MIAMI, Estados Unidos. – El artículo “La Habana avanza hacia un modelo de ciudad inteligente y sostenible”, publicado este miércoles en el periódico Granma y firmado por la periodista Susana Antón Rodríguez, desató una fuerte ola de críticas, ironías y cuestionamientos en redes sociales. Humoristas, periodistas, artistas, activistas, economistas y especialistas han acusado al órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC) de maquillar la crisis profunda que atraviesa la capital y de usar el lenguaje de las “ciudades inteligentes” como disfraz propagandístico.
Mientras Granma asegura que “La Habana se erige como laboratorio de experimentación, en el que la historia, el patrimonio y la tecnología confluyen para aspirar a una ciudad que preserve su identidad al tiempo que se proyecta hacia el futuro”, las reacciones subrayan una ciudad sin recogida de basura eficiente, con transporte colapsado, barrios a oscuras, infraestructura derruida y graves problemas sanitarios.
El texto oficial se apoya en definiciones del Ministerio de Comunicaciones y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), según las cuales las ciudades inteligentes “utilizan la tecnología y la innovación para mejorar el entorno urbano, propiciar una mejor calidad de vida y sostenibilidad, así como incentivar la participación ciudadana”.
También cita que su desarrollo implica “el uso de datos para gestionar de modo más eficiente y automatizado los recursos, acelerar y optimizar la toma de decisiones y de los servicios, proteger a las personas vulnerables, y conectar soluciones e iniciativas”. Sin embargo, para muchos usuarios, esa retórica choca frontalmente con la realidad cotidiana de La Habana.
Uno de los primeros en reaccionar fue el humorista Ulises Toirac, que recurrió a la ironía más descarnada. En su perfil de Facebook escribió: “La Habana en camino de convertirse en ciudad inteligente es la mejor noticia que he escuchado ¡en mucho! ¡Estamos salvados!”. A partir de ahí desplegó una sátira sobre el panorama de la capital.
En la misma línea de sarcasmo, el periodista uruguayo residente en Cuba Fernando Ravsberg, excorresponsal de la BBC en la Isla, escribió: “Leo en Granma que La Habana va camino a convertirse en una ciudad inteligente. A la política de comunicación cubana no la salva ni la inteligencia artificial”.
Otro periodista, el cubano José Raúl Gallego, calificó el texto de Granma como “el chiste” del día y denunció la incongruencia de hablar de “ciudad inteligente y sostenible cuando no son capaces de recoger la basura, garantizar un transporte mínimamente eficiente o un paracetamol”. A su juicio, el problema va más allá de un titular desafortunado: “Lo que pasa es que detrás del ‘chiste’ en realidad lo que está es una estrategia para seguir chupando recursos a organismos internacionales y la Unión Europea que destinan dinero e infraestructura a estos proyectos, que luego muestran como resultados un código QR en una pared y un power point, mientras el país se sigue cayendo a pedazos y su gente muriendo”.
Desde el activismo político, Magdiel Jorge Castro fue directo al núcleo del reproche: “El régimen cubano vive en una realidad paralela, una especie de país ficticio donde todo funciona bien y La Habana es ejemplo de ciudad inteligente y sostenible. La realidad es una capital cayéndose a pedazos sobre sus propios habitantes”.
Las reacciones incluyeron también mensajes muy duros desde el ámbito artístico. La cantante Moni Kabana escribió: “¿Cómo carajo La Habana va a ser una ciudad inteligente y sostenible si los primeros socotrocos son los que dirigen (…)? (…) ¿Quién carajo les va a creer este artículo del periódico más mentiroso de la historia, ese periódico lleno de mentiras y lleno de mediocridad porque eso es lo que son, UNOS MEDIOCRES incapaces de ver que un pueblo está muriendo…….? (…)”.
Por su parte, la escritora Wendy Guerra centró su crítica en la responsabilidad ética del gremio periodístico. “En medio de la gran crisis que atraviesa toda Cuba, amanece hoy este titular en el periódico Granma, órgano y rostro oficial del PCC”, escribió. Sobre la autora del texto añadió: “La periodista que decide firmar este artículo sabe perfectamente, como lo sabemos todos, la mentira, el teatro, la cortina de humo que está ayudando a montar, mientras el pueblo intenta sobrevivir”.
Guerra se dirigió directamente al gremio periodístico cubano: “Hago un llamado de atención a los periodistas cubanos, pido a quienes no tienen el valor de denunciar, que, al menos, tengan la decencia de no mentir sobre la terrible crisis que vive La Habana y el resto de los pueblos y ciudades de la Isla”. Y se dirigió nominalmente a Susana Antón Rodríguez: “Es simple, mira a tu alrededor. ¿De verdad que ‘La Habana avanza hacia un modelo de ciudad inteligente y sostenible?’ Por favor (…)”.
El economista guantanamero Javier Pérez Capdevila aportó una mirada estructural sobre el uso del concepto de “ciudad inteligente” en un país en crisis. “Resulta difícil aceptar como avance real hacia una ‘ciudad inteligente’ la instalación de luminarias o la promoción de plataformas turísticas en un país donde los servicios básicos, el transporte, la conectividad y la alimentación enfrentan un deterioro estructural”, escribió.
Para él, “este tipo de discurso, aunque pretende mostrar progreso, ignora las carencias tecnológicas y sociales que impiden que tales iniciativas tengan impacto real en la vida cotidiana del ciudadano común”.
Capdevila insiste en que “no se puede hablar de sostenibilidad sin estabilidad económica, ni de innovación sin infraestructura funcional”; y subraya que convertir a La Habana en una ciudad inteligente “no depende de proyectos aislados o vitrinas turísticas, sino de políticas coherentes, participación ciudadana genuina y soluciones tecnológicas que respondan a necesidades reales, no a estrategias propagandísticas”. En su diagnóstico, la prensa oficial cubana “o, más bien, lo que se está publicando, es algo que debe ser cambiado, para que las noticias se ajusten totalmente a la realidad cubana”.
Uno de los análisis más extensos provino del arquitecto habanero Abel Tablada, hermano de Johana Tablada, embajadora del Servicio Exterior del régimen cubano. Él mismo presenta su reflexión preguntándose si el artículo de Granma es una “exageración” o una “edulcoración de la realidad”.
Y escribe: “Lo primero que pienso es que podría ser una ironía de algún medio que se burla de la gestión del Gobierno, pero al ver que era del periódico Granma, trato de leerlo completo para entender cómo es posible que un titular así aparezca sobre una ciudad que está en su peor estado en siglos y con muy pocas esperanzas de levantarse y avanzar en nada”.
Tablada aclara que el contenido real del artículo “no se refiere a la ciudad de La Habana, sino a su Centro Histórico y, dentro de este, a la gestión de la Oficina del Historiador OHC”. Sobre esa institución, que asegura conocer de primera mano, indica que “ha sido de las pocas instituciones cubanas que han demostrado que se puede crear, avanzar, mejorar de forma sostenida y sostenible tanto en la protección y conservación del patrimonio construido como en los aspectos culturales, sociales y económicos (…)”.
Sin embargo, considera inaceptable el uso del caso del Centro Histórico para extrapolarlo al conjunto de la capital en plena crisis. “Basarse en esa acción y programa para en medio de la peor crisis que sufre el país y la ciudad poner un titular así que aparece en la última página de la versión impresa, me parece no solo serio, sino también poco respetuoso con la inteligencia de los lectores y los ciudadanos de nuestra ciudad”, sostiene.
Asimismo, describe con crudeza el estado de La Habana: “En una ciudad donde ni con carretas se puede recoger la basura en tiempo y forma, donde las personas caminan por el medio de la calle porque muchas aceras son intransitables o los balcones y fachadas están en riesgo de derrumbe, en una ciudad donde no se destinan recursos ni para fumigar durante la mayor pandemia de arbovirosis en décadas y lo comienzan a hacer muy tardíamente, donde la infraestructura de abastecimiento de agua y alcantarillado está colapsada, donde da lo mismo cuánta inteligencia tenga un determinado sistema, la mitad de sus barrios están a oscuras, no se puede hablar de avanzar, mucho menos usando el término inteligente y sostenible aún cuando el tema que se trate sea para celebrar”.
El arquitecto también cuestiona el manejo profesional del titular desde el punto de vista periodístico: “No hay que estudiar Periodismo para saber que un título debe ser reflejo de lo que trate el artículo. Yo siendo revisor de artículos científicos, una de las preguntas para aceptarlos o no es si su título corresponde con el contenido para evitar falsas expectativas o artículos propagandísticos y mercantiles”.
Finalmente, concluye con un rechazo explícito a la forma en que la prensa oficial usa casos puntuales para construir relatos triunfalistas: “Confirmo el porqué rechazo y muchos de los ciudadanos rechazamos el tipo de propaganda que realizan algunos medios oficiales disfrazando la realidad usando lo positivo de algunas acciones puntuales para exagerar su efecto positivo en escala y en contenido pues ni en el mismo centro histórico, hasta que todos sus residentes no tengan acceso al agua, a una vivienda digna, a un barrio limpio, no se puede hablar ni de inteligencia, ni de sostenibilidad”.
En el texto de Granma, Erick Guerra Figueredo, de la propia Oficina del Historiador, afirma que “el modelo de ciudad inteligente que queremos no se basa en la acumulación de equipamiento tecnológico, sino en la capacidad de enfocar, adaptar e implementar estrategias según nuestras condiciones actuales, con la participación de todos los actores del territorio”.
No obstante, las reacciones muestran que presentar estos avances localizados como prueba de que “La Habana avanza hacia un modelo de ciudad inteligente y sostenible” resulta, en palabras de Tablada, una “edulcoración de la realidad” y, en las de Gallego y Capdevila, una expresión más de las “estrategias propagandísticas” de la prensa oficial.
Hasta que “todos sus residentes no tengan acceso al agua, a una vivienda digna, a un barrio limpio”, como subraya el arquitecto, o mientras el país “se sigue cayendo a pedazos y su gente muriendo”, como advierte Gallego, hablar de ciudad “inteligente” en La Habana no es un diagnóstico técnico ni un horizonte de políticas públicas, sino un insulto a la experiencia cotidiana de quienes viven —o vivieron— en una capital sumida en una crisis estructural.








