuba en 1959 pero con raíces de un absolutismo genético, sólo dos personas han sido intocables política y jurídicamente, los hermanos Fidel y Raúl Castro, y aun así Raúl Castro, segundo al mando del régimen, _aunque no trabajado operativamente_ sí, siempre estuvo bajo la mirada escrutadora de Fidel Castro, incluso después que por enfermedad en 2006 le traspasara el mando formal, aunque no el liderazgo real.

Condenado a cadena perpetua está Alejandro Gil por los mismos que lo auparon. No resulta raro. ¿Por qué? Porque la corrupción en Cuba es sistémica, intrínseca en los regímenes comunistas apoltronados en el abuso de poder; no, la corrupción en Cuba no tiene principio ni fin con Alejandro Gil porque se multiplica como las hierbas indeseables, según las estaciones y por sus propias semillas.  

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Alberto Méndez Castelló

Alberto Méndez Castelló (Puerto Padre, Oriente, Cuba 1956) Licenciado en Derecho y en Ciencias penales, graduado de nivel superior en Dirección Operativa. Aunque oficial del Ministerio del Interior desde muy joven, incongruencias profesionales con su pensamiento ético le hicieron abandonar por decisión propia esa institución en 1989 para dedicarse a la agricultura, la literatura y el periodismo. Nominado al Premio de Novela “Plaza Mayor 2003” en San Juan Puerto Rico, y al Internacional de Cuentos “ Max Aub 2006” en Valencia, España. Su novela "Bucaneros" puede encontrarse en Amazon.