MADRID, España.- El Gobierno cubano confirmó este miércoles la realización de la 41.ª edición de la Feria Internacional de La Habana (FIHAV), que se tendrá lugar del 24 al 29 de noviembre en el recinto de Expocuba, aun cuando el país enfrenta uno de sus momentos más críticas en décadas.
La feria —la principal vitrina comercial externa del país— se celebrará en medio de apagones prolongados, deficiencias en el suministro de agua, escasez de alimentos y un evidente deterioro de la infraestructura pública. A esa realidad se suman las quejas ciudadanas por el colapso del transporte, la falta de medicamentos y las crecientes limitaciones para satisfacer necesidades básicas.
A pesar de este escenario, el Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera insistió en que el evento contará con una amplia participación internacional. En concreto, se ha anunciado que FIHAV 2025 desplegará cinco áreas temáticas novedosas con el objetivo de “impulsar negocios”:
- Turismo
- Inteligencia Artificial
- Hecho en Cuba
- Energías renovables
- Integración económica
Estas áreas, según las autoridades, pretenden orientar la atención hacia sectores específicos de inversión y cooperación comercial, lo cual, en el discurso oficial, refleja una apuesta por diversificar la entrada de capital extranjero y reactivar mecanismos productivos.
Sin embargo, diversos analistas y ciudadanos recuerdan que este tipo de iniciativas benefician a empresas estatales, grupos con acceso privilegiado a divisas y actores con relaciones establecidas con el poder, mientras que el impacto real en la vida cotidiana de la población es mínimo. La expectativa de “promover la inversión extranjera” contrasta con la experiencia de familias que enfrentan diariamente limitaciones severas para cubrir necesidades básicas.
El contraste entre la imagen de apertura internacional que el Gobierno busca proyectar y las condiciones estructurales que viven millones de cubanos vuelve a poner sobre la mesa a quién beneficia realmente la FIHAV y este tipo de eventos y cuál es su utilidad práctica frente a una economía estancada, con producción interna deficitaria y dependencia de importaciones.
Mientras el país sigue sin mostrar señales de recuperación, la feria se erige como un símbolo más de las prioridades oficiales: una gran exhibición comercial en un contexto de crisis social y económica persistente.








