Además de un fenómeno histórico (con intentos de reedición en el presente) y una forma de concebir la sociedad y el poder –reconocible a través del discurso, las concepciones ideológicas o diversas formas de acción–, ‘fascismo’ es también un término usado como ofensa, una manera de ubicar al contrario en lo peor de la condición humana. En el vaciamiento de contenido que permite pasar de concepto político a improperio, se generan fenómenos que tienen más que ver con la instrumentalización del término que con la discusión –necesaria en estos tiempos de auge de los extremismos y los autoritarismos de toda clase– sobre cómo reconocer las retóricas y las prácticas fascistas y cómo, en consecuencia, lidiar con ellas. Uno de esos fenómenos es el uso instrumental que los regímenes autoritarios hacen para criminalizar la disidencia y la oposición política. El caso venezolano es el más significativo en la región, con dos ediciones de un “congreso mundial contra el fascismo, neofascismo y expresiones similares”–la segunda de ellas a celebrarse el 11 y 12 de septiembre– y una ley que permite la interpretación arbitraria del concepto para aplicarlo a agrupaciones y figuras de la oposición, y condenarlas sobre la base de una definición tan amplia y difusa que termina por identificar con el “fascismo” a todo lo que no trabaje directamente para el sostenimiento del régimen.
La instrumentalización judicial y retórica, que produce argumentaciones del tipo “la dicotomía entre democracia y dictadura es un falso dilema”, oculta el hecho de que estos regímenes recurren, ellos mismos, a lógicas constitutivas del totalitarismo y, por tanto, del fascismo. Cuba ha hecho otro tanto con el término “terrorismo” y Nicaragua impone la violencia máxima a los detractores de la pareja presidencial mientras Daniel Ortega declara que “el fascismo está reinstalándose en el mundo”. Dinámicas como la deshumanización extrema del oponente, la creación de una identidad reactiva o la pretensión de control absoluto de la sociedad revelan que el uso instrumental del término fascismo no sirve únicamente para criminalizar a los oponentes, sino para ocultar sus propias pulsiones totalitarias.
Podcast Caminero T2E10
Caminero quiere ser un espacio dialógico para pensar posibilidades de existencia para la lucha cívica cubana y escenarios de superación del totalitarismo. Sobre la base de las temáticas y las posibilidades exploradas en la temporada previa, regresa ahora con el formato de transmisión en video y con una periodicidad quincenal (martes alternos), para expandir las conversaciones sobre temas fundamentales del presente y el futuro. Su foco central será siempre Cuba y la necesidad de pensarla más allá (en sentido a la vez temporal y de encuadres predeterminados) de la circunstancia totalitaria. Ello implica habitar un espacio de sentidos que la excedan, revindicando su existencia en un contexto transnacional, que participa de los conflictos y desafíos del resto del mundo. Interesa considerar el protagonismo de una sociedad que se reconfigura en un escenario férreamente autoritario desarrollando aprendizajes y abriendo oportunidades para la lucha cívica. Caminero pondrá a discusión en cada ocasión problemáticas y situaciones del presente para intentar visualizar y proponer caminos posibles, apelando al enriquecimiento que emerge del diálogo, la confrontación con la diferencia y la exploración de preocupaciones comunes.
- Conduce: Hilda Landrove